Todo era oscuridad, no había nada alrededor, solamente estaba el cuerpo de Tanin que caía en un vacío infinito. Su cuerpo no presentaba ninguna marca de daños por su reciente pelea, estaba ileso, sin embargo, su mente estaba apagada, estaba inconsciente. Flotaba sin rumbo en esa negrura infinita, sin la más mínima señal de vida en sus ojos cerrados.
A medida que caía, el silencio absoluto lo rodeaba, un silencio tan profundo que parecía tangible, como una manta pesada que lo envolvía por completo. No había ruido, no había luz, no había nada. Tanin, el imponente dragón que había conocido el poder y la gloria, ahora era solo una figura perdida en la inmensidad de la nada.
Mientras seguía descendiendo, su conciencia permanecía ausente, atrapada en un sueño sin fin. No había pensamientos, no había emociones, solo un vacío abrumador. Sin embargo, en ese estado de inconsciencia, una pequeña chispa de su ser luchaba por encenderse, una diminuta luz de esperanza que se negaba a ser extinguida por completo.
Esa chispa, aunque débil, era un recordatorio de su verdadera naturaleza, de su fuerza y de su determinación. Era un reflejo de la esencia misma de Tanin, el dragón indomable, que aún en la oscuridad más profunda, se resistía a ser consumido por el vacío.
Tanin despertó de repente, su respiración agitada y su mente nublada por la confusión. Abrió los ojos y vio la oscuridad infinita que lo rodeaba, una negrura abrumadora sin fin ni horizonte. Intentó mover su cuerpo, pero un dolor profundo y persistente lo mantenía rígido. Era un dolor que no provenía de heridas físicas, sino de algo más profundo, como si su propio ser recordara cada golpe recibido en el enfrentamiento reciente.
Desorientado, trató de entender lo que había sucedido. Fragmentos de la lucha volvían a su mente: el ser imponente conocido como Hakaishin, la abrumadora sensación de impotencia al no poder asestar ni un solo golpe, y el dolor que le hizo sentir como si hubiera muerto y resucitado al instante. Cada recuerdo lo llenaba de una mezcla de frustración, miedo y desesperación.
Tanin: ¿Dónde estoy?
Murmuró, su voz resonando débilmente en la vasta oscuridad. No había respuesta, solo el eco distante de sus propias palabras. Intentó calmarse, respirando profundamente para centrar sus pensamientos y buscar alguna forma de orientación.
Cerró los ojos por un momento, intentando concentrarse en su propia energía, en su ser interior. Pero cada vez que lo hacía, la imagen del Hakaishin volvía a su mente, una figura de poder y destrucción que parecía estar grabada en su conciencia. Abrió los ojos de nuevo, decidido a no dejarse consumir por el miedo.
Intentó incorporarse, pero su cuerpo seguía sin responderle como él quería. Sentía que cada movimiento era una lucha contra una fuerza invisible que lo mantenía atrapado. Sin embargo, no podía quedarse allí, flotando en la nada, esperando que algo sucediera. Tenía que encontrar una manera de salir de ese lugar, de comprender lo que había ocurrido y cómo había llegado allí.
De repente, entre la infinita oscuridad, una voz llegó a sus oídos, suave y reconfortante, una melodía en contraste absoluto con la distorsionada y terrorífica voz del Hakaishin que aún resonaba en su mente. La voz parecía envolverlo con una calidez que le daba una pizca de esperanza y calma en medio de su confusión.
El dragón giró la cabeza, tratando de localizar el origen de aquella voz tan reconfortante. Sus ojos, acostumbrados a la oscuridad, no podían ver más que sombras. Sin embargo, la presencia de esa voz le dio paz y armonía
¿?: ¿No crees que fue muy excesivo lo que hiciste?
¿?: Oye yo solo me defendía de una lagartija irrespetuosa...
- De repente, el sonido de un seco golpe resonó en la oscuridad
¿?: Te lo mereces!!!
- Un perdido Tanin miraba por todos lados tratando de ubicar el origen de las voces, pero no había nada, solo oscuridad. Sin embargo, una poderosa y brillante luz se hacía más y más fuerte en lo que parecía ser el final de lo que antes creía que era una caída infinita. La brillantez de la luz cegó los ojos de Tanin, haciéndolo entrecerrar los párpados mientras intentaba ajustar su visión a la intensa luminosidad.La luz lo envolvió por completo, disipando la oscuridad que lo había rodeado. Tanin sintió como su cuerpo era elevado, flotando hacia aquella fuente de luz que ahora lo bañaba en una calidez reconfortante.
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Mi razón de existir
Random¿?: Oye Elohim, ¿crees que debería morir? Elohim: ¿Por qué dices eso? ¿?: Mi vida no tiene sentido, he estado aquí por no sé cuanto tiempo, soy incluso más antiguo que tú, y aún así no sé qué sentido tiene mi vida... Elohim: Nirvana... sólo tú pued...