El sol brillante se alzaba en lo más alto del cielo.
Hacía un día extrañamente espléndido en la Isla, como pocas veces se habían visto. Casi parecía no haber barrera. La última vez que se fue testigo de un día tan soleado fue hacía casi quince años. Por una vez, aquella isla no estaba sumida en la oscuridad.
Y la gente parecía estar de mejor humor.
Excepto Uma y Harry, que su día había sido opacado por una discusión de pareja.
La tripulación fue testigo de ver salir a un Harry Garfio aparentemente muy cabreado del camarote de la capitana. Justo después había salido Uma, quien dejó el barco por su turno en el restaurante. No obstante, su tripulación se quedó a bordo de la Venganza Perdida.
Al menos hasta la hora de comer.
Harry parecía que echaba humo por la nariz y sus nudillos estaban blancos de lo mucho que había estado apretando los puños. Él y Uma casi nunca discutían, menos por algo verdaderamente serio. Pero ambos son tercos y dramáticos, así que no se disculparían directamente.
Aunque aún se amaban, claro.
El chico lideró al resto del equipo al restaurante cuando hicieron el descanso para comer. Él casi se sentó a regañadientes en su sitio junto a Uma, quien aún no estaba allí. La vio de reojo salir con tres bandejas de la cocina, una de las cuales llevaba su menú habitual.
Apartó rápidamente la mirada antes de que ella pudiera notarlo mirando. No mucho tiempo después terminó apareciendo a su lado, con su comida lista. Pero en lugar de tirársela en la mesa y que se le cayera medio plato, como hizo con el resto de clientes, tuvo el detalle de simplemente deslizárselo.
Harry la miró, esta vez por más tiempo. Uma casi le dio la espalda y evitó su mirada, se quedaron en silencio mientras el resto de la tripulación hablaba. Al final volvió su mirada a su plato y se metió una papa en la boca.
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Las horas pasaron.
Después de que Uma acabara el turno en el restaurante, volvió a su barco. Ya ninguno de los dos parecía realmente enfadado, aunque eso no implicaba que se hablaran.
Por supuesto, al resto de piratas no les fue difícil notar esto. Ya estaban acostumbrados a que Harry casi siempre estuviera cerca de Uma, o en los casos más extremos a que empezaran a besar al otro en mitad de la cubierta.
Pero ese día apenas habían hablado, y cada uno estaba en la otra punta del barco. Resultaba cómico para ellos, porque sabían que no durarían ni un día completo así.
—¿Cuánto tiempo crees que va a pasar hasta que se acaben besando? —Bonnie se acercó a Desiree y Gil y miró a la pareja peleada con media sonrisa.
Gil le pegó un mordisco a un palito de pescado que se había llevado del restaurante.
—Probablemente no demasiado. Son reyes del drama, nunca aguantan más de seis horas enfadados —Desiree liberó una risa ahogada, ahora también mirándolos sin que lo notaran.
—¿Apostamos? —Propuso Gil con un aire divertido.
—Apuesto tres dólares a que dentro de dos horas se les olvidará por qué discutieron y volverán a acercarse —Desiree levantó un dedo y miró a ambos de sus amigos a los lados.
—Apuesto cinco a que no se perdonarán hasta mañana por la mañana —contrapuso Bonnie.
Gil no abrió la boca, así que las dos chicas dieron por cerrada la apuesta tras chocar puños. En realidad, hacían este tipo de cosas cada vez que la pareja principal discutía.
Si tan solo lo supieran...
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La noche había caído.
Los piratas ya estaban roncando desde la hamacas en la cubierta inferior, y Uma dejó la puerta del camarote abierta, lo que significaba que Harry podría dormir allí.
El chico entró al baño y, sin decir nada, se puso a limpiar el maquillaje de sus ojos en el lavabo donde Uma se lavaba las manos. Ella no le tomó importancia, aunque podría haberle golpeado la cabeza contra el mármol. En su lugar, como él estaba ocupando casi todo el lavabo, Uma se apartó un poco en busca de sus cremas.
Agarró una de sus habituales para las manos, pero le fue imposible girar el jodido tapón. Puso toda su fuerza, que no era poca, porque no quería pedirle ayuda a Harry. Él, por otro lado, se dio cuenta rápido de esto y suspiró en voz baja.
Sin preguntarle le quitó y lo abrió sin aplicar casi fuerza, dejándoselo de nuevo en sus manos. La bruja marina le dio una mirada de reojo mientras salía del baño. Eran estos pequeños detalles. Incluso cuando estaban peleados, él seguía mirando por ella.
Cuando Uma salió del baño, ya en su ropa cómoda que consideraba pijama, Harry ya estaba en la cama. Le daba la espalda, así que ella hizo exactamente lo mismo y le arrebató la manta, que luego él recuperó hasta que la equilibraron.
Y las luces se apagaron.
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Uma estaba durmiendo fatal.
Quería convencerse a sí misma de que era por el viento frío que soplaba fuera, pero en el fondo sabía que era la calidez de Harry lo que le faltaba para dormir en plena calma. Ella se despertó por tercera vez en mitad de la noche. Esta vez se dio cuenta de que Harry se había girado hacia ella en algún momento.
Ya ni siquiera recordaba por qué pelearon. Era algo demasiado absurdo por lo que montaron un drama tan grande. Pero no engañaban a nadie, y no disfrutaban el tiempo que pasaban distanciados.
Vio que Harry estaba encogido en sí mismo, con la piel de gallina y los pelos de punta. Luego una bocanada de aire helado sopló por la ventana, y fue cuando se dio cuenta de que le había robado toda la manta. Se sintió un poco mal, aunque lo había hecho estando inconsciente.
Solo esperaba que Harry no enfermara por tal frío.
Con cuidado el compartió la mitad de su manta y se la echó por todo su cuerpo, asegurándose de que estuviera completamente cubierto ahora. De forma casi inevitable acabó ahora mucho más cerca de él. Antes siquiera de poder pestañear, Harry le envolvió un brazo en la cintura y la atrajo por completo.
Consciente o inconsciente, pero Uma no se negó.
Los abrazos de Harry en una noche fría eran mucho mejor que todas las sábanas y mantas del mundo.
Ella miró hacia arriba, pasando sus uñas largas por los mechones de Harry. El chico vagamente pudo tragarse la sonrisa.
—Sé que estás despierto —Uma susurró.
—Shh, estamos peleados —finalmente la sonrisa se le escapó al chico.
Y, como era de esperar, a la mañana siguiente Desiree tuvo que pagarle tres dólares a Bonnie.