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HyeJin

— ¿Qué haces aquí? — pregunta el hombre prepotente que ya no considero un padre para mí. Me mira de forma fría desde su puesto en la cabecera de la mesa.

Yo no quería venir, pero Jimin me obligó. No quería venir no por pena o vergüenza, sino que no soporto un segundo al lado de ese hombre en una misma habitación, y me molesta que Jimin esté tan tranquilo con la situación.

— Es la Princesa, su hija, padre. Tiene todo el derecho de compartir la mesa con nosotros. — miro a mi madre y ella me sonríe levemente al verme levantada.

Hace una semana y media más o menos que pasó todo lo del descubrimiento de mi embarazo y desde que se llevaron a JungKook. Jimin no me ha dicho nada de su estado de salud o ánimo, y no le he preguntado por el simple hecho de no saber si me afectará la respuesta. Ahora lo que quiero es ponerme bien para poder verlo, y los remedios de Abu Yang me han sentado muy bien.

— Está castigada, ella no puede bajar a la planta baja o salir del castillo. Te lo dejé bien claro, HyeJin. — no me inmuto y no respondo a su dedo apuntándome.

— Ella se va a sentar aquí porque tiene el derecho, padre. — Jimin lo mira con seriedad y el hombre lo mira fijamente. Mi madre se levanta de la mesa y se acerca a mi.

— Ven, querida, te ayudaré a sentarte. — me toma de los brazos y luego me ayuda a sentarme.— Deja que se siente, Park.

Mi padre no dice nada, y sin importarle sigue comiendo, ignorando mi presencia y las recientes palabras de mi progenitora y hermano.

— Bien, ahora si estamos completos. — Jimin se sienta frente a mí mientras mi madre está a mi lado.

— ¿Cómo te sientes hoy? — mi madre me habla en un murmullo.

— Mejor, madre. — contesto con pocos ánimos por estar en este incómodo lugar.

— Tienes más color en tus mejillas, eso es bueno. — me dice con su suave voz y yo asiento lentamente mientras sus dedos acomodan un mechón detrás de mí oreja.

Luego de un rato comiendo y Jimin hablando sobre lo que hay que hacer para enfrentar próximos ataques de Urem, mi padre decide preguntar algo directamente hacia mí, con su mirada seria y tono frío, más frío que la piel de Jungkook.

— ¿De verdad lo quieres tener? — lo miro pendiente de que diga algo más. Sus ojos son fríos y me llena de algo de miedo e inquietud. Sé de lo que habla.— ¿Así terminen muriendo ambos o él te mate a tí?

Parpadeo dos veces antes de bajar la mirada a mi plato y suspirar.

— Padre. — le dice mi hermano con advertencia por el tono de nuestro progenitor.

AMALUNA: El Hijo De La Luna © JKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora