Capitulo 43

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La noticia del nuevo integrante a la familia fue motivo de mucha alegría para ambas familias.

Marco había decidido después de dos semanas, darle la sorpresa a Bea. Aquella sorpresa se la daría esa noche, dónde había organizado una cena con todos sus seres queridos, para reunirse luego de la sorpresa a su flaca. La cual tenía apenas 3 semanas de gestación. Era aún muy pequeño aquel bebé.

—¿ Cómo debo vestir?.— le preguntó una muy ansiosa Bea. Marco la miró desde la cama, dónde se encontraba recostado.

— Como tú te sientas cómoda.— Bea lo miró, notando que llevaba un pantalón jeans, una camiseta y una chaqueta negra. Así que optó por vestir similar a él. Tomó un pantalón en color negro, una remera de tiras color verde y se coloco una chaqueta negra. Maquillo un poco su rostro y se perfumo.

Luego de terminar salieron los dos tomados de la mano, hasta donde estaba el auto de Marco. Bea pensaba que Oliver estaba con su abuela en casa de tía Nora. Pero la verdad era que aquel niño estaba esperando por ellos, en aquel lugar a donde se dirigían.

—¿Dónde Iremos?.— hacía semanas que la tenía con la intriga de aquella sorpresa. Marco sonrió y la miró una vez que paró en un semáforo.

— Las sorpresas no se dicen cariño.— Marco extendió su mano, abriendo la gaveta, para sacar un pañuelo del interior. Se lo extendió a Bea y ella lo tomo de inmediato, puso el auto en marcha y siguió su camino. Aquel lugar no se encontraba muy lejos.

— ¿Y esto para que es?.— el hombre no le respondió, sino aquella loca le iba hacer meter la pata. Bea al ver que él no hablo más, miró por la ventanilla, el lugar se veía muy bonito.

Marco detuvo el auto a una orilla de la carretera y se giro para mirarla, tomo el pañuelo de las pequeñas manos de Bea y le sonrió cuando ella lo miró.

— Te cubriré un momento tus ojos, confía en mí.— algo indecisa, ella dejo que le coloque el pañuelo sobre sus ojos y así fue como llego a la propiedad donde se encontraba aquella sorpresa que su marido había planeado para ella hacía ya varias semanas.

El auto se detuvo en la entrada de una hermosa casa de color celeste y detalles blancos, muchas plantas y verde.

Marco salió del auto y caminó hasta la puerta del copiloto, ayudo y a su mujer a salir del interior.

—¡Marco, estas provocando que tenga ganas de vomitar!.— dijo una muy exagerada Bea, para ver si lograba que su marido de una vez le dijera que estaba sucediendo. Pero la risa ronca del hombre la hizo comprender que no había logrado conmoverlo.

— Ya no falta nada flaca, todo valdrá la pena ya verás.— la tomó de la cintura y la guío hasta donde estaba aquello por lo que tanto habían trabajado con su hermana. Llegando a la parte trasera de aquella propiedad, la dejo parada frente a su sorpresa. Se colocó detrás de Bea y le quitó lentamente aquel pañuelo.

Bea fue abriendo lentamente sus ojos y cuando pude ver bien lo que tenía frente a ella, cubrió su boca con ambas manos, mientras las lágrimas mojaban sus mejillas. Miró una vez más aquel lugar, sorprendida y maravillada. Se giró para mirar a su hombre, encontrándolo con una sonrisa hermosa en su rostro. Se lanzó a sus brazos, escondiendo su rostro en el cuello de su marido. Marco la abrazó con fuerza, sintiendo su pecho explotar.

—¿Qué es todo esto Marco?.— habló, mirando una vez más a aquellos colores y flores que tanto amaba y extrañaba.

— Supe, que lo que más extrañabas de tu país era el parque Emirgan y quise traerlo para ti dónde será nuestro hogar.— Bea miró a Marco y volvió a lanzarse a sus brazos, agradecida con la vida, con el universo, por haberle dado aquel maravilloso hombre.

Te odio amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora