Capítulo 49: Quemando con entusiasmo

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Escenas anteriores a este capítulo: 

¡Marian está convencida de que finalmente ha encontrado el hechizo para devolver a Derke a su estado normal de dragón! Por supuesto, vuelve a fallar y el hámster se transforma en... ¡Un hombre!

En la actualidad:

Tuck y Pequeño Juan jugaba con Derke abajo y Robin practicaba con su arco desde su habitación en compañía de Marian.

- Es sencillo darle a un objeto que está en total quietud - dijo la princesa, Robin bajó su arco y aún sosteniéndolo con la flecha lusta para disparar la miró, ella pasaba las páginas de su libro de hechizos sentada en el suelo con las piernas cruzadas. 

- ¿Crees que podrías hacerlo? - preguntó alegremente y Marian levantó la vista solo para sonreirle y volver a lo suyo. 

Robin también se concentró, fijó una rama lejana como la diana y respiró profundo, despejó su mente y pronto solo aquel punto estuvo en su mente y cambio de visión. 

- Solo digo que deberías practicar con algo que se mueva para mejorar, generalmente disparas a gente corriendo - la voz de Marian casi lo asusta, esta vez no bajó el arco, lo mantuvo listo y con la mirada siguió una pequela avecilla que aleteó lejos de su nido. 

- ¿Quieres decir algo que pueda volar? - movió la punta de la flecha en dirección al pájaro. Marian vio lo que estaba haciendo y habló preocupada con un tono inesperadamente dulce e infantil.

- Por favor, Robin, no le hagas daño - el arquero apartó la vista del animal. Caminó hasta ella y después de guardar su arco y flecha en su espalda se sentó a su lado. - Pensé que no matabas animales - él la tomó por el mentón y al ver sus tiernos ojos recordó que esa mañana le pidió permiso para descansar en su hamaca con la timidez de una niña pequeña, la docilidad de su corazón era algo que algunas veces la asombraba, estaba acostumbrado a verla fuerte y decidida.

- Y no lo hago a menos de que tenga una buena razón. *

- ¿Y cuál era tu buena razón esta vez?

- Creí que me lo estabas pidiendo - Marian iba a decirle que no, que se equivocaba, pero Robin, riendo, se adelantó - Sé que tampoco te gusta la idea.

La princesa observó entonces los pájaros que volaban libres, deseó ser uno de ellos solo para revolotear en la habitación de Robin y volver a su nido cada atardecer y despertar temprano para hacer lo mismo. Quizá aquella rutina podría ser agradable durante la calidez del verano y primavera, pensar que debería migrar en las estaciones frías le hizo abandonar la idea. 

- ¿Nos veremos en invierno? - preguntó absurdamente.

- Por supuesto, si no viajas para ver a tu tía abuela no veo por qué no.

- ¿Nunca viajas para ver a tu padre? - Robin pareció pensarlo, respiró profundo, la abrazó y dejó un beso en su cabello. 

- Por ahora no, él prometió decirme cuando fuera seguro para nosotros regresar. En el momento en que nos envió aquí para alejarnos de la guerra lo que más deseaba era recibir su carta tan pronto como fuera posible, pero ahora las cosas son distintas, mi vida está aquí. 

- Robin, no quiero ser la razón por la que no veas a tu padre. 

- No será permanete - explicó con tranquilidad - Quiero quedarme aquí pero siempre puedo ir de visita. 

- ¿Crees que algún día yo lo pueda visitar junto a ti? - la mirada que le regaló lo hizo sonreir. 

- No hay nada que me haga más feliz que tu idea, y nada que me destruya más que romper tu ilusión, pero no será posible en un futuro cercano, la guerra es el motivo por el que nos mantiene alejados, cuando ese asunto se solucione podremos ir. 

Juntos en Sherwood - Una Promesa para TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora