Capitulo 12

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𝑵𝒂𝒓𝒓𝒂 𝑴𝒂𝒓𝒄𝒐:

Llegó a mi departamento, dejo las llaves de mi auto en la mesita de entrada, para luego irme en busca de aquella botella de vodka. La cagué y lamento saber que esto seguirá así, la seguiré cagando cada día. Porque aquella mujer me hace sentir raro y va contra todo lo que una vez decidí *Saca lo mejor, pero tú la cagas con tus miedos* mi conciencia me contra dice. Cada palabra de mi amiga retumba en mi cabeza, ella siempre es sincera conmigo, pero no quiero pensar mucho en todo lo que aquellas palabras dichas por una persona que me conoce muy bien causen efecto en mi.

Bebo de un solo trago todo el contenido de la bebida, sintiendo como el alcohol quema mi garganta. Tomo mi móvil y llamo a una de las tantas mujeres que tengo disponibles para mí. ¿Por qué voy a estar rogándole a una mujer, si tengo a más de una a mis pies?, Que se vaya al diablo. Al hundirme en un coño hará que me olvide de ella al menos por un instante.

Me encuentro en medio de mi cama, mirando a la mujer frente a mi totalmente desnuda, sus tetas al aire y una diminuta braga cubriendo ese rico coño que me he follado más de una vez. Camina hasta mi lentamente, moviendo sus caderas y cuando llega al filo del colchón se hinca sobre el colchón, gateando hasta mi rozando parte de su cuerpo sobre mis piernas, hasta llegar a mi polla. Sintiendo como sus tetas rozan parte de mis piernas, toma mi polla entre sus manos y la toma con fuerza entre ellas, ejerciendo una pequeña presión. Sus labios rodean la punta, metiéndolo poco a poco a su tibia boca, cuando mi polla está dentro casi tocando el fondo de su garganta, las puertas de mi habitación son abiertas bruscamente.

—¿Qué carajo?— grito a la vez que saco a la morena a un lado y cubro mi polla con una almohada, mientras la mujer que estaba a punto de hacerme una mamada y bajarme un poco la calentura, se cubre con una sábana.

—¡Tú en este momento te pones tu ropa y te largas de aquí!— grita una muy enojada Isabella. —¿No me has escuchado?— grita y su rostro está rojo de la furia.

Mi pasaporte a la mejor mamada, se coloca la ropa y sale rápidamente de mi habitación, dónde aún me encuentro en pelotas frente a mi diminuta hermana que parece más un mas demonio que un ser humano normal.

—¡Báñate y luego te pones algo decente!— hace cara de asco —¡Voy a tener que pedirle a Dios que borre semejante recuerdo de mi memoria— arruga su nariz y vuelve a mirarme

— ¡Te quiero en la cocina en quince minutos Manson!— dicho este cierra la puerta de un golpe.

Me encuentro en la isla de la cocina sentado en una banqueta, mientras una muy furiosa Isabella me mira, está parada frente a mi y golpea uno de sus pies sobre piso, cruzada de brazos querido demostrar su enfado hacia mi persona, el cual no se a que se debe.

—¿Qué le hiciste a Bea?— la miro con una de mis cejas elevadas, queriendo aparentar que yo soy ajeno a lo que le pase a esa mujer.

—¿Yo?. Nada— la veo negar con su cabeza disconforme con mi respuesta.

—Marco, no puedes ser tan imbécil. Juro que a veces pienso que cuando eras pequeño te caíste de la cuna o el oxígeno te faltó dentro del vientre de mamá— sonrió ante tal comentario, pero sigo sin mencionar una sola palabra. —¿Por qué te ibas acostar con esa mujer que corrí?—

—¡Porque tengo ganas de follar, Isabella no me jodas!— me pongo de pie y camino hasta la nevera, saco una botella de agua y me giro para seguir hablando. — A tu amiga no se que le sucede— bebo del agua y la miro.

—¡ Eres tan gilipollas! La verdad no sé para que vine, si sabía que era esto lo que iba a suceder.— la veo mirar su móvil y luego me mira otra vez, ella no es la misma desde hace un tiempo y mucho menos desde que dejó al imbécil de Denis. —Me marcho, mañana regreso a la empresa...— camina hasta mi y me abraza —Por favor, solo analiza un poco todo. Eres un hombre increíble, un tanto gilipollas. Sí. Pero eres la clase de hombre que merece cosas buenas — deja un beso en mi mejilla y la veo irse.

—¡No olvides que mañana llega el italiano, el nuevo cliente!— se va sin decir nada, dejándome solo.

Si lo que quería era que no follara, pues su plan funcionó.

Una vez que estoy en mi habitación, me dejó caer sobre mi cama y al instante siento mis ojos pesados ante el sueño.

(***)

Voy llegando al estacionamiento de la empresa, llegó una hora tarde. Cuando bajo de mi auto veo a Isabella dentro de su vehículo con su frente pegada al volante, me acerco lentamente y mientras más cerca estoy escucho su llanto, preocupado por ella abro la puerta del copiloto, tocó su hombro y cuando sus ojos se fijan en los míos, los noto rojos.

La cambio de lugar y cuando le voy ayudar a colocar el cinturón de seguridad, me percato de que está golpeada. La rabia me invade cuando me dice lo que papá hizo, pero me impide que vaya a reclamar y me ruega que la lleve a su casa.

****

Marco iba ingresando a toda prisa a la empresa, sin mirar a su alrededor, estaba cegado ante todo lo que le había contado su hermana. Subió al elevador, desesperado por llegar a aquel piso, para moler a golpes a su padre y al hijo de puta de Denis.

Cuando las puertas del elevador se abrieron, Bea lo miro con los ojos muy grandes, al notar la furia en él. Sus puños cerrados, sus ojos rojos de la rabia, y se le notaban los hombros rígidos

—¡Marco... Espera Marco!— grito la mujer corriendo detrás de él, mientras intentaba agarrar uno de sus brazos —¡Por favor, Marco. El señor Manson está en una reunión!— el hombre se detuvo al sentir el tacto de ella sobre su mano. Se giro y la miro con esa mirada fría, llena de irá.

—¡Me importa una verdadera mierda si el señor está ocupado!— se soltó del agarre y siguió caminando.

Ella lo vio ingresar a la oficina, para luego escuchar gritos. Cuando detrás de ella ingresaba una desesperada Isabella. Acto que preocupó a Bea.

—¿Qué sucede? Dios Marco está furioso — dijo la mujer desesperada, mirando a su amiga.

—¡Es una locura B...— dijo mientras caminaban hasta la oficina —Marco vio que papá me golpeó y Dios...— dijo mientras llegaban a la puerta de la oficina —¿Imaginas si sabe el resto?, No B él no debe saber nada.— Bea solo llevo aire a sus pulmones y rogaba no quedarse sin trabajo.

La castaña solo escuchaba la discusión que había dentro de aquella oficina, lamentando todo lo que su amiga estaba viviendo, pero también se sentía algo triste al saber la clase de padre que tenían su amiga y el hombre al que ella comenzaba amar.

Cuando escucho el escándalo de las voces de Marco e Isabella acercarse, se puso de pie y miro a su amiga. Se sonrieron y luego miro a Marco, que la ignoraba, no la miraba a los ojos y la evitaba.

Se despidieron y ella quedó ahí, sin poder quitar la vista de la espalda ancha de Marco.

*Quizás esto es lo mejor* pensó mientras, veía como los demás hombres salían de la oficina.

Te odio amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora