Todo había ido demasiado rápido.
La varita mágica era falsa, debían haberlo supuesto. El puerto pirata ardía en cólera con los privilegiados, los traidores, los que unos meses atrás vivían entre ellos. Nadie iba a dejar al rey de Áuradon escapar de allí.
La pelea con Jay había sido fugaz para Harry, la adrenalina lo aceleró todo. De un momento a otro su garfio estaba en el agua, y él, sin pararse a pensar, fue tras el destello plateado.
El agua congelada se metió hasta en sus huesos, pero estaba demasiado acostumbrado como para poder darse cuenta. Todo estaba oscuro y frío, y Harry siguió bajando a las profundidades en busca de su garfio.
Sin pensar que no estaba solo en esas aguas.
Un destello plateado y familiar llamó su atención en ese manto negro de agua. Estaba apoyado en una roca, a punto de caer al abismo. El chico movió sus brazos y piernas energéticamente para llegar más rápido, ya empezando a sentir la falta de aire.
Pronto alcanzó su garfio y lo agarró con tanta firmeza que le dolía la mano. Harry se impulsó con los pies en la roca, dispuesto a salir del agua infestada de tiburones asesinos y volver a la pelea de allí arriba.
El agua infestada de tiburones asesinos.
Harry abrió mucho los ojos cuando recordó ese detalle de las aguas del puerto. Rápidamente se giró y afiló la mirada para descubrir algunas "sombras" moviéndose a su alrededor. Sin darse tiempo para pensar en ello, siguió nadando hasta la superficie y logró sacar la cabeza.
Para liberar un grito estrangulado.
Algo le había desgarrado la pierna. Algo con colmillos más afilados que su garfio y ojos rojos demoníacos. El tiburón consiguió sumergirlo de nuevo. Más que nunca Harry se arrepentía de no haber ido con Uma a sus clases de nadar entre tiburones.
Un líquido rojizo se hizo notar en la oscuridad conforme se desprendía de su pierna. En la desesperación por librarse del funesto destino, el pirata agitó brazos y piernas, solo consiguiendo quedarse sin aire.
Una de las veces atinó a darle una patada al tiburón con la pierna que aún tenía libre, lo que le concedió segundos para salir a la superficie.
Él apoyó los brazos al muelle, mirando de reojo al tiburón que venía a por él. Pero esas trenzas aguamarinas inconfundibles le hicieron saber que había una posibilidad de salvarse.
—¡Uma! —gritó su nombre como una súplica, desesperado por que lo oyera.
Y ella se giró.
~
Nadie se había dado cuenta de la herida de Harry, algo que él agradeció.
Se estaba encargando de distraer a la pequeña bestia para retenerlo y que no pudiera arruinar la pelea entre Mal y Uma. Una pelea que Uma merecía ganar. Pero por más que se lo intentara creer, esta herida no era como aquellos moratones que su padre le dejaba. No podía ignorar el dolor de una mordida de tiburón.
Esto lo tenía más débil que de costumbre, por eso no pudo evitar que Ben se zafara de su agarre, volviera con Mal y, una vez más, la princesa dragón se llevara la victoria.
Fue testigo de cómo de enfadada estaba ahora su capitana, pero Harry la conocía bien como para saber que no estaba solo enfadada.
Por eso la siguió.
Apenas conseguía disimular la cojera frente a todos. Da igual, le importaba mucho más encontrar a Uma antes de que su yo destructivo tomara el control de su mente y empezara a odiarse.