Capitulo 8

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...Donde menos lo imaginas puede estar el amor.   




Bea salió corriendo de aquel lugar, ella había sido una idiota, en tan poco tiempo llegar a sentir algo por aquel hombre.

*Debes dejar de ser tan idiota Bea* se decía a si misma. Con lágrimas en los ojos, tomo un taxi y dio la dirección de la casa de su tía Nora.

Una vez que llegó, pago el taxi y camino hasta una pequeña hamaca que tenia su tía en aquel jardín, llevo aire a sus pulmones tratando de controlar todas esas sensaciones que estaban volviéndola loca.

—¡Cabron de mierda!— susurro mientras llevo su dedo índice hasta sus labios, recordó el calor de aquellos labios sobre los suyos. No debía, no podía caer en las redes de aquel hombre, porque él era igual o peor que Hakan. Ella sabía que si le daba rienda suelta a lo que sentía por aquel hombre, la que terminaría una vez más con su corazón roto sería ella.

Sintió que su móvil vibró, con temor a que sea él, tomo su móvil, al ver el nombre de Isabella frunció el entrecejo. Era demasiado tarde para que su amiga la llamará, por lo que con rapidez tomo la llamada.

—¡Hola cariño!— hablo, tratando de sonar con naturalidad. —¿Isa?— la llamo y se puso de pie, en alerta al escuchar el llanto de su amiga.

— Bea... Ven por mi...— escucho la voz débil al otro lado de la línea —Estoy en casa...— y ya nada más escucho, solo el pitido de que la llamada se había cortado, desesperada ingreso a su casa y corrió hasta la habitación de su tía Nora.

—¡Tía!— golpeó la puerta y gritó —¡Tía Nora!— vio como la puerta se abrió y la mujer regordeta apareció frente a ella. — Préstame tu camioneta tía, Isa me necesita— pidió desesperada.

—¡Toma las llaves, ve con cuidado! Están sobre la mesa de entrada. — dijo su tía rápidamente, al darse cuenta que su sobrina necesitaba salir con urgencia.

Sin decir más, Bea corrió escaleras abajo, tomo las llaves y se fue a toda prisa una vez puso en marcha la camioneta.

****

𝑵𝒂𝒓𝒓𝒂 𝑩𝒆𝒂:

Llego a la puerta del departamento de Isabella y no se porque, pero tengo una sensación en mi pecho de que aquí nada va bien.

Bajo de la camioneta y corro a la entrada una vez que le coloco la alarma. Al llegar a la puerta, está se encuentra abierta, por lo que ingreso sigilosamente.

Está todo tirado, cosas rotas y cuando llegó al pasillo donde se encuentran las habitaciones, escucho un llanto, el llanto de Isabella. Camino a toda prisa y cuando ingreso, se me corta el aire. Isa está tirada en el piso llena de sangre y su ropa desgarrada.

—¿Isa, cariño?— mi voz sale temblorosa, no puedo contener mis lágrimas, cuando sus ojos me miran, ella tiene su rostro destruido. La abrazo y escucho su llanto, me rompe en mil pedazos. ¿Quién le hizo esto? ¿Quién la daño de esta manera tan vil?

—¡Estoy aquí cariño, siempre aquí!— sus brazos se aferran a mi, cuando me siento en el piso. La dejo llorar, ella decidirá cuando hablar.

Una vez que Isabella se tranquilizo y se negó ir a un hospital, accedió a llamar a un médico para que la venga a revisar a su departamento. Ahora ella duerme, me ha contado todo y solo tengo deseos de cortarle el pene a ese maldito y dárselo de comer, matarlo con mis propias manos si es posible. Hizo la denuncia, pero veo esto tan lejos de que le tomen en cuenta.

Tomo mi móvil y le aviso a mamá que no iré hasta mas tarde, no la dejaré sola. Jamás lo haré.

Miro la hora en mi móvil, las seis de la mañana, por lo que escribo un texto y se lo envío a mi jefe, reportándome enferma. Después de lo que sucedió, no debería negarse. No puedo dar las verdaderas razones por las cuales voy a faltar, Isabella fue bien clara de que esto quede aquí entre nosotras, me niego pero, respeto su decisión.

El móvil vibra en mis manos, por lo que inmediatamente abrí el mensaje, es él. Tan estúpido como siempre. Un simple *OK*.

Me voy hasta la habitación de mi amiga y la veo dormida, deseo con todas mis fuerzas, que el universo le regale un hombre que la haga borrar toda esta mierda que ha vivido, ella no merece tal cosa. Ella merece que alguien la haga brillar.

Me quito los zapatos y me acuesto a su lado, acaricio su cabello. La veo abrir un poco sus ojos, lo que los golpes le permiten. Cuando nuestras miradas se cruzan, ella me sonríe.

—¡Gracias B!— susurra mientras se acurruca más a mi, como un niño en busca de consuelo. Acarició su cabello y comienzo a cantarle una canción que mamá siempre me cantaba cuando estaba triste.

****

Marco caminaba hacia su oficina, había recibido el mensaje de Bea y eso a él no le sorprendió, es más lo esperaba. Hasta se imagino llegar, viéndola a ella con la carta de renuncia en sus manos y dándole más patadas en sus bolas.

Tomo asiento en su silla de cuero, afirmó los codos en el escritorio y paso sus dos manos por su rostro. No entendía porque se sentía de aquella manera, sentía un remolino de un sin fin de sentimientos.

*Solo debes follarle ese rico coño y todo pasará* se dedica así mismo.

—No vienes a trabajar, pero igual te haré trabajar, flacucha de porquería, calienta polla — Marco, tomo su móvil y tecleo un mensaje.

◾-Señorita Kaya, le enviaré por correo el trabajo que necesito para esta misma tarde.-◾

Sonrió con malicia, *ESTO LA HARA ARDER EN RABIA* pensó.

Pero su maldad se fue al diablo, cuando recibió un simple ◾OK◾.

—¡Carajo!— grito frustrado y se tocó su polla creciendo en sus pantalones, de solo imaginarla. —¡La deseo, la deseo tanto que siento miedo, rabia y me provoca odiarla... Odiar el peligro que ella representa para mí, para mis sentimientos!—



Te odio amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora