Tori Rusell, una química cosmetóloga en crecimiento, se entera en la noche de su boda, que su esposo la estaba engañando con su hermana menor, así que huye de la recepción, y en medio de su escape sufre un accidente que la lleva a la casa de un ele...
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Tori
Estoy frustrada y furiosa, no sé cómo salir de este lugar, odio que sea tan cómoda la cama, que sean tan amables conmigo, pero estoy encerrada y soy prisionera de un lunático que insiste en que me tengo que casar con él.
— ¿No puedes conseguir una esposa tú solo? ¿Debes secuestrarla y obligarla? — le pregunté luego de pasar el día encerrada en esta habitación rosada y tener que soportar su visita en la noche luego que me negara a cenar con él.
— ¿Crees que tengo problemas con conseguir una mujer? — me dijo arrogante el idiota y loco del ruso — puedo salir y elegirla, y dudo que alguna se niegue a estar conmigo.
Lo mire y le pregunté:
— Entonces, ¿qué mierdas hago yo aquí? ve y busca alguna de esas locas y desesperadas por casarse contigo — respondí furiosa
— Porque no quiero a cualquiera, si no a tí — dijo antes de irse y dejarme sola.
Hasta ahora, que me pidió que bajara a desayunar. Y no me gustó obedecer, porque en cuanto me vio, noto una curva en sus labios.
Odio a este loco.
Se que cree que me ganó. Solo lo hice por que me prohibió comer en la habitación y que debo usar el comedor y estar con él.
¡Loco, maniático psicótico!
Lo odio.
— Solo estoy aquí por la comida, no por ver tu cara de loco — digo y me siento lo más lejos posible, como siempre.
Toma su taza de café y escucho la porcelana chocar en cuanto la pone otra vez sobre el plato.
— Buenos días, yo también me alegro de desayunar contigo — dice con voz ronca.
Odio tanto que sea tan bien parecido y sexi.
No, no es momento para comportarme como una perra calentona, no con este lunático — me digo.
— Está noche te daré una sorpresa — me dijo y lo miró antes de devorar una tostada con mermelada — elige un lindo vestido y nos veremos en la cena.
Se levanta de la silla y camina, pero en el momento en que pasa por detrás de mí se detiene, y siento un escalofrío porque sé que está justo detrás de mí.
— No tengo ropa — me quejo
— Tienes un closet lleno de ropa que sé que sera de tu agrado — dice y camina — elige el más bonito.
Se desaparece y resopló.
— ¡¿Quién se cree este loco de mierda?! — digo y me levanto notando que estoy sola.
Bueno, eso creía yo, al caminar hacia la puerta veo ahí a uno de sus gorilas.
— ¿Desea algo la señorita? — pregunta el hombre alto con apariencia de un luchador de WWE.