Capítulo 20

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Había tenido que salir de la residencia a toda prisa, si no quería meterse en un buen lío y arrastrar con él a la cuidadora que le había colado. Lejos de sentirse más tranquilo, lo que le embargaba era una sensación incómoda que no podía quitarse de encima.

Kellina estaba segura de lo que había visto, pero Jack no era capaz de creerla. No del todo. Recordó las palabras de Elsa, afirmando que ella también había visto algo. Y como si su memoria se activara de pronto, acudieron las imágenes de Kai mirando ensimismado la superficie helada del lago como si...

«Yo he patinado allí toda mi vida y nunca me ha pasado algo así», razonó.

Pero ¿eso significaba que todos ellos mentían? ¿Que una especie de locura común los afectaba?

No pudo darle más vueltas a esto, porque Jadis Calyn le estampó un papel en el pecho. Era la repartidora del periódico local y habitualmente solo trabajaba por la mañana. Vio alejarse su cabellera escarlata ondeando al viento.

—¡Esto te interesa, Frost! —exclamó la niña, volviéndose solo un segundo.

«Lo dudo». Estaba a punto de tirarlo sin mirarlo siquiera cuando sus ojos se detuvieron en el cartel.

Concurso de talentos de los reinos mágicos del este

Se convoca a todos los habitantes del Reino de las Lagunas para que muestren su mejor espectáculo para ofrecer a los reyes y a los miembros seleccionados del jurado. De entre todos los participantes se elegirá uno, que será un invitado de honor en el primer concurso de variedades del mundo.

Conviértete en una estrella y enseña tu talento.

¡Te esperamos!

Detrás había un formulario para rellenar y en letra pequeña decía que debía entregarse en la plaza.

El corazón empezó a latirle a toda prisa en el pecho. Aquella podía ser la oportunidad que había estado esperando toda su vida. Su primer pensamiento fue directo hacia Elsa, su eterna rival, que no estaría para competir por ese concurso.

Releyó la hoja y se decidió. Tenía que apuntarse al concurso. Lo guardó entre sus pertenencias y se dirigió hacia el edificio de su empresa. Había prometido encargarse de una reunión y de la supervisión de unos trabajos.

Desde la discusión con sus padres, la relación se había mantenido algo distante, pero no podía culparlos por sus acciones. Al menos no podía condenarlos. Comprendía su dolor y, aunque todavía se sentía dolido, el enfado se había ido diluyendo.

Las tareas empresariales se alargaron más de lo que Jack había pensado y, para cuando terminó, el sol ya se escondía en el horizonte, dando paso a la noche.

Suspiró y se dirigió hacia su hogar. Quería hablar con sus padres del concurso. No necesitaba su permiso, mas le gustaba tenerlos al tanto a pesar de sus reticencias. No pensaba desperdiciar la oportunidad de hacer lo que le apasionaba. Aquello podía ser un salto para el patinaje sobre hielo. Podría convertirse en una estrella.

Cuando llegó encontró a los sirvientes terminando de preparar la cena y a sus padres sentados en la mesa. Coral hacía poco que había llegado de la supervisión de la recolecta. Ese día Bastian se había quedado en casa con la contabilidad.

Se sentó con ellos y mantuvo su mejor actitud hasta que terminaron de cenar y recoger y dieron permiso a los sirvientes para retirarse.

Coral tenía frente a sí una taza con una infusión caliente y su padre hojeaba un libro cuando Jack se animó a hablar. Sacó el papel de su bolsa y lo puso sobre la mesa.

Su madre leyó por encima y después clavó sus ojos fríos en el pequeño de los Frost. Bastian al ver la expresión de su mujer prestó atención.

—Quería hablar con vosotros de esto —les tendió el papel.

—¿Un concurso de talentos? ¡Qué divertido! —exclamó Bastian arqueando las cejas.

Después soltó una queja y Jack intuyó que su madre le había dado una patada por debajo de la mesa. Apretó los labios para no reírse.

—Algo había escuchado. Es una actividad para distraer a la ciudad.

—Pero ¿de qué, mamá?

—De lo que importa, claro está. Talentos... —Bufó con desdén.

—Voy a apuntarme.

Coral se volvió hacia él con la seriedad que la caracterizaba. Intuía que mostraba calma, pero por dentro estaba enfadada. Así era su madre. No quedaba nada de la mujer frágil que hablaba rota de dolor por la desaparición de su hijo mayor.

—No vas a hacer tal cosa. —Apartó la hoja y removió el té, zanjando el tema.

Eso enfadó a Jack, que sintió la bola de la rabia ascender por su estómago. Respiró profundamente dos veces y después cogió una pluma y empezó a rellenar la solicitud.

—¿Acaso no has escuchado lo que he dicho?

—Coral... —Bastian puso una mano en la de su esposa y se dirigió al chico—. Jack, tenemos mucho trabajo en la empresa.

—No os estaba pidiendo permiso. Os informaba de que, a mis veinte años, soy capaz de apuntarme al concurso sin vuestro consentimiento.

—Está bien, apúntate —dijo Coral.

Para su sorpresa, el gesto de la mujer se relajó y una sonrisa taimada se dibujó en su rostro.

—¿Qué? —preguntaron padre e hijo al unísono.

—Me parece bien que Jack se apunte a ese concurso. Tendrás que organizarte muy bien para poder sacar tiempo para ensayar esas piruetas. En la empresa cada vez hay más trabajo y ya tienes veinte años. Lo que significa que puedes asumir más peso del negocio del que tenías hasta ahora.

Bastian la miró sorprendido, comprendiendo, y asintió antes de añadir:

—Tu madre tiene razón. Ya eres un adulto que no precisa de nuestra supervisión, así que vamos a repartirnos las tareas de forma más equilibrada. Es una buena idea.

Jack abrió la boca para protestar, pero ningún sonido escapó de ella. Entendía la estrategia de su madre. Quería desmoralizarle, obligarle a rendirse antes de empezar. No le estaba dando su aprobación.

Pese a ello, imitando la actitud de su madre, sonrió y asintió.

—Estupendo, sabía que lo entenderíais. El patinaje sobre hielo era el sueño de Dermin, y quizá con esto podamos encontrarnos de nuevo.

Firmó la solicitud.

El origen del inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora