Capitulo 27

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...""Me gustan las relaciones que no son solo amor, besos y palabras lindas, sino que también sean risas, juegos, idioteces y sobrenombres""...🌻 

Marco tomó a Bea de las piernas y la colocó en sus hombros como una costal de harina, caminó entre el gentío con ella colgada, sintiendo los golpes que le daba aquella mujer loca, que lo hacia perder la cordura ante cualquier situación. Su lengua suelta que le decía todo lo que se le viniera a la cabeza, la fortaleza que ella demostraba y cada una de sus virtudes y defectos a Marco Manson lo atraían como una abeja a la miel.

Salieron del club y ahí pudo escuchar claramente la cantidad de insultos que esa boquita suelta decía.

—¡Suéltame maldito canalla! Bájame, te odio bipolar, maldito prostituto...—repetía una y otra vez mientras el avanzaba con ella hasta donde estaba su auto. En eso sintió como Bea le dio un pellizco a una de sus nalgas tan fuerte que estaba seguro que le saldría una marca.

—¡Carajo... Cálmate loca desquiciada!— le gritó y le dio una nalgada —Mira no más con la ropa que sales, descarada insoportable—

Llegaron hasta el auto saco el seguro y la sentó en el asiento del copiloto, poniéndole el cinturón de seguridad, cerró la puerta y a la vez el seguro de la puerta para que no escapará, cuando se subió en su lugar poniendo en marcha el auto, la miró de reojo viendo que observaba por la ventanilla. Se la llevaría a su departamento, le importaba un carajo que ella se negará.

Cuando llegaron, Marco bajó del auto lo rodeó y abrió la puerta para que Bea saliera, pero ahí la vió como una niña, de brazos cruzados haciendo puchero. Se froto con frustración su rostro y la volvió a observar.

—¿Bajarás? Porque no tengo la intención de congelarme aquí, hasta que la señorita se digne a bajar—ella solo hizo un movimiento con su cabeza como si sus palabras no le importarán

—¿A caso te pedí que me fueras a buscar? ¿Te pedí que me traigas a tu departamento?— la rabia le comenzó a subir a la cabeza a la castaña y bajó del auto. —¿ A qué me traes aquí? No soy tu maldita puta— le dió un golpe en el pecho

—Y la verdad no entiendo que hacías llegando al club como si fueras el macho alfa— soltó una carcajada —Aunque un perro si eres... ¿Acaso te aburriste de comerte las siliconas de la rubia con la que saliste hoy?—se cruzó de brazos y levanto su rostro para mirarlo a los ojos, la diferencia de estatura era demasiada. Marco elevó una ceja y sonrió.

—¿Celosa pequeña fiera?—Dijo mientras acortaba la distancia entre ellos.

—Ja celosas tus bolas Marco— se alejó unos pasos chocando con su trasero con el auto —Ni que fueras tan importante—

—¡Quizás yo no soy importante para ti, pero tú para mí ,sí— miró esos ojos verdes que tanto le gustaban, el sentía un sin fin de cosas por ella, pero que cobarde era.

—¡Ay si como no! Ahora resulta que la secretaria, simplona, la flaca, madre soltera es importante para el gran Marco Manson—

El la atrajo hasta el tan rápido que ella no pudo reaccionar y le plantó un beso lleno de deseo y amor.

Bea quedó sin mover sus labios por un momento hasta que sintió la lengua de él queriendo invadir su boca. Se pegó más a su cuerpo y disfrutó de aquel beso, lo deseaba y lo amaba tanto.

Marco se separó de ella, la tomó de la mano, la ingresó al edificio y luego al elevador. Que en cuanto se cerraron las puertas se fue sobre ella, tocando la piel expuesta que aquella ropa del infierno le dejaba al aire. Estrujó entre sus dos manos aquel culo. Cuando las puertas se abrieron en su piso se la llevó sin dejar de besarla, caminando poco a poco, hasta que ingresaron al interior de aquel departamento.

Siguieron caminando hasta llegar a la habitación, Bea al darse cuenta que estaban en aquel lugar que conocía de memoria. Se aparto de él y lo miro con picardía.

—¡Hoy jugare contigo!— lo empujó hasta la cama, haciendo que aquel enorme cuerpo callera sobre el colchón. Lo miro coqueta, mientras mordía su labio inferior. —Papi se portó muy mal hoy, hizo sentir mal a mami— fingió llorar y su voz de niña buena. — Quítate la ropa, que mami te va a castigar — Marco ya con la polla dura, comenzó a quitarse la ropa, mientras miraba a su flaca buscar algo en el interior de sus cajones. La vio girarse con tres corbatas en sus manos, elevó una ceja sin entender que iba hacer aquella loca.

—¿Para que necesitarás eso?— vio como ella bajo su mirada a su polla y pasaba su lengua por los labios. Y eso a él le hizo crecer su ego.

—Sobre la cama— como niño obediente se dejó caer sobre el colchón.

Bea camino hasta él, caminando lentamente y coqueta. Se subió sobre el restregándose sobre ese pedazo de carne que tanto le gustaba. —Manos arriba y calladito la boca — dijo mientras seguía moviendo sus caderas sobre aquella polla, Marco contenía el deseo de tomarla ahí mismo y dejar de lado aquel juego. Sintió como Bea lo amarro con fuerza a los garrotes de la cama.

—¿Bea que haces?— la mujer lo ignoró y bajo lentamente por su cuerpo, hasta que su rostro y boca quedó frente aquel falo delicioso. Lo tomó entre sus manos, para luego pasar su lengua por aquel delicioso y esponjoso glande y luego sumergió toda aquella longitud a su boca, chupó, lamió, rozaba sus dientes delicadamente sobre aquella enorme polla, con sus venas marcadas. Una de sus manos fue hasta los testículos, sintiendo como comenzaba a tensarse. Se sacó de su boca aquella polla dando una última lamida y haciendo un ruido ante la chupada que dio.

Marco estaba perdido ante aquella mamada magnífica, estaba a punto de correrse en aquella boquita del infierno, pero bajo del paraíso cuando el calor de aquella boca se alejo de su pene.

—¿ Qué sucede?— preguntó con la respiración agitada, el corazón le bombeaba y la cabeza de su polla iba a explotar. Sintió como Bea amarro sus pies. Se colocó de pie, acomodó su ropa y sonrió con esa sonrisa diabólica que solía darle cuando hacía alguna maldad.

—¡Papi se portó mal, muy mal y merece el castigo!— caminó hasta el y dejó un beso en sus labios —Tu castigo será dormir con dolor de huevos y tendrás que escuchar como me masturbo, allí en aquella habitación, escucharás como gimo mientras me follo yo misma el coño.— giró sobre sus talones y caminó hasta la puerta moviendo el culo, dejándola abierta, para que él escuchará mejor.

—¡Bea, Bea... Ven aquí, mendiga flaca!— gritaba desesperado, queriendo soltar sus manos y pies —¡ESTA ME LA PAGAS, FLACA CALIENTA POLLA, TE HARÉ TRAGAR TODA MI LECHE EN CUÁNTO ME SUELTE DE AQUÍ — gritó y gritó.... Hasta que escucho lo que aquella criatura del infierno le había prometido, escucho sus gemidos y a él le iba explotar la polla.

 








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