VEINTE

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-La mirada fija siempre en su oponente, se distraen un segundo y los matan. Si caen de espaldas se dan vuelta lo más rápido que puedan. No le regalen su vida a nadie- dijo Killian mientras nos repartía un cuchillo a cada uno.

El sol me quema la piel. Los muñecos de trapo de solo unos metros nos comen con la mirada. Acordamos seguir con la "vida normal" para no levantar sospechas. Todavía no le había dicho que ya había leído la carta, no sé si puedo. No puedo agradecerle sin sentirme avergonzada por haberlo juzgado, por haber supuesto que era igual a todos los demás.
Me entrega el cuchillo y se detiene un momento.

-Da un paso al frente, muéstrame de que estas hecha- dijo mientras se hacía a un lado para dejarme pasar y me regalaba una sonrisa divertida.

Maldito imbécil, lo hace a propósito. Sé que se está muriendo de la risa por dentro. Todos a mí alrededor fijaron su atención en mí.
Sé cómo hacer esto mejor que ellos. Llevo años entrenando.

Me acerco a la línea blanca marcada en el suelo que me separa bastantes metros del muñeco y me concentro. Dejó de lado los murmullos, risas, la mirada intensa de él y me cierro para mí misma. Solo estamos el muñeco y yo. Mi oponente. Dejó que los recuerdos y el dolor me invadan. Lleno mi mente de todos los recuerdos con mis hermanas, el día que las conocí y la alegría que le dieron a mi vida. Pero solo dura un segundo porque detrás de eso llega todo lo malo y un sufrimiento desgarrador se posiciona en mi pecho. Levantó mi brazo y fijó la vista en sus ojos, contengo la respiración y lo lanzó. Unos segundos después entre los ojos de la figura de trapo está el cuchillo. Justo en la cabeza.

Tardó unos segundos más de lo normal en intentar calmarme, busco sus ojos y los encuentro mirándome de forma intensa, un destello de orgullo pasa rápido por ellos y me dedica una mini sonrisa de lado que yo sola puedo apreciar. Sonrío por ello. ¿Cómo me siento frente a eso?
Me alejo de los muñecos y Killian les pide que pase el siguiente. Mientras él está concentrado ayudando a los demás se me acerca un chico un poco más alto que yo, rubio y con una sonrisa tan falsa como su estúpido ser.

-Hola

No le contesto. Le dedico una mirada esperando que se dé cuenta de que no quiero socializar y se vaya de una vez. Pero parece no darse cuenta.

-Con los chicos nos preguntábamos- hace una seña a dos chicos más detrás de él que al mismo tiempo me saludan con la mano- ¿Cómo hiciste para ser la acomodada del grupo y el nuevo juguete de Killian?

¿Estoy escuchando bien? La ira se empezó a arremolinar nuevamente en el centro de mi pecho. Killian nos dedicó una mirada rápida a lo lejos tratando de evaluar la situación. O mi cara delata mucho y sabe que estoy a punto de matar a alguien.

-¿Se puede saber por qué te admitieron para entrenar?- dije

-¿Perdón?- me miró confundido

-Porque pensé que uno de los requisitos para hacerlo es tener cerebro. Me parece que tenes que hacerte ver...

Se acercó más a mí y su aliento choco mi cara.

-Sos una zorra, desde que te vi llegar sé que algo ocultas. Y ser el nuevo perrito de Killian no te va ayudar a llegar lejos...

No estoy de humor para juegos así que no lo dejé terminar y le metí una piña en la cara. El dolor de mi mano llegó rápidamente pero apenas me molestó. Todos a nuestro alrededor se quedaron completamente callados y dejaron de hacer lo que estaban haciendo. No me concentré en nadie más que en el imbécil que tengo delante. No me iba a dejar rebajar por nadie, nunca más. No esperé a que asimile el golpe que lo golpee otra vez. Llevo sus manos a su cara y gruño por lo bajo. Levantó el puño para pegarme pero una gran mano envolvió la suya y frenó el impacto.

Una Ciudad De Polvo y Huesos [1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora