¿Ya dije que los Kane son ricos? -Magnus

14 1 8
                                    

Imagínate estar muy débil; puede que hasta con fiebre,; y que, de pronto, una luz muy brillante te pegue en la cara. Imagina además que tu compañero de habitación fue abducido por la luz. Sí, lo sé, muy raro; yo creía que estaba en un sueño, así que fui a buscar a Carter, Sadie y Dana. La casa seguía muy brillante comparada con nuestra llegada. No fue hasta que llegué a la habitación de Sadie que me di cuenta de que no había techo.

—¿Estoy soñando? —pregunto y los demás niegan con la cabeza—. ¿Eso significa que tengo cuarto para mí solo?

Después de eso, llenamos el auto con suplementos de supervivencia. Los Kane decidieron que tendríamos que ir a Indianápolis. Yo me quedé en el auto esperando, ya que mis pies siguen doliendo de los vidrios. Traté de curarme, pero Dana no me dejó. Parece que aún sigo con los efectos de la droga. Los demás se montan y Sadie saca un palo con forma de boomerang.

—¿Lista? —pregunta Carter.

—¡Lista! —Sadie invoca unos jeroglíficos: uno con forma de bote, otro de una mano y otras figuras geométricas—. Abróchese los cinturones.

¿Alguna vez han estado en una montaña rusa? ¿Han experimentado esa sensación de estómago vacío que está a punto de salir por tu boca? Bueno, sentí eso, pero mil veces peor. El auto, que era mágico, empezó a andar a una velocidad extrema. Ni siquiera podía ver fuera de la ventana porque todo pasaba tan rápido. Mi instinto me dijo que pusiera una mano en el pecho de Dana para evitar que saliera volando para adelante.

—¿Cómo sabremos que ya llegamos? —pregunto.

—Ni idea —responde Sadie—. Solo una vez vi a nuestro tío usar este hechizo y no fue en un automóvil.

Espero que lleguemos a Indianápolis y no a la India. De pronto, el carro empezó a bajar la velocidad, pero no lo suficiente. Cuando nos dimos cuenta, había una pared enfrente de nosotros. Carter trató de frenar, pero de nada sirvió porque terminamos atravesando la pared de todas formas. El polvo del muro se me metió en los ojos, pero al menos Dana está bien.

—¿Carter? ¿Sadie? —los llamo.

—Estamos bien —dice Carter—. Dana nos protegió.

—¿Quién está ahí?

Esa voz yo la conozco.

Del polvo, una silueta con una espada aparece. Una ráfaga de viento dejó que lo observara mejor. Él y yo hacemos contacto directo. Me lanzo del auto y corro hasta Percy Jackson.

—¿Magnus? —Deja caer su espada y corre hacia mí—. ¡Estás vivo!

Bueno, no sé qué tan vivo se puede decir que estoy, considerando que morí por culpa de mi tío y que estoy aquí gracias a que fue una muerte heróica. Pero, detalles; digamos que sí estoy vivo.

—Es una muy larga historia, pero sin estos millonarios no lo hubiera podido lograr.

Los Kane bajan del auto con Dana;esta última sale vomitando del auto.

—¡Carter! ¡Sadie! —Percy abraza a los hermanos—. Me alegra que estén aquí.

Percibo un poco de tristeza en la voz de Percy. Annabeth siempre dice que Percy o está enojado o feliz, la mayor parte juguetón. Pero ese Percy que me entrenó hace un tiempo se ve apagado. Ya no es esa playa soleada donde todos juegan; ahora es un océano a mitad de la deriva. Solitario y sombrío.

Dana se acerca a Percy y lo examina con detenimiento. El hijo de Poseidón solo se queda viendo a la extraña chica que lo observa con sus penetrantes ojos azules. Como siempre, este no dice nada. Dana acerca su dedo hasta la nariz de Percy.

—Poop —dice.

—Ella es Dana —explico—. Es una diosa celta muy antigua, pero está en modo ahorro de poderes. Créeme, es más inteligente de lo que parece.

Entramos en la casa y nos reciben dos señoras preocupadas por el muro. Antes de que nos digan algo, les comunico que el chico de rizos es millonario. Entonces, todos quedan tranquilos, menos Carter.

—Amigos, estos son Magnus, Carter y Sadie. —Nos presenta Percy—. Magnus es un semidiós nórdico; Carter y Sadie son hermanos y magos egipcios.

Percy nos presentó a sus compañeros de aventura: Lester, también conocido como el dios Apolo (ni idea quién es), Ayla, Frank, Leo y Piper. Jason, el gato, se empezó a restregar con mi pierna. Es tan peludo que no pude evitar darle un besito.

—Gato vendido —le dice Lester y Jason le bufa.

—¿Qué saben ustedes de lo que está pasando? —pregunta Sadie y así nos pusimos a cruzar información.

De algo estamos seguros: Carter, Sadie y yo éramos parte de los originales. Las otras dos personas tendremos que encontrarlas, si es que ya no están en la habitación con nosotros. ¿Pero quiénes podrían ser? Dana estaba muy ida en la casa, buscando algo en los rincones. Ayla se le quedaba viendo extrañada.

—Siento que la conozco —confesó—. Pero no recuerdo de dónde. ¿Dijeron que era celta?

—Sí, la diosa madre; pero no es muy conocida —explica Sadie—. También es la guardiana de Excalibur, la dama del lago.

La cara de Ayla se volvió pálida como un fantasma. Lester le agarra del hombro y revisa su temperatura. Parece que es muy atento con ella, ¿serán hermanos? Creo que los Kane me traumaron.

—¿Dónde está la espada? —pregunta Ayla.

Sadie saca a Excalibur de su vaina; me sorprende que semejante espada sea tan cutre. Me pregunto qué pensará Jack de ella. ¿Le gustaría como le gustó la de Percy? Hablando de Jack, le gustaría estar aquí definitivamente.

—Ustedes se conocen. —confirma Sadie—. Excalibur te llama Morgana.

—Yo estuve ahí una vez que se reunieron los originales hace mucho tiempo. Mi hermana Circe estaba insoportable, así que tomé una nueva forma y me fui a tierras lejanas. Me encontré con Merlín, y él me llamó Morgana —nos cuenta Ayla—. Llegamos a la corte de un joven Rey Arturo. Ahí Merlín le explicó la leyenda de los originales y este se puso a buscar las otras almas.

—¿Lo consiguió? —pregunta Percy.

—Sí, supimos quiénes eran todos; pero justo cuando los íbamos a reunir, los ángeles se llevaron a Perceval.

—¿Así que no sabes lo que va a pasar cuando los cinco originales se encuentren? —pregunta Carter.

—No, porque no es solo el hecho de juntarlos, sino que se necesita un artefacto mágico que una las piezas dentro de estos para despertar el verdadero poder. Por eso Arturo quería el Santo Grial. Al momento que Perceval lo encontró, los ángeles se los llevaron.

—¿Juntar sus almas? —pregunto—. ¿Eso nos mataría?

—Sinceramente, no sé. —Ayla observa a Dana—. Pero ella sí.

—¿Oye, por qué no me dijiste que eras aprendiz de Merlín? —pregunta Lester.

—¡A ti qué te importa!

—Entonces, ¿hay que buscar el santo grial? —pregunta Percy.

—Con cualquier objeto con la habilidad de recolectar almas estaría bien.

De repente, un chico con un colibrí en la cabeza entra a la sala, tirando un montón de artefactos a su paso, entre ellos, cantidades inmensas de bolígrafos dorados, relojes y broches con piedras preciosas. El colibrí vuelve a ver a Ayla y mueve la cabeza.

—El ejército de Huitzilopochtli ya viene —nos comunica.

Myth & WarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora