«Otra vez no».
Elsa ya sabía lo que había pasado en cuanto la sala del palacio, junto con Mab, Jack y Dermin, se desvaneció ante sus ojos. Aunque sabía que era ella quien en realidad se había desvanecido ante los ojos de ellos.
Como las otras dos veces.
Estaba en un lugar oscuro y frío, y tuvo que invocar lágrimas gélidas que flotaron a su alrededor, iluminando el lugar. Estaba en los aposentos de un rey y una reina. Hubiera pensado que él dormía plácidamente si no hubiera visto la sangre manando de su pecho, aunque ya con poca fuerza. Su esposa, en cambio, yacía en el suelo, con una expresión de horror, pero sin ninguna herida visible.
Elsa se acercó a ella y se agachó.
Estaba muerta.
Fría, pero no con la frialdad propia de los muertos. Era diferente, y la reina supo que era ese frío que percibió en Oz.
«Kai».
Se puso en pie y supo exactamente a dónde dirigirse, guiada por un tenue tirón que salía de su pecho.
El hilo invisible la condujo hasta una sala del trono, envuelta en una tétrica negrura que le provocó un escalofrío. Motas de lo que a simple vista parecían cenizas flotaban por doquier, mas Elsa extendió un dedo y, con dolor, comprobó que eran como copos de nieve, pero, en realidad, no tenían nada que ver con ellos. Eran de un frío lacerante, no como el hielo o la nieve.
Y, aunque ella ya no sentía frío, allí lo sintió. Uno diferente al que estaba acostumbrada cuando patinaba en la Laguna Helada.
Este se le metía dentro del cuerpo, se colaba en su interior e inundaba sus sentidos de la más fría oscuridad.
Elsa se llevó la mano al corazón y tragó saliva.
—Bienvenida al Reino de Nadie.
Una voz gélida a su espalda. La joven giró sobre sus talones y vio a Kai. O a alguien que se parecía a él. Tenía un pelo tan oscuro que se confundía con la oscuridad. Unos ojos que le parecieron azules, mas nos desprendían ningún brillo, como si no estuvieran vivos. Una piel demasiado pálida y unos labios morados.
Él se acercó más a su antigua amiga, que se alejó varios pasos, conteniendo el temor que sentía, pero queriendo evitar cualquier contacto.
—¿El... Reino de Nadie?
Eran las tierras que quedaban entre el Reino de Madera y Corona de Hielo.
—Ya has conocido a sus reyes: Nadie y Alguien.
Elsa tragó saliva una segunda vez.
—¿Tú los has matado?
Tenía la esperanza, una pequeña llama verde entre tanta oscuridad, de que Kai le diera una respuesta negativa que ella pudiera creer.
—Él tenía algo que me pertenecía. Ella... —alzó las manos— se interpuso en mi camino.
—Kai...
El chico chasqueó la lengua con disgusto y le dio la espalda, para dirigirse a un trono que Elsa no había visto en un principio, pues el que había cuando ella llegó era de oro, y pequeño.
La estancia estaba no solo iluminada por sus lágrimas de hielo, sino por la tenue luz de dos de las lunas, y aquellas motas de oscuridad, aunque no llegaba a entender cómo. Mas se veía casi con claridad.
El trono era una mole gigantesca hecha de sombras y hielo de un azul casi negro.
Kai tomó asiento.
La joven se atrevió a acercarse.
—¿Por qué haces esto?
—¿Por qué tú no?
Elsa no comprendió la pregunta y él lo supo, porque continuó:
—Ambos fuimos bendecidos con el poder de la Reina de las Nieves. Perdón —se excusó mirando con expresión burlesca la corona de ella—, de la antigua Reina de las Nieves. Mas tan solo es una pequeña parte de lo que ella poseía. Todos esos fragmentos que tú dispersaste por el mundo deben unirse de nuevo. ¿No lo sientes? ¿Por qué crees que estás aquí si no?
La joven volvió a llevarse la mano al corazón. Sí, algo había sentido, aunque no sabía qué significaba. ¿Era la llamada de algún fragmento de espejo cercano? ¿Por eso estaba allí?
La primera vez fue en Oz. El hombre de hojalata.
La segunda vez fue en el Reino de la Rosa Escarlata. El propio Jack.
Y, ahora, el rey Nadie. Y Kai.
—No es necesario matar por esto, Kai. No necesitas tanto poder.
Él sonrió.
—La llamada actúa diferente en cada uno de nosotros. A mí me provoca dolor, una necesidad ardiente, una sed solo saciada con cada nueva pieza de espejo que consigo.
—Pero...
Kai hizo un gesto con la mano y una corona, de diamantes de un azul casi negro e hilos de oscuridad, apareció sobre ella. El joven se la colocó con parsimonia sobre la cabeza, deleitándose con el terror y la comprensión que se estaban reflejando en el rostro de su antigua amiga.
—Saluda al nuevo rey del Reino de Nadie. Y dile a Jack que disfrute mientras pueda. En cuanto termine de recorrer los reinos, iré a por vuestros fragmentos de espejo.
Elsa no solo no vio al Kai que una vez conoció, que le hizo reír y soñar hasta pocos meses atrás; sino que vio a un Kai dispuesto a cualquier atrocidad con tal de hacerse con todo el poder de la Reina de las Nieves, incluso acabar con Jack, un compañero que conocía desde que eran pequeños, y la que una vez fue su mejor amiga.
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El origen del invierno
FanfictionUn retelling crossover sobre Elsa y Jack Frost que podéis conseguir en Amazon. Un espejo. Un lago. Un corazón helado. Una magia de nieve. Una corona. Un propósito. Un solo poder. ¿Y si Elsa y Jack Frost fueran el origen del invierno? Cuarta entrega...