CAPITULO 9

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Tori


Estoy tirando la toalla con toda esta situación, no se que más hacer para que me dejen salir e ir donde mis padres. Lo sé, soy una mujer de 26 años, con un título universitario y con mi propio negocio, y en este momento solo quiero estar en la casa de mis padres, no deseo nada más, y este hombre que está con una obsesionado conmigo, que no se de donde se pudo conocer y que crecerá ese sentimiento enfermizo hacia mi, me tiene encerrada, a fuerza de mi voluntad con la única razón que desea que me case con él.

¡Y sabe muy bien que no lo haré!

Pero no dejo de pensar que si tanto desea eso ¿porque no me obliga? ¿Por qué no entra y me hace firmar los papeles a la fuerza?, no sé, ¿amenazándome con una pistola? O ¿con un cuchillo? O solo mirándome con esos ojos de hielo que me erizan.

¿Por qué no me ha obligado? ¿Por qué?

Aunque no salgo de mi habitación, me di cuenta que no estoy encerrada en él, puedo salir y caminar por cualquier lugar de la casa, aunque no pueda cruzar la puerta de entrada, estoy con la libertad de estar en cualquier lugar dentro de esta enorme casa y claro, vigilada por sus guaruras. Siempre tengo uno detrás de mí, siempre.

Cómo ahora, que voy a la cocina y hay un hombre que parece un luchador de WWE, con un traje que lo cubre muy bien.

— ¿Cuánto te pagan por seguirme? — le digo en una de los pasillos infinitos de esta gran mansión.

El hombre me mira y luego apunta la mirada en un punto fijo lejos de mi.

— ¿Te pagan muy bien que no me puedes ni mirar? — insisto. — Tu jefe es muy celoso ¿no? Supongo que te mataría si me miras mucho.

El hombre apenas respira.

Lo miro, y zapateo, odio está situación.

— ¡Que se muera tu jefe! — digo y camino hasta la cocina, ahí hay dos chicas más, aparte de Rosita, que es la mujer que siempre entra en la habitación rosada dónde duermo.

— Buenas tardes señorita — me dicen en coro las tres.

— ¿Desea comer algo? — me habla la mujer mayor, Aleja, he escuchado que le dicen.

— No se, ¿que puedo comer?¿No le han prohibido que coma entre comidas? Su jefe es un loco y controlador — las tres se miran entre sí, sin decir nada, solo una de ellas ve había detrás de mí, al hombre que me cuida los pasos.

— Para nada señorita, el jefe ordenó que todo lo que usted pidiera se lo dieramos — dice la otra chica, Karin, se llama.

— ¿Todo? — digo con curiosidad.

— Que sea para comer, señorita — aclara Aleja.

— Ah, claro, solo eso — digo decepcionada, aunque sería estúpido pensar que alguna de ellas me ayudaría a escapar.

— Podría tomar un té en la terraza — sugiere otras de ellas y miro extrañada.

— La señorita no tiene permitido salir de la casa — aclara "el diablo" así le puse al hombre desde que lo ví con su cara de demonio cuidador de la puerta del infierno.

Aunque en la mitología griega tenía un nombre distinto, era un perro de varias cabezas llamado cerbero, si bien era un perro guardián de Artem.

— Solo será la terraza — digo sin verlo.

Pero noto que la misma chica está sintiéndose arrepentida de lo que dijo.

— Señorita, podría tomarlo también, en otro lugar de la casa, la biblioteca estaría bien, podríamos llevarle galletas o alguna magdalena, un trozo de pastel, frutas, lo que desee — habla Aleja y entiendo el cambio de tema.

Asiento resignada, que no podría ni ver la luz del sol si no desde una ventana cerrada.

Camino a la biblioteca y miro el lugar frío y a oscuras, enciendo la luz y me parece fascinante la cantidad de libros, pinturas y esculturas que hay en esa habitación, el buen gusto del hombre es sorprendente.

Me siento sobre uno de los sofás y mirar todo aquello con un deje de resignación, creo que estoy perdiendo la esperanza de salir de ese lugar y no volver a ver el sol.

Me siento sobre uno de los sofás y mirar todo aquello con un deje de resignación, creo que estoy perdiendo la esperanza de salir de ese lugar y no volver a ver el sol

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Me robe a la noviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora