He visto cosas muy extrañas en mi vida; uno de mis mejores amigos se convierte en cualquier animal que quiera. Pero un caballo de sombras atacando duendes estaba en mi top de cosas extrañas. Kira, según Equus, aplastaba a los duendes con sus patas como si fueran juguetes. Al ser una sombra, los duendes lo atravesaban, pero Kira los podía tocar.
Equus me sostuvo por detrás y me arrastró hasta un edificio cuya ventana estaba destrozada. Parecía ser una tienda de artículos de la universidad, pero no estoy seguro ya que la sangre empieza a nublar mi vista. Equus toma unas camisetas y trata de limpiarme las heridas.
—No sé mucho de curación —confiesa.
—El brazo izquierdo me está matando —le digo.
Equus revisa y su cara se vuelve transparente.
—Te mordieron y se ve el hueso. —El pobre chico estaba al borde del desmayo. Para ser un sacerdote de Plutón, el dios de la muerte, tiene una tolerancia a la sangre muy mala—. Yo puedo. No me voy a desmayar. Voy a revisar atrás si hay algo para limpiarla al menos.
Equus camina al área del personal cuando una rata cruza por sus piernas y este brinca de susto, provocando que caiga en una trampa que lo sujeta de la pierna, boca abajo. Milagrosamente, su máscara no se cae.
—¡Ayuda! —grita.
Noto como la rata camina hasta mi lado sin tenerme miedo; algo en ella se me hace familiar. El animal se sube a mi pecho, como si fuera mi mascota.
—¿Te conozco? —le pregunto y parece que esta asiste con la cabeza—. ¿Frank?
—Se me sube la sangre al cerebro —se queja Equus.
—¿Praetor Frank? —Una chica se asoma por la puerta de atrás a la cual iba Equus—. ¡Campistas vivos!
La rata hace sus ruidos para llamar la atención de la chica. Esta se acerca a mí con su camiseta SPQR. Tiene el cabello oscuro en una coleta de caballo, además de unos ojos oscuros, mejillas altas y una nariz larga. Esta acuchilla la cuerda de la que está Equus, haciendo que caiga de cabeza.
—Eso me dolió —se queja.
—¿Cómo caíste en una trampa para monstruos pequeños? —comentó la chica —. ¿Pesas tan poquito?
—En lugar de hablar de mi peso, revisa el brazo de mi compañero.
La chica se acerca a mí y a la rata, que al parecer es Frank.
—¿Los chaneques hicieron esto? —pregunta.
—¿Chaneques?
—Los duendes que están merodeando por el campamento son monstruos mexicanos que se llaman chaneques. O al menos eso dicen los campistas de allá. —La chica mira a Equus—. Usted, deja de llorar y ayúdame a llevarlo hasta con Pranjal.
Entre los dos me llevaron de los hombros y la rata nos guió por delante de nosotros. Frank nos guió por una escaleras que estaban detrás en el armario de empleados. No sé si era porque está perdiendo mucha sangre, o que el camino fue extremadamente largo, pero casi no logro mantenerme despierto. Llegamos a lo que parecía un área de evacuación donde muchos campistas estaban ayudando a los civiles y heridos.
—Pranjal, lo atacaron los chaneques. —gritó la chica, y un muchacho con bata blanca llevó una camilla donde me acostaron.
—Apenas lo trajeron, Claudia, sino hubiera perdido el brazo.
El doctor inyecta algo en mi brazo y caigo ante el sueño.
**
En mi sueño, estoy cayendo por el vacío, donde todo parece oscuridad. Cuando aterrizó en un lugar donde el piso está cubierto de agua. Justo donde estoy parado una luz azul ilumina mi alrededor.
—¿Dónde estoy?
—Percy. —Veo a Annabeth a unos 5 metros de mí—. Debes buscarme.
—Anna, ¿dónde estás?
—Donde nacen las estrellas.
**
Despierto cubierto de sudor. Equus y Frank, la rata, me están observando muy preocupados. Equus, con su máscara de caballo, me sigue poniendo los pelos de punta.
—Deberías revisarte, porque babeas mucho al dormir. Tu almohada está asquerosa —me dice Equus—. El praetor Frank lo confirma.
—Entonces si eres tú, Frank.
—Claudia me contó que toda Nueva Roma fue atacada. Solo que una parte de los campistas pudieron huir gracias a Frank. El praetor sostuvo pelea con unos de los magos, lo suficiente para que los hijos de Vulcano activarán las salidas al refugio; pero Frank fue maldecido. Ya no puede volver a su forma original.
—¿Y Hazel? ¿Annabeth? —Frank se encogió e hizo un sonido de tristeza.
—Muchos están desaparecidos; no se sabe si huyeron al bosque o si los atraparon los magos.
—¿Atraparon?
Claudia llega a mi camilla junto a un chico que me recordaba mucho a Beckendorf, mi amigo que se sacrificó en la batalla de Manhattan. Su piel oscura con su cuerpo musculoso me daba vibras de ser un hijo de Vulcano.
—Esos magos llegaron como sombras después de la onda y atacaron a muchas personas. Sus hechizos los transformaban en seres de luz que después desaparecen como humo —contó Claudia—. Atacaron millones de civiles, mas no a los semidioses. Hasta que nadie más quedó, fueron tras nosotros. Terminus fue la primera barrera, pero él también cayó, solo que en lugar de ser luz se convirtió en esta especie de cristal.
—Yo estaba tratando de abrir una de las puertas cuando pasó lo de Terminus —agrega el chico—. El mago, al ver el cristal, dijo: "Esto ayudará a mi señor", y fue detrás de Frank.
—Este es Blaise, hijo de Vulcano —le presentó Claudia—, y yo soy Claudia, hija de Cardea.
Voy a actuar como si supiera quién es Cardea. Ya tengo suficiente con saberme los nombres de los griegos. Por el momento, solo me preocupaba Annabeth y mi familia.
—¿Ustedes saben si una chica llamada Annabeth, hija de Atenea, está aquí? —les pregunto y les empiezo a describir a Annabeth.
Blaise va a buscar una lista con los nombres de las personas que han encontrado, pero en ninguno logró encontrar sus nombres. Sentí un vacío en mi corazón, y mis lágrimas empiezan a caer. Frank se esconde en mi pecho y trata de mejorar el ánimo. Sus bigotes me hacen cosquillas.
—Tuve un sueño con Annabeth, me decía que la buscara donde nacen las estrellas.
—¿Hay un lugar de esos? —pregunta Claudia.
—¿El tartaro? —comenta Blaise
—No —dice Equus—. Esto me suena a algo fuera de nuestro alcance. Algo que existe por fuera de los mitos y la magia. Existe una leyenda entre los sacerdotes de Plutón de un héroe que al morir, viajó hasta donde se crean las estrellas y encerró en su corazón al Caos. De él, nació la oportunidad de las almas de renacer y volver a empezar. Aunque no sé la leyenda completa. Pero podría preguntarle a unos de los mayores sacerdotes.
—No tienes que hacerlo, Equus.
—Percy, algo me dice que alguien me mandó a protegerte. Yo le pedí a Plutón que no me dejará en las sombras, que me dejara ayudar a alguien y siento que él me guió hasta ti.
Frank salta hasta el hombro de Equus.
—Nosotros también te protegeremos. Frank nos habla mucho de ti y de Jason —agregó Claudia.
—Apenas tenga algo de información, vendré y sabremos cómo actuar. ¡Es hora de dejar las sombras!
Entonces, Equus se quitó la máscara.
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Myth & War
FanfictionAlabaster y Setne han vuelto con su venganza y todo el mundo de las mitologías cae ante su poder. Solo Lester, Percy, Magnus y los Kane son capaces de descubrir sus planes y traer el orden al Cosmos. Con la ayuda otras mitologías, ¿podrá volver a la...