Capitulo 11

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𝑵𝒂𝒓𝒓𝒂 𝑴𝒂𝒓𝒄𝒐:

Veo salir a Aphril de mi oficina, sus palabras me calan y mucho. ¿Es que ella no entiende que no puedo? Mi respiración está acelerada, siento mi corazón en mis oídos a causa de la rabia que corre por mis venas. Esa flacucha no me puede estar haciendo sentir esto, ella no puede llegar y hacerme sentir algo, a lo cual me he negado por años. Aprieto mis manos en puño y camino hasta el mini bar que tengo en mi oficina, me sirvo un poco de vodka. Cierro mis ojos ante el primer trago y las palabras de mi amiga retumban en mi mente.

*Marco, eres un gilipollas, la has dañado y a mí me has usado*

En un impulso arrojo el vaso contra la pared y sigo rompiendo todo lo que tengo a mi alcance.

*Maldita sea, malditos sean todos y cada uno de mis temores. Eres un cobarde, eres peor que tú padre.*

Mi mente se nubla, llevándome a recuerdos. Recuerdos que me hicieron, el maldito cobarde que soy hoy.

flashback:

—¿Ves esto hijo?— la voz endemoniada de mi padre retumba en mi mente —¡Así es como debes tratar a una mujer, si no les tratas así ellas te joden!— ver a mi madre bañada en sangre a mis catorce años, fue lo que me hizo creer que si debo ser así con la mujer que se dice amar, es mejor librarlas de mi.

Siento el calor de unas diminutas manos sobre mi rostro y muy a lo lejos una voz delicada que me llama.

—¡Marco, por Dios mírame!— cierro mis ojos con fuerza y los vuelvo a abrir, encontrandome con esos ojos que me persiguen desde hace unos meses, siento su piel sobre mi rostro y su respiración chocar contra el mío. La deseo como un maldito cabron.

Sin pensarlo y asumiendo las consecuencias me lanzó sobre ella y la beso, la beso con todos los sentimientos a flor de piel y para mi sorpresa ella me responde, ella sigue el beso casi con la misma intensidad que la mía.

La arrastro hasta mi cuerpo, desesperado por sentir más de ella, por fundirme en su piel y perderme en ese aroma que me enloquece.

Siento sus diminutas manos aferrarse a mi cabello y eso me hace calentar más, la sujeto de ese culo, Dios su culo, cuánto deseaba amasar este pomposo culo. La subo a mi escritorio, abriendo sus piernas para colocarme en medio de ella.

—¡Dios cuánto te deseo!— dejo salir de mis labios, para luego bajar a su delicioso cuello, besándolo y dejando pequeñas marcas en su piel, escuchar sus jadeos hacen que  mi polla quiera explotar en mis pantalones.

****

𝑵𝒂𝒓𝒓𝒂 𝑩𝒆𝒂:

Sus labios y manos sobre mi hacen que me olvide de todo. Lo deseo, pero también lo odio. Pero ya no puedo soportar más, siento sus manos bajar a mi trasero y eso me hace estremece, cuando siento que me deja caer en el escritorio y luego soltar un poco mis labios para susurrar sobre ellos que me desean, para luego sentir sus labios en mi cuello.

Dios si, yo también lo deseo, sus manos tocan la piel expuesta que deja mi falda que se me a subido más de la cuenta. Su tacto y su voz me hacen tener una mezcla de sanaciones.

—¡Vas a ser mía flacucha!— lo escucho decir y esas palabras son como una cachetada a la realidad. Lo empujó y logro bajarme del escritorio.

—¡Eso jamás, vaya y busque a sus putas, que yo no soy una de ellas!— salgo de aquel lugar a toda prisa, tomo mi bolso y decido bajar las escaleras, no es mi horario de salida pero necesito irme un momento. Sino lo mataré.

Bea eres estúpida ¿Cuánto hace que lo viste con aquella rubia? Y ahí ibas a ir de idiota.

Me dejó caer en la banca de una plaza, cercana a la empresa y tapo mi rostro con mis dos manos, dejando salir el llanto.

Que se vaya todo al demonio, se suponía que no iba a volver a sentir esto, se suponía que solo seríamos mi bebé y yo. No más hombres, no más amor. Lo peor es que aquí vuelvo a amar yo, nada más que yo, por eso lo odio tanto.

Siento una mano sobre mi hombro y pego un brinco, pensando que podía ser él, pero me encuentro con los ojos celestes de mi amigo Jeremy, su sonrisa amplia y sus pestañas bien abundantes hacen que su mirada sea intenta.

El me tira a su pecho y me derrumbó en sus brazos. Aquí nadie sabe mi pasado, solo saben que soy madre soltera pero no sabe porque su papá no está en nuestras vidas.

—¡Ya cari, tranquila!— susurra mientras acaricia mi espalda —Llora, aquí estaré— suelto el llanto y trato de hablarle mientras no paro de llorar.

—Jery, soy una idiota— digo ahogada en el llanto.

—¡Amar, no nos hace idiotas cari!— me aparto de su pecho ancho y lo miro a los ojos, mientras el me regala una sonrisa. —¡Quizás parezca idiota, pero no lo soy y déjame decirte que se muy bien lo que te sucede, pero yo te daré tu tiempo.— seca mis lágrimas con sus manos — Pero exijo que cuando te animes, me cuentes, sabes que me encanta todo eso del amor, soy un puto romántico — hace un moin con sus ojos, causándome risa.

—¡Eres el ser más magnífico que el universo puso en mi camino. Tú y la dulce Isabella. Son lo mejor que tengo hoy y jamás quiero perderlo— abrazo a mi amigo y nos quedamos un rato más ahí, hasta que regresamos a la empresa a terminar nuestro día laboral.

Día que ya deseo que termine, hoy está siendo un día espantoso.


Te odio amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora