30

730 57 0
                                    

En un tiempo olvidado por la historia, en un rincón lejano y misterioso del mundo sobrenatural, nacieron dos crías de dragones cuya llegada sacudió los cimientos del universo. Una de ellas, una cría de dragón rojo, irradiaba un aura ardiente y poderosa, mientras que la otra, una cría de dragón blanco, emitía una luz brillante y pura.

Estos dos dragones nacieron con un don único: la capacidad de aumentar y dividir el poder. Mientras que el dragón rojo podía intensificar el calor y la fuerza de si mismo y lo que el quiera, el dragón blanco podía enfriar y dispersar esa misma energía, creando un equilibrio perfecto entre ellos.
Desde el momento de su nacimiento, los dos dragones estaban destinados a luchar y luchar hasta que uno de los caiga en los brazos de la muerte.

A medida que los años pasaban, el poder de estas dos crías de dragones crecía de manera desenfrenada, alimentado por la energía primordial del universo. Su fuerza era tan grande y formidable que ni siquiera los dioses podían contenerlos. Los dragones rojo y blanco se convirtieron en leyendas vivientes, sus hazañas se contaban en todas partes, desde los rincones más oscuros hasta los salones de los más poderosos gobernantes.

Su presencia inspiraba tanto temor como admiración, y su nombre se convirtió en sinónimo de poder indomable. A medida que su fama crecía, también lo hacían sus enemigos. Muchos intentaron desafiar su dominio, convencidos de que podrían vencer a los dragones y reclamar su lugar. Pero una tras otra, estas fuerzas se enfrentaron a la imparable fuerza de los dragones, siendo barridas por su furia ardiente y su poder blanco resplandeciente. Incluso los dioses se vieron obligados a reconocer la supremacía de los dragones, incapaces de detener su avance imparable. Intentaron negociar, coaccionar e incluso luchar contra ellos, pero ninguna medida fue suficiente para contener su poder.

En un día marcado por la tormenta y la destrucción, los dos dragones se encontraron en un despiadado combate que sacudió los cimientos del mundo sobrenatural. Sus fuerzas chocaron con una furia incontenible, desatando una tormenta de poder que arrasó todo a su paso.

En medio del caos y la destrucción, nació una rivalidad que ardió con una intensidad inigualable. Cada uno veía al otro como su igual y su opuesto, una amenaza que debía ser derrotada a toda costa. Sus batallas eran épicas, llenas de ferocidad y determinación, y dejaban un rastro de destrucción a su paso.

Pero lo más desconcertante de todo era que esta rivalidad parecía estar destinada desde el principio. Como si el universo mismo hubiera conspirado para enfrentar a estos dos seres poderosos en un conflicto eterno. Nadie podía explicar cómo ni por qué había sucedido, pero era evidente que esta enemistad era más que una simple disputa entre dos criaturas poderosas.

A medida que pasaban los años y los siglos, la rivalidad entre los dos dragones solo se intensificaba, alimentada por el orgullo herido, la sed de venganza y el deseo de probar su superioridad sobre el otro. Ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder terreno, y cada encuentro solo servía para avivar las llamas de su enemistad.

A pesar de sus diferencias, sin embargo, los dragones seguían siendo iguales en muchos aspectos. Ambos compartían una determinación inquebrantable, un sentido del deber y un respeto por el poder del otro. Pero estas similitudes solo servían para alimentar el fuego de su rivalidad, recordándoles constantemente que solo uno de ellos podría salir victorioso en esta contienda eterna.

Y así, el destino había sido sellado en un día de tormenta y destrucción, condenando a estos dos seres a una lucha sin fin hasta que uno de ellos finalmente prevalezca sobre el otro.

Cumbre de las facciones.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Mi razón de existir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora