Capitulo 22

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𝑵𝒂𝒓𝒓𝒂 𝑩𝒆𝒂:

Después de que acepte cenar con don pajarito, me vine a trabajar, me tomé una pastilla para mí dolor de cabeza, pero nada me lo quita. Creo que necesito una dosis de chocolate o una gran porción de crema batida con fresas. Miro la hora en mi reloj de muñeca y veo que ya es hora del almuerzo. Tomo mi bolso y bajo por el elevador a la cafetería que tenemos aquí en la empresa. Cuando llegó, me voy directo a la heladera de postres y saco una copa colmada de crema y fresas, miro en todas las direcciones buscando a mi amigo pero no lo veo. Así que camino hasta una mesa junto a un gran ventanal que daba a la avenida, como mi primer cucharada de postre y cierro los ojos disfrutando el sabor de aquella explosión de sabores. Cuando abro los ojos, me quedó helada mirando que del otro lado de la calle se encuentra mi amigo Jeremy, con una rubia pero no es cualquier rubia, es la rubia mechas de escoba, la amiga de Marco. ¿Qué hacen ellos dos juntos ? Ella se ríe, mientras el puto de Jeremy le dice algo y le extiende un paquete. Tomo mi móvil y le envío un mensaje al puto traicionero.

~¿Asique muy amiguito de la pelo de escoba? No me hables, no me mires, ni mucho menos me busques.~

Envío el mensaje y me siento la mejor de las dramáticas. *Esos son celos* mi conciencia me acusa *No porque este con Jeremy, sino porque se folla a Marco* quisiera ahorcar a la voz de mi conciencia muchas veces.

Voy hasta la chica de la cafetería y le pido una dona bañada en chocolate. Cuando la tengo en mis manos, me voy con mi dona y mi postre a mi piso, porque si sigo aquí, iré donde está ese perro traidor y la puticienta esa y los dejaré sin sus pelos duros.

Cuando llegó al piso, veo a Marco afirmando en la puerta de su oficina, camina hasta mi con una sonrisa pero yo lo ignoro sigo mi camino hasta el escritorio dejo mi postre y dona sobre el, para luego sentarme tomar mi bolso y sacar el frasco de mis analgésicos.

—¿Sucede algo flaca?— lo ignoro, estoy enojada con él y el otro imbécil. —¿Bea que te sucede?— lo miro con rabia mientras llevo mi pastilla a mi boca y la tomo con un poco de agua.

—¿Estuvo aquí la rubia esa pelo de escoba?— suelto con rabia y me arrepiento de haber reclamado, estoy celosa de solo imaginar que ella estuvo aquí, es que ¿tan rápido iba a romper la supuesta promesa? Lo escucho reír y luego me gira en la silla, mientras se pone en cuclillas, acaricia mis piernas sobre la tela de la falda.

—¿ Y la pelo de escoba sería?— pregunta —Pero sacándote de la duda, aquí no vino ninguna mujer, salí de mi oficina en busca de mi flaca secretaria para almorzar y no estaba.— sus caricias me dan electricidad y me olvidó por un momento de todo. Hasta que escucho un carraspeó grueso, los dos miramos en dirección al sonido y nos encontramos con el rostro de Guillermo Manson.

—¡A la oficina tengo que hablar contigo!— da una mirada más de burla y se larga.

Noto la tensión del cuerpo en Marco, él odia a ese hombre y yo también.

—Prepara tus cosas, salgo de la oficina y nos vamos— sin dejarme responder se va. Que los astros y el universo no permitan una pelea, ruego al cielo mientras escucho como cierra con fuerza aquella puerta.

(***)

𝑵𝒂𝒓𝒓𝒂 𝑴𝒂𝒓𝒄𝒐:

Ingreso a la oficina de Guillermo, hace unos días que no lo veo, prácticamente llevo la empresa solo, no me molesta es más desearía que se largue de una buena vez y dejé de contaminar cada lugar al que ingresa.

Te odio amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora