Capitulo 25

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Habían pasado ya varias semanas, Isabella había regresado a la ciudad. Iris y Oliver se habían ido a casa de tía Nora, habían cosas que no les estaba gustando a ninguna de las mujeres y por seguridad ya que sabían muy bien la situación que vivía Isabella decidieron que era lo mejor por unos días, salir de aquella casa.

Todos esos días entre Marco y Bea habían existido folladas en cualquier rincón que encontrarán. Oficina, baños, departamento de Marco, en el auto. Pero también habían discutido, Bea le había lanzado con un vaso de whisky, una noche que ingreso un mensaje de una mujer, el cual contenía fotos desnudas. Ella se repetía que no debía tener celos, pero ya eran difíciles de ocultar. Ambos se celaban, era un amor/odio cada tanto, pero no podían vivir el uno sin el otro.

En aquel momento se encontraban en la sala de juntas, Marco se prendía su pantalón mientras Bea acomodaba su falda.

—¿Duermes conmigo esta noche?— le pregunto, mientras la veía acomodar su camisa. Se arrimo a ella, beso su frente y la miro con amor. —Te quiero... En mi cama— dijo cubriendo el verdadero significado de  aquellas palabras, él la vivía cagando con ella.

— Hoy no puedo— terminó de cerrar su camisa y lo miro con una sonrisa, obviando aquellas últimas palabras. — Tengo planes y además Isabella está en casa, no la dejaré sola— camino hasta la puerta, la abrió y se encontró a una rubia, con un vestido tan corto y escotado que no entendía para que llevaba puesto aquel pedazo de tela.

—¿En qué puedo ayudarla?— pregunto la castaña, mirándola fijamente. Aquella rubia se estaba comiendo a Marco con la mirada.

— Soy Andrea Robinson — con disimulo puso los ojos en blanco y le dio el paso, ya que sabía que aquella mujer plástica era un posible cliente. Cuando la mujer le dio la espalda, clavo los ojos en Marco, que sin disimuló alguno miro las tetas de aquella rubia, haciéndole hervir la sangre a Bea, salió de aquella sala golpeando con fuerza la puerta.

Cuando camino hasta su escritorio se encontró con el asistente del séptimo piso Ignacio, quien ella pensaba que era pareja de su amigo Jeremy.

—¡Hola Ignacio!— saludo, una vez que se puso frente al hombre.

—¡Hola linda !— la saludo con dos besos en las mejillas. —Traje estás carpetas — las dejo sobre el escritorio y volvió a mirar a Bea. — Estás muy linda, déjame verte — la tomo de su mano y la hizo girar en una vuelta, para apreciar lo linda que estaba. —¡Hermosa, si no me gustarán las pollas, te estaría pidiendo una cita!— le susurro haciendo que Bea sonría. Cuando en ese preciso instante, Marco salía de la sala de junta, viendo aquella escena que lo hizo hervir la sangre. *Flaca de mierda* pensó, mientras en su instinto vengativo llevó una de su mano a la cintura de la mujer que le había estado coqueteando sin filtros en aquella sala y él se había negado a todo. Pero los celos se apoderaron de él.

Marco camino lentamente en dirección al elevador y subió con aquella rubia, tomo su móvil y le envío un mensaje a su flaca.

~Mientras tu estás sonriendo con ese Flacucho, yo me voy a perderme, entre las piernas de esta rubia~

Bea cuando escuchó el sonido del mensaje, lo tomó de inmediato y lo leyo, sintiendo como la rabia subia a su cabeza.

—¡Gilipollas, me las pagas!— gritó ante la atenta mirada de Ignacio.

(***)

𝑵𝒂𝒓𝒓𝒂 𝑴𝒂𝒓𝒄𝒐:

El olor al perfume de esta mujer me está provocando dolor de cabeza y náuseas. No existe nada más delicioso que el aroma de mi flaca, aunque ahora estoy enojado con ella, muy de coqueta con ese tipejo de porquería.

Aunque debo asumir que tengo la culpa, mis ojos se fueron a las enormes tetas de la rubia, pero ella no provocó nada en mi. Es que debo ser honesto desde que probé a Bea, no quiero a nadie más, aunque yo siempre hago alguna idiotez, porque sigo pensando que debo alejarla. Pero no la quiero lejos, soy tan inestable que muchas veces considero muy seriamente tener algún problema. * Tu problema se llama no asumir tus sentimientos* la voz de Aphril retumba en mi cabeza.

Se abren las puertas del elevador y siento la mano de esta loca sobre mi brazo, no quiero que me toque.

—¿Dónde iremos?— restriega sus tetas platicas sobre el costado de mi cuerpo, no voy a negar que si este ofrecimiento me lo hacía hace unas semanas atrás o meses yo me la follaba y digo meses, porque desde que vi a Bea en aquella entrevista, no me la pude quitar de la cabeza. Pero hoy no deseo nada de eso. La polla la tengo tan dormida como nunca antes. *La flaca me hizo brujería* pienso.

—¡Yo debo ir a una reunión con un socio! — saco las llave de mi auto — Tú no se que planes tengas.— la veo fruncir su rostro y mirarme con rabia.

—¡Pensé que íbamos a pasar un buen rato bebé!— ay no que no me llame así, quitó su mano de mi pecho.

—¡Claro que no! Salimos juntos porque yo también me retiraba de la empresa. — quito la alarma y la miro —Nos vemos en la próxima reunión, aunque preferiría que viniera tu padre.— sin decir más, me subo a mi auto y salgo de la empresa rumbo al hotel de Lorenzo.

Cuando salga de aquella Reunión me voy directo a la casa de mi flaca, no importa que esté Isabella. Ya no soporto más estar lejos de ella.

—¡Tienes que decirle que la quieres!— me animo a mi mismo. Porque soy tan gilipollas que no soy capaz de pronunciar esas palabras a la mujer que me tiene loco. Ella no se da cuenta que le digo que la quiero, o quizás solo se hace la desentendida.

Te odio amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora