Capitulo 14

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"" Un niño puede remover hasta el corazón mas duro...""





Era día sábado, Bea se encontraba preparando a su pequeño Oliver, para ir a una tarde de picnic y juegos. Su madre se había ido a casa de tía Nora, hacia poco tiempo que Bea había logrado comprar una casa para ellos.

Le colocó al niño su mochila de Mike Mauser, le había puesto un conjunto deportivo con ositos.

Los ojitos claros de Oliver miraron a su mamá y le regaló una dulce sonrisa.

—¡ Listo!— dijo la madre, mientras se colocaba de pie, tomaba la canasta donde llevaba todos los alimentos, la llave de su casa y salieron tomados de la mano, hablando y riéndose ante las ocurrencias del pequeño niño. Que para sus cortos tres años, él hablaba demasiado bien, era inteligente, observador y hablador.

Veinte minutos más tarde, ya se encontraban en el parque. Colocaron un mantel a cuadros sobre el césped verde, se sentaron mirando el pequeño lago artificial que había en aquel parque.

—¡Mami!— dijo el niño. Bea lo miro con una sonrisa mientras le extendía un sándwich de pavo como a él le gustaba.

—¡ Si bebé! ¿Qué necesita el príncipe de mi vida?— pregunto con dulzura, mientras acariciaba su cabecita.

Oliver cerro sus ojitos al sentir el mimo de su mamá, para luego abrirlos y regalarle una sonrisa.

— ¿Polque agüela Iris nunca me trae al palque?— el niño siempre le pedía a su abuela ir al parque con ella, abuela Iris era divertida *pensó el niño*, pero ella siempre se negaba con el temor a que algo malo les sucediera. La mujer mayor solía presentir cuando algo no iba bien y ella hacía bastante que sentía que pronto se vendría una tormenta.

— Abuela prefiere estar en la seguridad de casa cuando está contigo, está ahí o en casa de tía Nora— el niño hizo una mueca con su carita en desacuerdo a lo que su mama decía.

—¿Solo teno una agüela mami?— Bea lo miro sin saber que decir, la madre de Hakan era una bruja que no querría a su hijo.

—¡Si bebé solo una abuela tienes, pero tía Nora también te pide que le digas abuela, así que tienes dos!— dijo con entusiasmo la mamá.

—¡Meno está bien!— se encogió de hombros y siguió comiendo su sandwich.

****

𝑵𝒂𝒓𝒓𝒂 𝑴𝒂𝒓𝒄𝒐:

Camino por aquel parque que queda a muy pocos minutos de la casa de aquella flacucha, no se porque llegué hasta aquí. Me siento frustrado, con deseos de verla, de sentir su aroma a vainilla. Estaba a punto de explotar, mis sentimientos me estaban jugando una mala pasada.

Mi amiga, Isabella, mamá y ahora sumarle mi amigo de la infancia, me han torturado la cabeza con que debo aceptar mis sentimientos. Están provocando que colapse, que mis deseos de soltar de una vez todos mis sentimientos me sobrepasen.

Todo estaba bien en mi vida, hasta que llegó ella, con eso tan particular en ella, darme la contraria en todo lo que se le fuese posible. Me gusta tanto que siendo honesto, las veinticuatro horas del día pasa en mi mente. Pero eso jamás lo voy a decir abiertamente a nadie.

Giro a la derecha y camino hasta el lago, veo a muchas familias compartir, padres jugar con sus niños y pienso que en mi infancia nunca tuve algo así. Sigo recorriendo a cada persona que está ahí, hasta que mi vista cae sobre una flacucha y un niño pequeño, corriendo descalzos sobre el césped, gritando y riéndose juntos. Los veo caer al césped, mientras Bea le hace cosquillas al niño, que se retuerce en el piso ante la desesperación de lo que la mujer le hace.

Te odio amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora