—¡Uma! ¡Asegúrate de lavar todos los platos!
—¡Sí, mamá!
En otras circunstancias, Uma estaría bastante irritada al tener que quedarse limpiando la vajilla del restaurante durante la noche. Pero esa noche no dejaba de sonreír por una única razón: Harry. Ellos habían acordado un plan para esa noche. La joven tenía tantas ganas de pasar tiempo con su chico que se dio toda la prisa que pudo lavando los platos para poder estar lista cuanto antes cuando él la pasara a recoger.
Cuando terminó, salió de la cocina y corrió escaleras arriba a su cuarto. Justo delante de su puerta se encontró a su madre de brazos cruzados, lo que la asustó un poco.
—Mamá...
—¿Has limpiado todos los cubiertos? ¿Y las bandejas?
Uma asintió.
—¿Has fregado todos los platos que te dije? —siguió preguntando.
—Mamá, he hecho todo lo que me pediste. He limpiado toda la vajilla, barrí el restaurante y fregué las mesas —le dijo con tranquilidad.
—Bien, bien... —Úrsula se quedó mirándola durante un rato—. Llevas todo el día con esa estúpida sonrisa pegada en la cara. ¿Se puede saber por qué estás tan... feliz?
Ella se rio nerviosamente.
—No es nada, mamá. Simplemente he tenido un buen día —la convenció. Úrsula sonrió con confianza, como si no se lo hubiera creído.
—¿Un buen día en la Isla de los Perdidos? Uma, nadie se creería eso —ella se acercó un poco. Tenía una expresión relajada, así que la niña no trató de apartarse o defenderse—. Es ese hijo de Garfio, ¿no?
—Se llama Harry.
Úrsula asintió rápidamente.
—Sí, como se llame. Es un buen partido, el pirata tiene su encanto —admitió la bruja del mar. Ella se quitó de la puerta y le dejó paso a su hija—. No te diviertas demasiado, Uma.
Uma sonrió un poco antes de cerrar la puerta. Rápidamente fue a su armario, en busca de un buen atuendo. Ella escogió una blusa sin mangas aguamarina debajo de una chaqueta negra de rejilla. Luego se puso unos pantalones cortos negros y sus botas. Tuvo el detalle de ponerse alguna decoración en las trenzas y dejó su tricornio.
Cuando terminó con la ropa, pasó a su maquillaje. No tenía mucho, pero lo había conseguido de las cosas que mandaban de Áuradon. Se pintó los labios del color favorito de Harry y se delineó los ojos de negro antes de rizarse un poco las pestañas. Satisfecha con su resultado, ella guardó el maquillaje.
Al instante escuchó a alguien pitando desde fuera. Cuando se asomó a la ventana, vio a su novio en una moto negra sonriéndole. Uma corrió escaleras abajo ahora y salió del restaurante para encontrarse con él.
—Hola —la chica le abrazó. Al apartarse, Harry se quedó mirándola como si estuviera deslumbrado por ella—. ¿Qué pasa?
—Nada —él parpadeó, saliendo de su aturdimiento—. Es que estás preciosa... Aunque ya sabes que el maquillaje no te hace falta. Tú ya eres perfecta.
Uma rodó los ojos y sonrió.
—Suenas como uno de esos príncipes de Áuradon —ella le golpeó el hombro sin fuerza.
—Tal vez. Solo estoy diciendo la verdad —Harry mostró parte de sus dientes en su sonrisa.
—Por cierto, ¿de dónde has sacado la moto? —Uma avanzó hacia esta y tocó el manillar sutilmente, donde estaba enganchado el garfio de su novio. Ella notó las rayas rojas a los lados de la moto y la palabra "garfio" escrita en negro en el cristal delantero.