Capítulo 19

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El reino helado se extendía ante sus ojos, al otro lado del Arco Mágico que Día había creado con tanta facilidad, tal y como le había prometido.

—Ojalá vinieras conmigo —musitó mirando al hada.

Era la única amiga que tenía fuera del Reino de las Lagunas, y tener que dejarla atrás para enfrentarse de nuevo a lo desconocido la aterraba.

Ahora estaba más cerca de encontrar a Kai, quizás a Dermin. De descubrir la verdad. Mas ello implicaba enfrentarse a la Reina de las Nieves. Una vulgar patinadora que no sabía hacer nada más.

—Debo encontrar a Garbancito antes de que se meta en un lío —sonrió apartándose el flequillo negro de la frente—. ¡Tranquila! Lo harás bien. Y si algún día necesitas ayuda, ten. —Le dio un objeto envuelto en un pedazo de tela que Elsa no desenvolvió—. Espero que nos volvamos a ver, Ealasaid.

—Elsa. Tú puedes llamarme Elsa.

Se abrazaron, interrumpidas por un picoteo.

El herrerillo pio llamando su atención y la joven rubia se acercó a él. Agachándose para ponerse a su altura frente al alféizar.

—Tienes razón, debo enviar un mensaje a Jack. A pesar de todo, se ha preocupado por mí. —Sonrió con nostalgia, recordando los amaneceres de patinaje y retos. De cómo él se metía con ella solo para picarla y que fracasara—. Dile que estoy bien, que no creo que Kai esté muerto y que regresaré con él.

El ave revoloteó feliz y se marchó.

—Es el momento. No aguantará mucho más. Y reabrir portales al mismo lugar puede llevar un tiempo.

Elsa se colocó frente a la puerta mágica.

—Gracias por todo, Día. Un día serás una gran hada madrina. Conocerás a reyes y princesas y todo el mundo conocerá tu nombre. Estoy segura.

La joven hada se emocionó. Hizo un asentimiento con la cabeza porque no le salían las palabras. La otra chica cogió aire y cruzó al otro lado, recordando las palabras que Día le había dicho momentos antes: «Dentro de un Arco Mágico, el tiempo y el espacio juegan a su antojo con aquellos espíritus que desconocen el camino». El hada le había asegurado que si no perdía de vista Corona de Hielo ni su objetivo de encontrar a Kai, no se desviaría. Así que Elsa cerró los ojos y se concentró en ello.

«Corona de Hielo. Kai. La Reina de las Nieves».

—¡Eh! ¡Mira por dónde vas!

La muchacha se atrevió a abrir los ojos. Había chocado contra otra chica, que por un momento creyó que se trataba de Día y le dio un vuelco el corazón al pensar que había decidido acompañarla. Pero quien estaba en el suelo mirándola con reproche era una joven de pelo negro y muy corto, mirada azul zafiro y ropas de abrigo que Elsa enseguida echó de menos.

—Lo siento.

La rubia le tendió una mano para ayudarla a levantarse. En un principio, la otra la miró con desconfianza, pero, de repente, su expresión cambió por una más amigable y aceptó. Soltó un silbido antes de hablar.

—¡Has salido de la nada! ¿Cómo lo has hecho?

Elsa se encogió de hombros.

—¿Magia?

Esperaba que la otra chica no preguntara al respecto o se lo tomara a broma. Por sus risas, dedujo que había sido lo segundo.

—Buen truco, sin duda. Toma, se te ha caído.

Le tendió la bolsa que la rubia no recordaba haber soltado, mas el viaje por el Arco Mágico había sido tan extraño y casi instantáneo que no estaba segura de nada.

El origen del inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora