TREINTA

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Estoy en mi habitación admirándome en aquel espejo que tanto odio, aquél al que le había conseguido a Lura por causa de su capricho. Tengo el color de pelo de antes, aquel cobrizo que tanto extraño. En mis ojos avellana no se refleja nada. Estoy vacía. Como si ya no habitara un alma en mí. De repente el espejo dejó de mostrar mi reflejo y se abrió paso a dejar a la vista tres figuras que conozco bien. Efraín está de frente a mí mientras le apunta en la cabeza a dos personas que me dan la espalda.

Killian y Lion

Están ambos de rodillas con la cabeza en alto como si cualquiera de ellos estuvieran dispuestos a recibir el disparo. Yo quiero gritar pero no puedo, o no me escuchan. Empecé a darle golpes al espejo pero fue en vano. Efraín levantó la vista hacia mí y su mirada parece que atraviesa el delgado vidrio del espejo.

-¿A quien salvas, Verena?- me dijo- ¿Será al traidor de mi hijo o al bastardo de pelo blanco?- Sonrío- Tic tac

No. No. No

Tengo que pensar en un plan, tengo que...
Un fuerte ruido salió de su arma haciendo que la bala impacte directamente en la cabeza de su hijo. Un segundo después, su cuerpo sin vida yacía en el piso.

-Tardaste mucho así que hice lo lógico, De todas formas lo conociste hace poco- ladeo su cabeza- De nada, por cierto.

Grité, pero nada salió
Quise ir corriendo junto a él, necesito ver que está vivo, necesito sacarle a Lion.
El pequeño giro su cabeza hacia mi

-Me mentiste- me dijo- ¡Me mentiste!. Solo, ¡me dejaste solo!- Salió corriendo hacia la dirección contraria mientras Efrain se ríe fuertemente.

Empecé a desesperarme y a golpear el espejo cada vez más fuerte. Lo único que provocó es que este se rompa en mil pedazos, varios de sus vidrios se incrustaron en mis manos haciendo que la sangre empiece a salir de mis nudillos. Pero no es dorada, sino roja.

-Eso es lo que siempre tuviste que ser- me dijo su voz en cada pedazo roto del suelo.

El espejo estaba roto en mil pedazos, pero aun así no dejaba de mostrar la escena una y otra vez. No deja de mostrarme el interminable final de la muerte de aquel chico por el cual me estoy volviendo loca. De aquel niño que no pude proteger. Estoy atrapada en mi infierno y no había nadie que pudiese venir a rescatar mi maldita alma.

Abrí mis ojos rápidamente y llevé una de mis manos a la frente, varias gotas de sudor resbalaban por ella. Estoy ardiendo. La fiebre puede ser producto de una infección en mis muñecas y mis pesadillas, la culpa de mi subconsciente.

¿Qué pasa si algo malo le pasa a Killian por mi culpa?, ¿Por qué no se nada de Lion ni de Wratt? , ¿Dónde están?, ¿Dónde se esconden?, ¿Es tan arriesgado comunicarse conmigo?
Un movimiento a mi lado me sacó de mis pensamientos y me hizo que me concentrará en mí alrededor. Todavía sigo acostada en la gran cama de la familia de Grej, una pequeña lámpara alumbra un poco la habitación. Me encuentro mirando hacia el techo mientras un gran brazo me rodea la cintura. Killian está durmiendo a mi lado. En ningún momento lo escuché entrar, eso significa que estaba más cansada de lo normal. Todavía lo estoy pero no creo poder volver a dormir después de haber soñado algo como eso.

No quiero moverme porque no tengo intenciones de despertarlo pero me giro un centímetro con cuidado para poder contemplarlo un poco bajo la tenue luz de la habitación. Su mandíbula está ligeramente apretada haciendo que ésta se remarque más sobre su rostro y todo su pelo revuelto le cae por la cara, tiene una expresión relajada pero de alerta a la vez. Es tan hermoso que podría quedarme toda la noche apreciándolo, me transmite tanta paz que hace que todos los problemas de alrededor sean insignificantes. Hay algo de él que me atrae por completo, como si me hubiese hechizado. Como si mi alma ya lo conociera.

Una Ciudad De Polvo y Huesos [1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora