Una Ciudad De Polvo y Huesos [1]

KILLIAN

El sonido de los pájaros de fondo alivia un poco mi alma. Al verlos volar libres por el cielo me gusta creer que en otra vida seré uno de ellos. Un ave sin preocupaciones ni traiciones, sin un padre bastardo ni un amor maldito.
Intento contactarme con Verena pero no me responde. La sensación de que algo malo está por pasar se apodera de todos los demás pensamientos que pueda tener en la cabeza.
Estoy sentado en el techo del castillo tomándome un momento para poder dejar todo atrás. En mis manos tengo mi diario. Aquel que me acompañó en mis peores momentos.

Palabras, poemas, oraciones. Todas llenas de sentimientos que buscaban salir y explotaban mi pecho. Siempre escribir fue la mejor forma de sacar todo ese dolor de mí. Siempre fue aquel lugar al cual podías contarle todo y nunca te iba a juzgar. Un diario es ese lugar donde están todos tus secretos al alcance de la mano pero nadie lo sabe, nadie creería que puede lastimarte de una forma tan fácil como tomar tu diario y leerlo. Él es el único que sabe todo y nunca te traicionaría por la espalda.
Junto a mi tengo un tacho y dentro de él un montón de papeles que esperan con ansias que me deje caer en el fondo con ellos, al lado de su abismo. Inspecciono una última vez el diario que tengo en mi mano y paso mis dedos por sus rasposas páginas. Hora de dejarte atrás. Hora de hacer las cosas que estuve posponiendo hace rato. Hora de dejarte ir.

A vos, a aquella niña que me acompañó los primeros diez años de mi vida y más, aquella mujer a la que le llegó la muerte por mi culpa. Gracias a vos aprendí a saber lo que es el amor y a sentir que te quieran. Agradezco que te pude conocer y lamento que estés muerta por mi culpa. Es hora de dar paso hacia el futuro. Por vos, por mí y por todos. No quiero que nuestra historia se repita en ningún lugar de esta maldita ciudad. Por qué así estamos, malditos. Malditos por aquellos que condenan por creerse superiores a los demás. Saco el encendedor de mi bolsillo y observó la llama que sale de él un momento antes de acercarlo a aquellas hojas que contienen mis pedazos y las dejó arder. El fuego lo consume lentamente y lo dejó caer dentro del tacho.

-Adiós para siempre- le susurro al viento.

Me quedo mirando cómo se consume y viendo como el viento juega con las cenizas de las hojas alejándolas lejos por el horizonte.
Le digo adiós a mi pasado y hola a mi futuro. Un futuro para cambiarlo y ayudar a encontrar la paz. Un lugar donde Verena pueda sanar la muerte de su hermana y donde yo pueda ayudarla con eso.

Un futuro junto a ella.

Pero me queda una cosa más por hacer antes de dejar todo atrás. Sacó un pequeño objeto de mi bolsillo y lo miró con cautela y dolor. El último objeto de mi pasado que me ata a él. Nuestro collar. Aquel collar que nos uniría para siempre, aquel que nos iba a volver a juntar. Vos te fuiste pero no logré nunca tirarlo. Pero se acabó.

Lo coloco por encima del fuego y dejo que se resbale lentamente de entre mis dedos directo a consumirse entre las llamas. Lo igual dejó de existir el día de tu muerte y hoy termina para siempre. Me alejo del techo y no volteo ni una vez a buscarte. Ya no. Nunca más.

Ajusté mi pistola y pase por la puerta preparado totalmente para la guerra.
Llego al lugar de reunión y ya todos me están esperando. Miro a mi equipo de forma en la que si saben verdaderamente en lo que se están metiendo. Ellos me devuelven la mirada asintiendo como si supieran el origen de mis pensamientos. Nadie dice nada, nadie quiere dar palabras de aliento vacías sin certezas.
Todos se colocan las armas y los chalecos. Repito el mismo procedimiento que ellos y luego se detienen a esperar mi señal. Una señal que lo cambia todo.

Tomo aire dejando escapar todos los últimos recuerdos que me atan a mi anterior vida y después lo largo.

-Vamos- digo y procedemos a salir por la puerta para no volver a mirar atrás.

Con esto, le estoy declarando la guerra a mi padre abiertamente. Y de esto, no hay vuelta atrás.

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Gracias por leer y llegar hasta acá
-Delfi