CAPITULO 39

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Artem


Suena la puerta de la cafetería y ahí está ella, Tori entrando con su meneo de cadera que fue lo primero que me llamó la atención cuando la vi en esa pequeña cafetería entrando de una basura de hombre que no la hacía ver bien. Fue esa la vez que decidí llegar hasta ella y alejarla de ese maldito estafador, que solo estaba al pendiente de su celular y no de la mujer que estaba a su lado. Desde ese preciso momento estaba jodido, cuando mis ojos no podían dejar de mirarla y entonces empezó todo este maldito plan que me ha hecho saber quien era ella en verdad y que decidió seguir a pesar que no puedo dejarla; hace una semana se fue mi familia a San Petersburgo y Tori y yo hemos hechos cosas demasiadas sucias y sexuales, y no aptos para menores, ni para adultos reservados, pero ella y yo no somos nada de lo que mostramos en cuanto cerramos la puerta de mi cuarto.

Tori es droga.

Es vicio.

Es la conclusión a la que he llegado cuando cada mañana me encontraba en mi oficina y pienso en todo lo que ella y yo habíamos hecho esa noche anterior. Me he consumido en el fuego de la pasión que posee Tori, y me he quemado, lo sé, me he matado la cabeza tratando de buscar la manera de salir de este enredo y no he visto la manera de que terminara todo, para poder hablar con ella y que me entienda, comprenda porque la engañe y la razones que tenía, pero dudo que la pequeña y rebelde Tori deje asar algo así, seguro terminare con la cabeza rota, el auto destrozado o quizás, mi casa en llamas. No tengo idea de cómo reaccionar, pero lo que yo sí sé es que no deseo dejarla.

Esa pasión la deseo solo para mi, ese fuego y esa locura que tiene solo necesito que ella la tenga conmigo.

Egoísta y celoso, es algo que no sabía que era hasta conocerla.

— ¿Pasó algo? — me pregunta al llegar a la mesa que elegí para los dos — me preocupé cuando llamaste y dijiste que era urgente.

Acomodo mi corbata y me muevo en la silla en la que me siento que miraba directo a la puerta para verla llegar, sabía cómo se pondría mi corazón y mi polla al verla.

— Siéntate — le ordeno y el chico que le pedí con anterioridad los cafés se acerca

— ¿Les traiga ya los cafés? — pregunta y ella lo mira, pero yo hablo.

— Si, por favor estamos de afán — ahora los ojos miel me miran desconcertados y yo miro mi reloj de pulsera, tres menos diez, quince minutos es suficiente para llegar a tiempo a mi reunión.

— ¿Estamos de afán? — pregunta ella y se acomoda en la silla a mi lado, yo coloco mi brazo sobre el respaldar de su silla y toco su hombro, ella se tensa.

Sonrío para mis adentros

— Si, tengo una reunión en menos de media hora — le informo y nuestros cafés llegan.

— ¿Y para que me citaste si estabas ocupado? — toma la taza y luego le sonríe al chico quien le devuelve la sonrisa y mi yo celoso, gruñe por la molestia de que ella regala sonrisa a cualquiera, mientras que a mi me cuesta que siquiera me mire.

Quiero poseer todo de ella y es ahí que me doy cuenta lo jodido que estoy por ella.

— Quería un café con mi esposa — le digo mientras la miro por sobre mi taza de café.

Me mira levantando la ceja y luego sonríe.

Mi corazón sufre un vuelco que casi me hace caer al suelo.

— El café aquí es muy bueno — le digo mientras limpio mis labios con la lengua y ella toma la taza de café en sus manos.

— ¿Sabes que está loco Artem? estás tan locos que me hiciste correr con tacones hasta aquí, cuando cerca de mi tienda hay una cafetería.

Me robe a la noviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora