Capitulo 5

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...Eres fuerte y el amor es una mierda...




Hacía ya un mes que Bea trabajaba en aquella empresa, en esos treinta días ella se hizo amiga de Isabella. Cada día a la salida del trabajo, Isabella se ofrecía a llevarla, solo en algunas ocasiones ella faltaba a la empresa reportándose enferma y eso era algo que a Bea no le cerraba del todo.

Hoy precisamente, Bea se dirigía a la oficina de su amiga a llevar unos informes y el café tal como le gustaba. Ingreso sin golpear ya que sabía que estaba sola, pero cuando ingreso la vio llorando, por lo que dejó rápidamente todo sobre el escritorio y se agachó a la altura de su amiga.

—¿Qué sucede Isa?— le dijo mientras elevaba el rostro de su amiga, la cual tenía el maquillaje corrido y vio una pequeña marca en el cuello y eso le hizo recordar lo que ella había pasado con Hakan.

—¡Estoy muy cansada B!— Bea la abrazo y luego de un rato seco las lágrimas de su amiga, se fue hasta la puerta y le coloco llave. Ella quería saber lo que le sucedió a la mujer que la había recibido con tanto cariño y hoy eran buenas amigas.

—¿Sabes que puedes confiar en mí?— Isabella asintió con la cabeza y miro a su amiga. —Entonces saca todo lo que tienes guardado y cuéntame. Soy tu amiga, jamás voy a juzgar nada de ti—

Unas horas más tarde:

Las puertas del elevador se abrieron y junto a eso voces de hombres que se acercaban, por lo que Bea se coloco de pie a esperar a sus jefes.

Marco llegó al escritorio de Bea y la miro de pies a cabeza, esa mujer a él le provocaba muchas cosas, pero no iba a dejarse llevar por eso. Seguramente estaba necesitando meterse entre unas deliciosas piernas y ya *Entre sus piernas* le dijo su conciencia.

—Señorita Kaya, un café a mi oficina — dijo mientras que pasaba directo a su oficina. Bea miro su enorme espalda y pensó que lo que tenía de caliente, lo tenía de pendejo arrogante.

—¡Cabron!— susurró y miro al señor Mason que la ignoro como la mayoría de las veces.

Camino hasta la pequeña cocina que había en aquel piso, dispuesta a preparar el café para el arrogante de su jefe. Coloco la cafetera mientras tomaba la taza y una bandeja pequeña en color plateado.

Cuando sintió que la puerta de aquel lugar fue cerrada se giro, pensando que se iba a encontrar con aquellos ojos azules, pero con lo que se encontró fue con los ojos verdes del licenciado Racht *Carajo* pensó mientras le sostenía la mirada. Vio como este camino hasta ella e intento sujetarla, pero ella tomo un cuchillo que había sobre la pequeña mesada y lo apunto.

— ¡Te me arrimas y te corto tu puto pene!— lo amenazó y vio como este sonreí con arrogancia —A mí no me causas miedo gilipollas, a mí me provocas asco..— hablaba sin parar mientras caminaba al rededor de una pequeña mesa, intentando llegar a la puerta, mostrándose segura —¿Y sabes que hago con los que me provocan asco?— le pregunto y Denis solo sonreía arrogante, controlando el deseo de romperle la boca a aquella maldita, que había hecho que Isabella se le rebelará. —¡Les cortó su puto pene inservible!— hablo con firmeza mientras llego a la puerta, la abrió y salió de ahí corriendo a su cubículo, con el corazón a mil por horas. Vio como este salía de la pequeña sala y la quedó mirando. Ella sabía que se había ganado un enemigo, pero ella no se iba a dejar, claro que no.

Inhala y exhala Bea vamos *se decía en su mente* mientras tocaba su pecho con una de sus manos.

—¿Bea.. qué sucede?— escucho la voz ronca del hombre que la hacía sentir sus piernas temblorosas —¡Ey ¿Te duele algo?— Marco toco uno de sus hombros y Bea lo miro.

—¡Me encuentro bien, creo que solo se me bajo la presión!— mintió y forzó una sonrisa. —En este momento le llevo su café señor— se puso de pie y paso por su lado, sintiendo como sus fosas nasales eran invadidas por esa deliciosa fragancia.

Marco la tomo de su brazo y la detuvo.

—¡Marco... Solo dime Marco!— ella le arrebato su brazo de su mano y siguió su caminó.

****

𝑵𝒂𝒓𝒓𝒂 𝑩𝒆𝒂:

Camino con mi frente en alto, no quiero que me toque, es una mezcla de sentimientos que me hace sentir el mal nacido. Aunque Isabella no me lo ha dicho se perfectamente que clase de hombre es Marco, es el típico hombre que anda de cama en cama, sintiéndose el puto amo. *JA*

No voy a negarlo, está bueno... Muy bueno, más de una vez me imaginé clavando mis uñas en esa espalda sabrosa. *Basta Bea, basta* me reprendo a mi misma. La cruel verdad es que si me gusta este imbécil, pero también se que no debo, me conozco y se que me volverá a pasar lo mismo de hace años, enamorarme y salir con el corazón roto. Así que no, me niego.

Salgo en dirección a su oficina, tocó la puerta e ingreso cuando escucho su voz darme en ronco *adelante*. Camino con paso firme hasta su escritorio, dejo el café sobre el, sintiendo su mirada, esa mirada como el mar profundo.

—¿Tienes un hijo Bea?— pregunta de repente y lo miro confundida. Ahora resulta que quiere saber de mi *JA* . Lo veo que señala mi cuello y me doy cuenta que se dirige a mi cadena con un niño de color plata con celeste. Llevo mi mano hasta el y lo sujeto.

—¡Si señor, tengo un niño!— camino unos pasos lejos de el —¿Se le ofrece algo más?— lo veo beber de su café, lo deja sobre la mesa y se coloca de pie, mientras camina hasta mi. *No, no, no, carajo* siento mi corazón retumbar en mis oídos.

—¡Si...— se sitúa muy cerca — Que dejes de decirme señor y me digas Marco. ¿Será mucho pedir Bea?— respiró lentamente, para que no note mis nervios, me aparto de él y con mi frente en alto le hablo.

— ¡Bien, Marco será. Ahora me retiro a seguir trabajando, si necesitas algo solo me llamas Marco!— pronunció pausadamente su nombre y me giro hasta la salida, con el corazón a mil.

*Eres fuerte y el amor es una mierda* me digo a mi misma.





*Eres fuerte y el amor es una mierda* me digo a mi misma

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Te odio amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora