La agitación posterior a los eventos en el inframundo no tardó en hacerse sentir. Los días pasaron velozmente, pero la ola de problemas y responsabilidades que trajeron consigo parecía interminable. En medio del caos generado por la traición y la muerte del heredero Astaroth, así como por el desafortunado final de Shalba Beelzebub, el ambiente en el inframundo se volvió tenso y lleno de incertidumbre.
Los líderes demoníacos se vieron obligados a lidiar con una montaña de papeleo y trámites legales, tratando de restaurar el orden y la estabilidad en medio del desorden que dejaron los recientes acontecimientos. Las disputas internas y las tensiones entre clanes no hicieron más que complicar las cosas, dejando entrever grietas en la frágil paz que se había mantenido hasta entonces.
En medio de este torbellino de problemas, era crucial para los líderes demoníacos mantener la calma y tomar decisiones estratégicas para salvaguardar el equilibrio de poder en el inframundo. Cada movimiento debía ser calculado con precisión, pues cualquier error podría desencadenar consecuencias devastadoras para todos los involucrados.
La oficina de Serafall, la reina Leviatan, era un caos absoluto. Montones de papeles cubrían cada centímetro de su escritorio, se apilaban en el suelo y algunos incluso habían sido descartados en un cesto de basura. La reina demonio se encontraba inmersa en una maraña de informes, contratos y documentos legales, tratando de poner orden en medio del desorden.
Con una expresión concentrada, Serafall revisaba cada documento con minuciosidad, tomando notas y haciendo anotaciones en el margen mientras intentaba mantenerse al día con la abrumadora cantidad de trabajo. A su lado, Nirvana observaba con preocupación la escena, consciente del enorme peso que recaía sobre los hombros de su amada.
A pesar del desafío que representaba el papeleo, Serafall mantenía la compostura, enfocada en cumplir con sus responsabilidades como reina demonio. Sabía que cada decisión que tomara tendría un impacto significativo en el futuro del inframundo, por lo que se esforzaba al máximo por garantizar que sus acciones fueran sabias y bien fundamentadas.
Serafall: Cariño, voy a morir...
Nirvana: No moriras, Serafall.
Serafall: Llevo haciendo papeleo por una semana sin tener descanso, también tengo vida...
Nirvana: Ya te he dicho que tanto yo como Rossweisse podemos ayudarte, y te negaste.
Serafall: Es que son mis responsabilidades como reina, cariño.
Nirvana: Entonces no te des por vencida tan pronto...
- Con un ligero chasquido por parte de Nirvana, todo el desorden en la oficina sería rápidamente resuelto por una ligera oleada de energía.
Nirvana: Trata de mantener en orden éste lugar, no siempre estaré ordenando.
Serafall: Lo lamento, cariño... creo que necesito un descanso. ¿Podrías preparar un café, por favor?
Nirvana: Claro claro.
- Ambos bajaron hacia la sala de estar, Nirvana fue directamente hacia la cocina mientras que Serafall tomó asiento en el sofá al lado de Rias.
Rias: ¿No crees que te estás esforzando demasiado, Serafall-sama?
Serafall: Rias-chan, es el precio que tengo que pagar al haber tomado el puesto de reina Leviatan...
- Una taza llena de café rápidamente fue puesta delante de Serafall en una pequeña mesita.
Nirvana: Toma el café y ve a dormir un poco, llevas despierta dos días seguidos.
Serafall: Gracias, cariño.
- Mientras Serafall disfrutaba del reconfortante sabor del café preparado por Nirvana, el ambiente se llenaba de una calma relajante. Las conversaciones fluían con naturalidad entre los tres, compartiendo anécdotas y reflexiones sobre los últimos acontecimientos en el inframundo.
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Mi razón de existir
Random¿?: Oye Elohim, ¿crees que debería morir? Elohim: ¿Por qué dices eso? ¿?: Mi vida no tiene sentido, he estado aquí por no sé cuanto tiempo, soy incluso más antiguo que tú, y aún así no sé qué sentido tiene mi vida... Elohim: Nirvana... sólo tú pued...