COMPAÑERO PELUDO

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La "tranquilidad", en la Isla no existía.

A lo que llamaban tranquilidad era a la rutina, a los robos, los gritos y la humillación. Por eso era un día tranquilo, normal, sin menos o más violencia de lo habitual.

Cuando empezó a caer la tarde, el turno de Uma terminó, y Harry la convenció para dar una vuelta alrededor antes de volver al barco. Como natural, se pasearon por el bazar y robaron lo más brillante que vieron. Luego Harry aterrorizó a algunos que se metieron en su camino y, después de todo, se quedaron caminando por las calles más en calma.

Harry tenía un brazo encima de los hombros de Uma mientras caminaban quizá más pegados de lo que deberían.

—Y luego el tipo quiso que apostara mi garfio —Harry liberó una risa ronca, irónica—. Así que en su lugar le amenacé, le robé el dinero y me fui. ¿Qué otra cosa iba a hacer?

—¿Decirle que no ibas a apostar tu garfio? —Uma no pudo evitar reírse de él. Aunque así era su primer oficial, impulsivo y siempre a la defensiva. En secreto, esto era de lo que más le gustaba a Uma sobre él.

—¿Y dónde está el drama ahí?

La pareja se rio, sus risas conjuntas hicieron eco en los callejones casi vacíos. Pero esto no pudo opacar un sonido más extraño que oyeron después, proveniente de uno de los callejones más oscuros. Ambos frenaron en seco y sus risas se apagaron en un mismo instante.

Se miraron para confirmar que el otro también lo había escuchado, y entonces sonó otra vez. Nunca habían oído algo así, no podía ser una persona y tampoco un duende. Uma desenvainó su espada hábilmente y fue la primera en adentrarse al callejón, con Harry guardándole la espalda.

Vieron unos ojos verdes, brillantes en la oscuridad, que hacían recordar a la gran Maléfica. Pero esto no acobardó a los niños más temerarios de la Isla. Conforme se acercaban, el sonido se volvía más fuerte. La piel de Harry se erizó.

Él mismo sacó unas cerillas del bolsillo y las prendió para poder ver lo que era aquello.

Era un animal, eso lo tenían claro. Pero no había animales en la Isla de los Perdidos. Lo más cerca a ello fue Scar, a quien muy pocos han visto, ya que vivía en la Isla de los Malditos. Incluso aunque ninguno de los adolescentes tuviera claro cómo era Scar (o si seguía con vida), llegaron a la conclusión de que ese animal se parecía a él.

Tenía garras escondidas, colmillos mucho más pequeños, un pelaje similar y unas orejas puntiagudas, además de unos bigotes. Pero lo que tenían delante era un cachorro, muy pequeño e indefenso para ser un león.

Uma llegó a la conclusión de que no era una amenaza, así que guardó la espada. Al ver esto, Harry también bajo la guardia. Ella se agachó e intentó recoger al animal, quien extrañamente ni siquiera trató de alejarse, aunque parecía asustado.

—¿Cómo has llegado tú aquí? —la bruja marina sonrió, encontrando que, en realidad, era una criatura bastante adorable. Luego le dio una mirada directa y ligeramente seria a Harry, tanto que casi le perfora.

Él suspiro.

—Nos lo llevamos, ¿no?

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Esto era peor que domar al Cerbero de Hades.

Cuando llegaron al camarote, lo primero que hicieron con Ceniza fue lavarlo, ya que estaba en muy mal estado. Seguramente hasta tenía pulgas, no iba a ser muy divertido quitárselas. Pero cuando intentaron meterlo a la bañera con agua, el animal casi le saca un ojo a Harry.

Este era el intento número doce, Uma llevaba la cuenta.

Parecía que Ceniza a este punto se llevaba mejor con el agua. Ambos Harry y Uma estaban en la bañera junto a su nuevo amigo, tenían las rodillas empapadas. De los brazos de Harry caía sangre de los arañazos que Ceniza le dio, pero no parecía importarle realmente.

—¿No es lo más adorable y, al mismo tiempo, letal que has visto nunca? —le preguntó Uma distraídamente a Harry, echándole un poco de agua al animal.

—No —él negó—. Esa eres tú, cariño.

La bruja del mar le dio una mirada amenazante, pero sonrió de todos modos.

—No me llames adorable, Garfio.

Él se encogió de hombros, entre risas.

—Algún día aceptarás que, en el fondo, lo eres.

—Si sigues hablando, la próxima que te arañará seré yo —le amenazó mientras quitaba y mataba las pulgas de Ceniza.

—Oh, por favor, Uma, hazlo —él se recostó hacia atrás en la bañera—. No hay nada que disfrutaría más.

De nuevo, ella levantó la mirada hacia su descarado primer oficial, quien le sonreía con osadía. A este punto ni siquiera Uma podía mantenerse firme ante una vista tan tentativa de su chico. Por eso lo que hizo fue echarle agua, consiguiendo que esa sonrisa se le borrara por unos segundos. Al menos, hasta que se recuperara del aturdimiento y empezara a reírse con ella.

—¿Qué crees que es? —Harry se acercó más al animal, con una actitud totalmente distinta a la de hacía un segundo.

—Le pregunté a Dizzy antes de venir aquí. Dijo que era un gato, o algo así.

—Un gato... —él repitió, cogiendo a Ceniza en brazos. De pronto, su rostro se iluminó por una sonrisa infantil—. ¿Crees que puedo enseñarlo a nadar en el mar?

Uma se rio un poco.

—Por la seguridad de nuestro gato, será mejor que lo mantengas en tierra firme.

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La hora de descansar.

Cuando la oscuridad absoluta se cernía en la Isla y algunas estrellas se asomaban con suerte.

Cuando Harry podría acurrucarse muy cerca de su capitana sin ser juzgado.

Él se metió en la cama, donde Uma ya lo esperaba bajo las sábanas. Apagó las velas con dos dedos y dejó la habitación en oscuridad. Luego atrajo a Uma a su lado, pero antes de que sus cuerpos pudieran tocarse, escuchó un maullido.

Ceniza salió de entre los dos, tumbándose en medio de la cama.

—Supongo que ya ha elegido su lugar donde dormir.

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Uma, Gil y Harry habían sido elegidos como los siguientes niños villanos en ir a Áuradon.

A rastras los metieron a los tres en la limusina, y luego Ben, Mal y HadaMadrina los recibieron en las puertas del instituto. Pero había algo extraño, demasiado notorio para ser ignorado.

Ben carraspeó.

—Harry... ¿te importaría quitarte la chaqueta?

Él frunció el ceño, acercándose a Uma en busca de ayuda.

—Tengo novia —dejó en claro, ofendido.

—No, yo...

Mal dio un paso adelante.

—Se refiere a que literalmente parece que estás embarazado —señaló de forma más directa la bruja.

Y era cierto, Harry había aparecido allí con un extraño bulto bajo su chaqueta, que a veces incluso se movía o... maullaba.

—¿Qué llevas ahí, Harry? —HadaMadrina, de forma más respetuosa, le preguntó.

El pirata suspiró con molestia.

—Si tanto os importa...

Cuando finalmente se abrió la chaqueta, un gatito negro fue descubierto.

Claro, no podían dejar a Ceniza en la Isla.

HUMA ONESHOTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora