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JungKook

No sé cuánto tiempo ha pasado, solo sé que me siento cansado, mis ojos se cierran de vez en cuando pero intento mantenerme despierto y alerta, no he descansado bien todos estos días y ya me está cobrando.

Relámpago comienza a hacer ruidos extraños y abro los ojos en grande para intentar despertar. Frente a nosotros están tres lobos que nos miran con fijación, me doy cuenta al instante de que son los mismos tres lobos que vi anteriormente, el blanco de ojos azules me ve de manera intensa, el gris de ojos extrañamente purpuras es un poco más curioso, mientras que el color café y de ojos verdes también me ve con precisión.

Le siseo al equino para calmarlo y luego me bajo de su lomo para quedar difícilmente de pie, camino unos pasos y quedo en medio del encuentro. Los lobos inclinan su cabeza y caminan unos cortos pasos hacia mi, respiro hondo y suspiro cuando hacen una leve inclinación con su cabeza.

Un interesante detalle me carcome la mente ahora mismo: nunca los había visto de día, y sus características son más notorias con la luz.

Ojalá pudieran hablar, parecen saber más que todos sobre lo que está pasando ahora.

Mi mano se levanta y acaricia el pelaje del color café, este cierra los ojos y luego los abre para seguir mirándome. El gris sigue viéndome con curiosidad, como si él no fuera tan extraño como yo.

Sonrío solo un poco y siento la pequeña molestia en mi labio inferior.

— Necesito llegar a Vabsavai. — murmuro débil, siento mi cuerpo sin vida y ellos lo notan.

El lobo blanco camina hasta Relámpago, quien se mantiene quieto en su posición, el canino lo huele y empieza a olfatear todo este hasta que se detiene en su equipaje. Siendo inteligente logra abrir el mismo con su hocico y saca con sus dientes la bolsa de Abu Yang.

Tomo la bolsa cuando él me la trae y la abro sacando del interior los frascos. El grisáceo me indica con su hocico el envase que contiene las hojas, lo destapo y saco una para colocarla en mi palma. El lobo color café empuja mi palma hacia arriba con su hocico.

— No puedo comer esto, es para untar en las heridas. — replico pero ellos solo me quedan viendo.— Cierto que no hablan...

Respiro profundo y llevo la hoja a mi boca, la muerdo y un mal sabor, amargo y terrible cubre mi boca y garganta.

— Están locos. — susurro cuando me sostengo de mis rodillas, intentando superar el asqueroso sabor.

Bueno aunque de algo sirvió, me ha despertado nuevamente. Abro los ojos y parpadeo rápidamente, observo a cada canino y suspiro.

— Necesito llegar lo más pronto a Vabsavai. — vuelvo a decirles, se miran entre sí para volver a verme, y me parece algo gracioso que los tres inclinaran su cabeza a un lado al mismo tiempo.

AMALUNA: El Hijo De La Luna © JKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora