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HyeJin

Un, dos, tres y un, dos, tres. Cuento los pasos con desespero mientras suena la música, pero no son míos, sino de mi hermano, mi madre y mi padre. No había bailado ni siquiera una canción.

Todo por ser la rebelde que se mezcló entre los guardias, no me ven apta. Maldita sociedad.

Observo a mi hermano, radiante como siempre, él es el protagonista y menos mal que no soy yo, sino hubiese pasado la mayor vergüenza para un miembro de la realeza: Que te dejen sólo en medio del salón de baile. La verdad es que no me importa en nada lo que piensen pero eso traería burlas hacia mi familia, y no quiero que ellos vivan eso por culpa de mis incomodidades.

— Su Alteza. — llama uno de los caballeros, ChanYeol, el mismo que me enseñó unos movimientos con la espada. Me giro a verlo y me sonríe amplio intentando disimular que no habla conmigo.— Tenía pensado invitarla a bailar, pero mis padres están furiosos porque, según ellos, por culpa de usted me han dado suspensión por tres noches. Así que me disculpo, Su Alteza. — baja la cabeza en una corta reverencia y yo hago una igual.

— No se disculpe, ChanYeol. Nuestros padres son muy autoritarios; y aunque me cueste aceptarlo esas son las normas por las que se rige la realeza y el reino... No quisiera que tuviera problemas por mi culpa, quisiera disculparme con ellos pero mi padre me castigaría por ello. — sonrío pacífica y él asiente de acuerdo sin mirarme.— Ahora, me disculpo, no quiero que lo reprendan por hablar conmigo. Con permiso.

— Propio. — sonríe suave y yo paso por su lado para encaminarme hacia el jardín, ocultándome de los ojos críticos.

Al llegar al jardín intento sumergirme en lo más profundo de este para desaparecer de cualquier ojo, caminando y caminando hasta que los zapatos me lastiman. Jadeo de dolor y me siento en una banca de granito, donde puedo descansar de mis zapatos. Miro al cielo y la media luna me ilumina a pesar de no estar completa, suspiro bajando la cabeza e intento pensar en otra cosa que no sea en los constantes cuchicheos de las esposas de los ministros o sus hijas, allí mi mente se ilumina con el ser más precioso que no había pensado desde ayer, en esos ojos grises, cabello gris y piel blanquecina. Sigo fascinada con tal extraña belleza que posee... ¿Cómo se llamaba?...

JungKook, caballero Jeon JungKook. Hermoso como él.

Es extraño que me interese tanto una persona ajena a mí o a mi familia, pero quisiera saber si es parte de ésta o de la familia de algún ministro. Que extraño, no lo ví en el salón ni en ningún lugar de la fiesta cuando caminé por todos lados. No habrá venido a la celebración, sino hubiese estado en ella... Pero, creí que era obligatorio la asistencia de los caballeros al ser mi hermano parte de ellos.

Un silbido se escucha muy cerca de mi posición y me siento atraída por la melodía que compone el sonido. Me levanto aún con el dolor latente y me acerco a ella hasta escuchar una voz angelical cantar.

AMALUNA: El Hijo De La Luna © JKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora