Capitulo 23

5.9K 315 17
                                    

Ingresaron al piso donde vivía Marco besándose, Bea se despojó del saco de él, mientras él le quitaba el suyo, dejando toda la ropa desparramada por el piso. La empotró contra la pared del pasillo, mientras con sus fuertes manos rompió aquella falda que no le permitía el acceso a la piel de la mujer.

— Imbécil — dijo una jadeante Bea — Me has roto la falda— Marco mordisqueaba su cuello , mientras la sujetaba contra la pared. Hizo que sus piernas le rodeen su cintura y caminó hasta su habitación sin dejar de besarla.

Bea se separó bruscamente de sus labios y lo miro, notando lo oscurecido que tenía sus ojos azules a causa del deseo, sus pupilas dilatadas. Le acaricio el rostro, sintiendo la barba sobre sus pequeñas manos.

—¿Has cambiado las sábanas?— pregunto mientras pidió con un movimiento de su cuerpo, que dejase en el piso, él le permitió bajarse y la miro con una sonrisa.

—Flaca, eres la primer mujer que dormirá en mi cama — confesó mientras se acercó a ella y tomo la orilla de la diminuta remera de Bea, rozando sus dedos en esa piel suave. Ella elevó sus brazos accediendo a lo que el pedía, dejándola así expuesta a él, que de inmediato sus ojos quedaron perdido en las tetas de Bea, mirando el sostén de encaje en color verde oscuro. Llevo una de sus enormes manos hasta una de sus tetas y las apretó, sacándole un jadeo.

—¡Mientes!— dijo con dificultad, ante el deseo que sentía, su coño estaba mojado, sentía su cuerpo arden con solo un beso de aquel hombre.

—¡Jamás, a ti jamás te mentiría!— no la dejó seguir, el la deseaba, quería hundirse en ese cuerpo, probar cada gota de su esencia.

Se quitaron toda la ropa que estorbaba y sintieron su piel quemarse, el calor de sus cuerpos unidos provocaba en ellos una corriente eléctrica.

Marco la dejo caer sobre la cama, mientras seguían besándose y tocándose. Comenzó a dejar un sin de besos húmedos por el delgado cuello de Bea, para luego pasar a sus pechos, los chupo y lamio a su antojo, mientras que chupaba uno, con su otra mano retorcía el pezón del otro, escuchando los jadeos y el cuerpo temblar de ella. Bajo hasta su vientre dejando un camino de saliva con su lengua que rozo delicadamente sobre el ombligo, provocando escalofríos y contracciones en el bajo vientre. Cuando llegó al coño de Bea, lo miró con lujuria pasando su lengua por sus labios y luego mordió su labio inferior.

— Quiero comerte toda— dijo mirándola a los ojos, Bea estaba ansiosa y caliente.

—¡Hazlo ya, no seas tan Imbécil!— reprochó, mientras movía su pelvis, una sonrisa de arrogancia se dibujó en el rostro de Marco, pero no le dio tiempo a reprochar, que hundió su boca en aquel coño —¡Oh por Dios!— dijo cuando sintió la lengua juguetona sobre su clítoris, dos dedos ingresaron a su interior mientras aquel hombre chupaba y lamía cada rincón de su intimidad. Las manos de Bea se aferraban a las sabanas, sintiendo como su coño se contraía, estaba a punto de correrse, pero se negaba, disfrutaba de cada movimiento que Marco hacia con su lengua, los dedos que ingresaban a su interior hacia un ruido ante el choque de las embestidas, sus jugos y la lengua lujuriosa.

—¡Vamos nena, dame todo, quiero beber todo de ti!— la voz ronca y sentir su respiración en su coño, la hizo derramar toda su esencia sobre la boca de su jefe, su cuerpo se tensaba, sintiendo una corriente en todo su ser, sintiendo los lengüetazo de aquella boca, que la había hecho subir al cielo.

Marco saboreo cada gota de aquella esencia, dulce y única para él, jamás había disfrutado tanto al dar sexo oral. Subió sobre el cuerpo sudado de Bea, dejando besos y apretando parte de aquella piel que lo enloquecía. Se detuvo en sus tetas, metiendo una a su boca y con su enorme mano estrujaba la otra.

Te odio amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora