Leo se desplomó, cayendo justo donde yo estaba sentado. Debo decir que los flacos duelen más cuando te caen encima ya que sus huesos te pueden causar mucho dolor en los nervisos. El hijo de Hefesto parpadea varias veces para tratar de comprender dónde está. Todos los demás, en lugar de ayudarme, se quedan mirando fijamente a Leo.
—¿Dónde estoy? —pregunta Leo.
—Tiene razón mi prima —comenta Ayla—. Es más feo de cerca.
—Mi espalda no me dolía así desde el Argo II —se queja—. ¿Y esta gente? ¿Y este pájaro?
—Leo, estuviste fuera un tiempo —le explica Percy—. ¿Qué recuerdas?
—¡Maldita sea! —grita Leo—. Los artefactos de Quetzal. Debo terminarlos...
Leo mira cómo sus creaciones están en el piso. Agarra un broche de jade y se lo queda examinando con detenimiento.
—¿Ya los terminé?
—Sí, ese pájaro te poseyó para que trabajaras sin parar —comenta Percy—. Ya debes estar acostumbrado.
—Al menos no quemé ninguna ciudad esta vez.
—¿Y cómo funcionan esas cosas? —pregunta Sadie, acercándose a una.
—¡NO! —Percy la detiene—. Esa cosa es peligrosa.
Antes de que pudiéramos preguntarle qué pasaba, se escuchó un silbido y, de repente, unos tambores empezaron a sonar. No podía escuchar nada más que un sonido triunfal de llegada. Era una canción de ataque o, más bien, de advertencia. Estas personas no tenían miedo de demostrar su ubicación porque saben que no tienen nada que perder.
Esta melodía me hipnotiza y salgo a la calle a felicitar a sus músicos. Los escucho desde los techos, pero no los veo. Se esconden entre las sombras de la noche, aprovechando que la luna está tapada para jugar al escondite. Ya entiendo; quieren vernos antes de que los veamos. Ayla me dice que vuelva, pero yo solo quiero rodearme de las sombras con sus tambores y liras.
Percy, Sadie, Carter y Magnus se me unen mientras que los demás se quedan observando desde el hueco que hicieron con el auto. De pronto, el golpeteo de los tambores se detiene y da paso al silbido de flautas en su lugar. Una sombra sale de su escondite y un chico vestido con gabardina negra y una máscara de piedras preciosas camina hacía nosotros. Saca un estandarte con una bandera azul decorada con un colibrí y la coloca en el suelo. Apenas lo hace, un campo de fuerza se expande alrededor de la ciudad.
—El ejército de Huitzilopochtli declara a esta ciudad como base de operaciones —dice el chico.
—¡LARGA VIDA AL QUINTO SOL! —Ya no son sombras; ahora puedo ver a los jóvenes en el techo.
Todos usan una máscara de piedras preciosas que representan animales, personas, monstruos, lo que imagines. Algunos, los de mayor rango, tenían las más detalladas hasta con plumas gigantes que los hacían ver enormes.
Un chico sin máscara, pálido como la luna, apareció detrás del chico de negro y corre hacia nosotros. Magnus lo ve y también va hasta él.
—¡Hearth! —Se reencuentran y se abrazan.
—Ejército, revisen el perímetro. —Los jóvenes vuelven a desaparecer en las sombras, pero el que parece su líder se acerca a nosotros—. ¿Ustedes son los cinco enviados del Cosmos?
En ese caso, si el Cosmos me hubiera enviado, me habría gustado que me lo dijera.
—Eso creemos —comenta Carter—. Carter Kane, líder de los magos egipcios.
—Mic, líder de la subdivisión 64 del ejército de Huitzilopochtli. —Ambos se toman de la mano—. Me alegra que estén bien. Si hubiéramos llegado y ustedes no estuvieran aquí, la serpiente no me hubiera dejado volver. Tuvimos ayuda de ese elfo para encontrarlos más fácilmente.
—Yo soy Sadie Kane, también líder de los magos egipcios. Mi hermano es la cara para que le echen la culpa, pero yo soy la mente maestra.
Mic se ríe ante su comentario y también le da la mano.
—Me recuerdas a mi hermanito, Sadie. —Mic se dirige a Percy—. ¿Y tú?
—Percy Jackson, hijo de Poseidón. Y parece que representante de los semidioses griegos y romanos.
—¡¿Los semidioses siguen vivos?! —pregunta Mic, muy sorprendido—. Quetzalcoalt dijo que todos mueren a los 14 años. Pensamos que ya no existían.
—Tranquilo que este... —Percy apunta hacia mí. —, se encarga de mantener a nuestra gente viva.
—Aww, ¿lo dices por mis poderes de curación? —le pregunto.
—No, porque te la pasas teniendo hijos. Tu cabaña siempre está llena. —comenta—. Cada verano llegan como unos cuatro.
—No entiendo —dice Mic.
—Perdón, no me he presentado. —Hago una reverencia y tomo la mano de Mic—. Soy Apolo, el dios Apolo. Me puedes decir Lester.
Mic se empieza a reír a carcajadas. Se agarra la panza y se quita las lágrimas de los ojos. Percy le sigue y entre los dos parecen a punto de orinarse de la risa.
—¿Apolo? ¿El casanova? Ya entiendo porque todas tus novias huyen de ti.
—Estoy en modo humano para que ustedes, mortales, no se desconcentren con mi belleza en estos momentos de penurias. —En eso, parece Ayla detrás de mí.
—Si le están haciendo bullying a Lester, deben invitarme.
—Debo ir a ver a las tropas. Están desesperados por sus artefactos —comunica Mic—. Descansen esta noche, mañana nos dirigiremos a la base en el cielo.
—¿En el cielo?
Los cinco nos quedamos observando a la luna gigante y los castillos flotando en el cielo. Era obvio que algo se escondía ahí. Se siente un aire frío; la poca luz que se puede ver proviene de la luna tapada como un eclipse.
—¿Ahí están los ángeles? —pregunta Percy, ya que según la teoría de Sadie, en esos castillos se encuentran los prisioneros y los ángeles que se negaron a seguir a Alabaster.
—Estoy casi segura, pero según Gabriel, ahí no está Alabaster —replicó Sadie.
—¡Mal evocados! —grita Leo en español. Tiene una caja llena de sus creaciones mientras los aztecas tratan de tomar un artefacto.
—¡Habla bien, vendepatrias! —le grita un azteca—. Duolingo es gratis.
—¿Le ayudamos? —pregunto.
—No. —Nos fuimos a dormir.
Nos tocó dormir en la sala. Hubiera estado bien si no fuera por el hueco en la cochera. La temperatura bajó rápidamente y, aunque estuviéramos todos apretados, el calor no llegaba. Jason, el gato, decidió que yo sería su calentador y se acostó en mi pecho.
A pesar del frío, todos parecían dormir con apaciguamiento, menos Ayla, quien temblaba como un chihuahua. Me acerqué para darle un poco de manta, pero Jason estaba muy gordo.
—¡Ayla, despierta! —Ayla abre sus ojos como platos—. Perdón, te asusté. Estabas temblando. Acércate.
Ayla, medio dormida, acerca su saco de dormir. Jason se pone entre los dos y entre los tres entramos en calor.
—Antes esto no me pasaba —me dice en un susurro para no interrumpir el sueño de los demás—. Siempre estaba caliente; nunca sentí frío hasta un día. Ahí supe que a mi papá le habían quitado su puesto.
—Ayla. —Tomo su mano congelada—. Prometo que traeré a tu familia el honor que perdieron por mi culpa.
—No es tu culpa que los romanos sean tan brutos como para nosaber unos dos nombres más de dioses.
—No debí dejar que eso pasara — le confieso—. Jason, el semidiós, me hizo jurar que recordaría siempre lo que es ser humano, y no hay algo más humano que honrar a tu familia.
Una lágrima sale de sus ojos marrones y dormimos con un gato entre nosotros. Mañana nos tocaría subir a los cielos y buscar a Alabaster.
ESTÁS LEYENDO
Myth & War
FanfictionAlabaster y Setne han vuelto con su venganza y todo el mundo de las mitologías cae ante su poder. Solo Lester, Percy, Magnus y los Kane son capaces de descubrir sus planes y traer el orden al Cosmos. Con la ayuda otras mitologías, ¿podrá volver a la...