Esperó a que la oscuridad se hiciera con Corona de Hielo. Se sentía culpable por lo que estaba a punto de hacer, pero no le habían dejado otra opción.
—Lo siento, Dermin... Debo encontrar a Jack. Si ambos tenemos este poder, es posible que alguien más lo tenga también y no sea como nosotros. —¿Era más una excusa para sí misma para evitar pensar que era egoísta por abandonar al reino? Ellos podían elegir un nuevo rey, mejor que ella. Si no lo habían querido hacer por las buenas... Suspiró—. Y él debe saber que estás... —se abstuvo de decir «vivo»— aquí. No sabes lo que supuso tu desaparición. Pensar que nos abandonaste. Aunque él siempre confió en ti. Jack no lo sabe, pero algunas noches, frente a la Laguna Helada, le escuchaba hablar al hielo. Le pedía que volvieras pronto, convertido en un patinador famoso, y le llevases con él.
El lobo soltó un aullido lastimero y Elsa pegó su frente a la de él, dejando escapar varias lágrimas que, cuando finalizaron su recorrido por sus mejillas, se convirtieron en hielo.
La joven se levantó, cargando una bolsa con víveres y vestida con uno de sus conjuntos de pantalón.
Dermin la siguió para su sorpresa. A Elsa no le hicieron falta palabras para saber que tenía intención de acompañarla a donde fuera.
La chica cogió la corona y la dejó en la mesa redonda de la sala del trono. Después se dirigió a una salida lateral, custodiada por solo un guardia, que clavó sus ojos en la bolsa.
—Voy a patinar un poco por la ciudad. Necesito tomar el aire.
Él aceptó sus palabras, sin cuestionarse por qué la reina tomaba esa salida y no la principal.
La noche estaba despejada. La joven levantó los ojos hacia las lunas. Las tres brillaban en todo su esplendor, y combinadas con el río resplandeciente y las luces de hielo flotantes que ella misma mantenía, hacían de la ciudad un lugar mágico para quien se detuviera a observarla.
Pronto habría otro eclipse. A veces no era fácil adivinar cuándo, otras, gracias a las fases de las lunas y la posición del sol, se podía saber con exactitud. Era algo que volvía locos a los astrónomos, al menos los del Reino de las Lagunas y, según los libros, también los de otros lugares. Las lunas eran unos astros todavía misteriosos para los habitantes de los reinos. A veces seguían una lógica. Otras, parecían actuar con magia, sin ninguna explicación razonable.
Es aquellas semanas, Elsa había llegado a conocer la ciudad, por lo que sabía exactamente cómo moverse para no ser vista, haciendo uso de callejuelas nada transitadas y zonas sombrías.
Dejó atrás las casas y las luces, el suave rumor de los pocos transeúntes que ultimaban sus quehaceres o solo habían salido a disfrutar de una noche apacible.
Dermin se mantenía a su lado, caminando seguro. La joven le miró de reojo y su mente se transportó a Jack, haciéndole sentir todavía más culpable por abandonar Corona de Hielo, pues él era otro motivo que la impulsaba a salir de allí. Anhelaba verle, aunque no estaba segura de por qué. ¿Era su poder lo que la atraía, pues eran —casi— únicos? ¿La nueva rivalidad que los unía? ¿O había algo más que no quería reconocer?
Aunque no sabía bien dónde acababan los límites de Corona de Hielo, pudo apreciar una leve diferencia en su camino. Atrás dejaba hielo y nieve, fruto no solo de su poder, sino del que todavía quedaba de la antigua reina. Ante ella, se extendía un manto blanco, inmaculado, de lo que para ella era como cálida nieve. Frente al frío hielo, la nieve era como arena que calentaba sus manos. Se agachó y sumergió una de sus manos entre los copos, con los ojos cerrados, sintiendo una agradable sensación.
Sintiendo a Jack.
Su poder.
El corazón le dio un vuelo y sus mejillas se encendieron.
Se levantó carraspeando, esperando que Dermin no se hubiera dado cuenta de nada.
—Bien, vamos allá...
Se adentró en el desierto níveo, sin ver nada más que blancura y estrellas. Y solo cuando pasó lo que le parecieron horas caminando sin rumbo, decidió que había llegado el momento de deslizarse sobre el hielo para avanzar con mayor rapidez. Pero se dio cuenta de algo. Miró hacia atrás. Allí estaba la ciudad, como si acabara de dejarla. Y Dermin no estaba con ella, sino que apareció de entre el manto blanco, corriendo hacia ella. Como si él hubiera avanzado y Elsa no.
Frunció el ceño.
Extendió las manos delante de sí y creó un camino de hielo que utilizó para patinar. Dermin galopó a su lado.
Y el lobo desapareció de su lado.
Y Elsa volvió a estar situada a pocos metros de la ciudad.
El lobo regresó como antes. Esta vez se detuvo delante de ella ladeando la cabeza, confuso.
—¿Se puede saber qué pasa? —se preguntó la joven.
—No puedes abandonar el reino —terció una segunda voz, provocando un respingo en la joven.
Mab estaba detrás, aparecida de la nada.
—¿Cómo dices?
Elsa se plantó delante de ella, con los ojos entrecerrados.
—La Reina de las Nieves no puede salir de Corona de Hielo. Es su castigo por el mal uso de su poder.
—Yo no soy ella —repuso Elsa con mirada seria y los dientes apretados.
—Eres la nueva Reina de las Nieves. Tienes parte de su poder.
—Mas no soy malvada. Ya lo has visto. Me conoces.
El hada suspiró y desvió la mirada.
—Eso me hizo pensar ella, y mira cómo acabó. Lo siento, pero no puedo confiar en ti.
—¿Pero sí en Jack?
Mab empalideció.
—Él solo tiene una parte del poder...
—... y yo otra. ¿Qué nos diferencia?
—Que él no ha sido elegido para gobernar un reino. Y tiene un deber.
—¿Y yo no?
El hada clavó sus ojos en los turquesa de Elsa.
—Gobernar con justicia y bondad.
Elsa resopló frustrada. Todo el mundo pretendía que se hiciese cargo de un reino, cuando apenas había sido capaz de hacerse cargo de sí misma. Su primer día como aprendiz de pastelera fue un fracaso; en el patinaje tuvo que poner mucho empeño para lograr lo que ahora era capaz de hacer.
—¿Y qué hay de los demás fragmentos? —Mab no respondió—. Sé que el mío y el de Jack no son los únicos. Si tan preocupada estás por que yo haga mal uso de mi poder, ¿qué hay de quienes hayan recibido los otros?
Mab le dio la espalda y, desplegando un puñado de polvo de hadas, desapareció ante la incredulidad de Elsa.
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El origen del invierno
FanficUn retelling crossover sobre Elsa y Jack Frost que podéis conseguir en Amazon. Un espejo. Un lago. Un corazón helado. Una magia de nieve. Una corona. Un propósito. Un solo poder. ¿Y si Elsa y Jack Frost fueran el origen del invierno? Cuarta entrega...