Capitulo 24

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Después cinco folladas más Marco llevo a Bea a su casa, él quería que se quedara a pasar la noche con él. Pero su flaca fue muy directa*Yo no soy una de esas tipas sin compromiso, yo tengo un hijo* ella quería llegar a casa y estar con su bebé. Marco comprendió y admiro más a aquella mujer.

—Llegamos— dijo mientras parqueaba el auto, se giro para mirarla, extendió su mano y acaricio con cariño el rostro de Bea. Ella lo miró y sonrió con nerviosismo.

—¡Nos vemos mañana!— paso sus manos sudadas por la falda que habían mandado a comprar.

—¿No habrá un beso de despedida?— dijo coqueto mientras se acercaba a ella, quedando a escasos centímetros de sus labios. Al ver que ella no se alejaba, se fue sobre sus labios disfrutando de aquellos labios, que aquel día había desgastado de tantos besos. Se separaron con sus respiraciones aceleradas, sus corazones desbordando un sin fin de sentimientos.

Bea bajo del auto y luego giro para saludarlo con un movimiento de mano y volvió a su camino para ingresar al interior de su casa.

Cuando estuvo dentro de su hogar, se afirmó en la madera, cerro los ojos mientras recordando el tacto de aquellos labios, sintiendo aun sobre los suyos el sabor de él. Tenía un sin fin de sensaciones, se sentía feliz por haber estado con el hombre por el cual ella guardaba un amor que muy pocos sabían, tenía miedo, miedo al saber la clase de hombre era, a él le gustaban las mujeres, no era de compromiso, liberal. Y ella no era así, es más ella estaba limitada a muchas cosas, porque su hijo siempre estaría primero. Sus pensamientos seguían dando vueltas, perdida por un instante en toda esa revolución.

—¿Te quedarás ahí con esa cara de boba ?— dijo su mamá, que había visto toda la secuencia de afuera y verla ahí con sus ojos cerrados y reflejando en su rostro todas las emociones que pasaban en su interior. A la mujer la hizo emocionar, porque su hija merecía ser feliz, merecía ser amada. Iris en los ojos de Marco había visto amor.

—Hola mamá — camino hasta su madre y la abrazó —¿Cómo has estado hoy, Oliver?— Iris acarició el rostro de su hija y soltó una carcajada al ver la semejante marca que su hija tenía en su cuello. Bea frunció el entrecejo —¿Qué sucede mamá?— Iris controlo su risa y pasó la mano por dónde tenía la marca.

—¿Te agarro un vampiro de regreso a casa?— ella cerró con fuerza los ojos y llevo su mano donde su madre había tocado.

—¡Me cago en la puta!— susurro y sintió un poco de vergüenza. — No se que pasó...— quiso buscar una excusa, pero Iris no la dejo terminar, ya que soltó otra vez la risa.

—Yo si se que paso.— hablo luego de controlar su risa —¡Tuviste la follada de tu vida!—

—¡Mamaaaaaa!— grito Bea, pasando por un lado de su madre, así ir hasta donde está su hijo.

—¡No tienes por qué avergonzarte. Soy feliz de que te comas al hombre peludo!— grito Iris, mientras veía a su hija subir las escaleras.

(***)

𝑵𝒂𝒓𝒓𝒂 𝑩𝒆𝒂:

Subo las escaleras de casa, avergonzada, enojada y con ganas de cortarle la polla a ese Imbécil, es la segunda vez que deja mi cuerpo marcado. Me tiemblan las piernas y me arde la vagina, cinco folladas en un día con semejante polla *Dios*. Aunque jamás le diré que me deja así, siempre lo torturare nombrando a su pene de manera diminuta.

Ingreso en silencio a la habitación de Oliver y lo veo jugar con sus juguetes muy concentrado. Cuando me ve deja todo y corre hasta donde estoy lanzándose sobre mi, dejándome desparramada en el piso, con el encima llenando mi rostro de besos y abraza con sus diminutos bracitos. Jugamos un buen rato juntos, a las cosquillas y con sus autitos. Siempre este será mi mejor momento del día, Oliver es mi vida entera y jamás le fallaré. Si eso un hombre no lo comprende pues se cierran las puertas, mi bebé es primero ante todo, ante mis deseos y necesidades.

No soy una mamá ejemplar, pero si doy todo de mi por este ser, que es solo mío. Desde que terminó mi relación con Hakan, nunca más intenté intente tener una relación estable. Todo el que sabía que venía con combo, se alejaba. Entonces solo tengo uno que otro acoston.

Pero Marco, él me genera sensación muy raras, me confunde por momentos. Pero mamá tiene razón no todos son Hakan y él ya conoce a Oliver, que al parecer se agrandan ambos.

Al día siguiente:

Bajo del elevador en mi piso, hoy me siento algo furiosa con mi amigo Jeremy. Cuando le envié aquel mensaje ayer, pensé que iba a responder, que iba a venir al piso a decirme algo, pero no sé nada de él y no se si preocuparme o simplemente dejarlo así. Al fin que fui yo quien le dijo no me hables. A eso le sumamos que Isabella se fue de la ciudad, ella me preocupa tanto. También se le suma que Marco dejó no una si no dos marcas en mi cuello que debo cubrir con un pañuelo.

Dejo mi bolso en el escritorio, cuando escucho el sonido del elevador. Miro con fastidio pensando que es Marco, pero me encuentro a Lorenzo Rizzo, caminando hasta mi con ese porte tan espectacular. Su aura es tan brillante y estoy tan segura que este hombre es lo que mi amiga necesita.

Desde que Isabella escapó a aquella cabaña viene cada día para saber de ella. Justamente hoy iba a comunicarme con ella, el gilipollas de Denis se fue del país por unas semanas, podrá venir y trataré de hacerla hablar con este hombre que está loco por ella.

Cuando le digo todo lo que se de mi amiga, lo veo irse desganado. Sufro por mi amiga, la entiendo quiere escapar, como una vez yo escapé de aquel hombre que no creyó en mi y negó al ser más puro que existe en mi vida, mi Oliver.

A media mañana escucho el elevador una vez más y ahí aparece él, con esa sonrisa que me moja las bragas, lo veo caminar hasta mi, rodea el escritorio, gira mi silla dejándome frente a él y besa mis labios.

—¡Hola flaca!— susurra sobre mis labios

—Hola pajarito — sonrió con burla y lo veo tomar una de mis manos, para llevarla hasta su entrepierna, haciéndome notar que ya la tiene dura.

—El pajarito quiero su nidito— atrapa mi labio inferior entre sus dientes, mientras sujeta mi mano sobre su dureza. —¿Por qué usas pañuelo?— lo miro con rabia.

—¡Me dejaste marcas, mi madre las vio. Te dije que no me marqués!— le reclamo.

—No recuerdo haberte escuchado decir tal cosa— vuelve a morder mis labios y con su otra mano roza la piel expuesta de mis piernas. Siento mi piel erizarse y mi vagina mojarse.

—¿Un rapidito en la oficina?— y sin dejarme responder me levanta de la silla cargándome en su hombro.

Estamos solos en este piso, prácticamente es el único que viene a la empresa.

Cuando ingresamos a la oficina, me deja caer sobre el escritorio mientras se mete entre mis piernas.

—¡Está falda si me gusta!— ingresa su mano a mi coño y me toca de una manera que enloquece todos mis sentidos, al punto de importarme una mierda, que me follara dónde quizás lo hizo con muchas. —Esto será rápido flaca— se desata su pantalón, libera su enorme polla y se hunde en mi sacándome un jadeo.

A la mierda todo, deseo a este imbécil como nunca eh deseado a alguien.

Enrolló mis piernas en su cintura, sintiendo como su polla se abre paso en mi interior. Sus manos aprietan mi piel, se que dejarán marcas pero ya no me importa. Disfrutaré de él lo que sea que duré.

—¡Quiero follarte toda la vida flaca!— *Y yo quiero que me folles toda la vida* pienso en mi mente.

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Te odio amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora