Uma se despertó aturdida.
Tenía un dolor sordo de cabeza y veía todo borroso. Una vez consiguió aclarar su vista, empezó a reconocer el sitio en el que se encontraba.
Estaba tirada en un suelo compuesto por tablas de madera. Era una especie de habitación, le recordaba a su camarote. Claramente no lo era, ya que la decoración no era la misma. De hecho, algo que le llamó la atención fue las muchas cosas de color rojas que había por cualquier parte en que mirara.
Notó los muchos mapas de lo que parecía una tierra muy lejana a esta, una tierra mágica. Entonces leyó el nombre debajo de uno de esos mapas que la hizo comprender todo: Nunca Jamás.
Como si todo se hubiera desencadenado tras haber mirado el mapa, Uma comenzó a encontrar más y más cosas que probaban su sospecha sobre dónde se hallaba. Vio un cuadro con la imagen de Peter Pan desgastada y con al menos veinte dardos clavados en todos los sitios en los que se podían clavar. Luego en una vitrina encontró un brillante y reluciente garfio de oro allí mostrado con orgullo.
Y ron.
Incontables botellas de ron.
Por todo esto, una única pregunta apareció en la mente de Uma: "¿por qué estoy en el camarote del Capitán Garfio?". Unos ruidos estruendosos y horribles la hicieron sacar todo de su mente. Escuchaba golpes muy fuertes y una voz grave lanzándole insultos a alguien más. Instintivamente se levantó y se dejó guiar por el ruido hasta que llegó a la habitación de la que provenía: el baño de Garfio. La puerta estaba abierta, así que no dudó en entrar.
Para encontrarse una escena terrible.
Los golpes, los ruidos, los insultos que había oído antes. Todos venían del Capitán Garfio hacia su propio hijo. Harry estaba en el suelo, demacrado. Uma incluso sintió un horrible peso en el pecho cuando le vio en aquel estado. El pobre adolescente no hacía más que recibir golpes y palabras envenenadas. Tenía la cara magullada, los labios ensangrentados, sangre cayéndole de algunas partes aleatorias en sus brazos y una mirada casi muerta.
La bruja del mar se llevó las manos a la boca mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Ninguno de los dos hombres parecía haberla visto.
—Te voy a matar —murmuró Harry con un hilo de voz casi inaudible. Esto hizo que Garfio frenara sus golpes y se riera tanto que hasta las maderas temblaran.
—¿Tú? ¿Vas a matarme a mí? —le señaló, con lágrimas en los ojos de tanto reírse—. No digas barbaridades como esa, hijo.
—Será lo último que haga —Uma no tardó en darse cuenta de que su novio intentaba alcanzar su espada, también en el suelo—, pero te juro que lo haré, puesto que ya no me queda nada por lo que luchar.
Ella frunció el ceño al escuchar lo último que él dijo.
Garfio expresó un puchero a modo de burla.
—Oh, el amor... —El capitán levantó su garfio, listo para enganchar a su propio hijo—. El veneno más letal de este mundo.
Antes de poder rajarle la cara a su víctima, ésta interpuso su espada y detuvo así su ataque.
—Tú me la quitaste, demonio... —Harry se apoyó como pudo en sus codos magullados, soportando el dolor como el hombre que tenía enfrente le enseñó a hacer—. Me arrebataste a la única persona que me quería. Asesinaste a lo último que quedaba de mi humanidad.
El joven pirata logró ponerse de pie, aunque le temblaban las piernas y hubiera caído si no se hubiera apoyado en el lavabo. Uma no podía comprender de qué hablaba Harry. No comprendía quién era esa que Garfio le arrebató.