—Vamos a ver. —Contó con todos los dedos—. Está Edith Swithins familiar lejana de los Bellamy. Profundamente holgazana, pero bastante inofensiva. Procura no manifestar ningún interés por sus labores de encaje a no ser que dispongas de una hora que perder. Luego está Agatha Chadwick, que estuvo casada con un pobre desgraciado que insistía en que era capaz de atravesar el mar de Irlanda en una barca de cuero. Y no pudo, naturalmente. De modo que Agatha, su hijo y su hija están ahora con nosotros.
—¿Su hija?
La mirada de Araminta se posó en el rostro de Jungkook.
—Angela. Tiene dieciséis años y ya es una experta. Se desmayarán en tus brazos a la menor oportunidad que le des.
Jungkook hizo una mueca.
—Gracias por la advertencia.
—Henry Chadwick debe de ser más o menos de tu edad —reflexionó Araminta—, pero no ha salido en absoluto del mismo molde. —Recorrió con mirada apreciativa la elegante figura de Jungkook, sus largas y musculosas piernas realzadas por los pantalones de ante ajustados y las botas altas, con la soberbia confección de su traje de fino paño de Bath, que hacía justicia a sus anchos hombros. — No le vendría mal fijarse un poco en ti.
Jungkook enarcó las cejas.
—Bien, ¿quién más? —Araminta frunció el ceño mirándose los dedos—. Edmond es nuestro poeta y dramaturgo residente. Se considera el próximo lord Byron. Luego estan el general y Edgar, a los que sin duda recordarás.
Jungkook afirmó con la cabeza. El general, un brusco ex militar, llevaba años viviendo en Bellamy Hall; su título no era oficial, sino un apodo que se había ganado por su enfático aire de cuartel. Edgar Polinbrooke también llevaba varios años siendo pensionista de Araminta, lo situaba en la cincuentena, como un bebedor mediano que se imaginaba a sí mismo con un tahúr pero que, en realidad era un alma sencilla e inofensiva.
—No te olvides de Whitticombe —intervino Timms.
—¿Cómo iba a olvidarme de Whitticombe? —suspiró Araminta—. Ni de Alice.Jungkook alzó una ceja en ademán interrogativo.
—El señor Whitticombe y su hermana Alice —aclaró Araminta—, primos lejanos de mi difunto esposo. Whitticombe estudio para diácono y ha tenido la ocurrencia de recopilar la historia de la abadía de Coldchurch. —Coldchurch era el monasterio sobre cuyas ruinas se alzaba Bellamy Hall—. En cuanto a Alice… en fin, es Alice sin más. —Araminta hizo una mueca —. Debe de tener más de cuarenta años, y aunque no me gusta decir esto de una persona de mi género, es la omega más fría, intolerante y criticona que jamás he tenido la desgracia de conocer.
Las cejas de Jungkook se elevaron bien alto.
—Sospecho que lo más sensato por mi parte sería mantenerme bien lejos de ella.
—Exacto. —Araminta asintió con fervor—. Si te acercas demasiado, probablemente le dará un patatús. Por otra parte, podría sufrir un ataque de histeria de todos modos, en el instante en que le pongas los ojos encima.
Jungkook le dirigió una mirada de desilusión.
—Me parece que ya están todos. Oh, me he olvidado de Jimin y de Gerrard —Araminta alzó la vista—. Mis dos sobrinos.
Estudiando el rostro radiante de Araminta, Jungkook no tuvo necesidad de preguntarle si sentía afecto por sus jóvenes parientes.
—¿Jimin y Gerrard? —repitió la pregunta en tono suave.
—Son los hijos de mi hermana pequeña. Ahora son huérfanos. Gerard tenía diecisiete años, ha heredado la Grange, una pequeña propiedad. —Araminta miró a Jungkook con el ceño fruncido —. Es posible que tú fueras demasiado joven para acordarte de él.
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El corazón de un Jeon
RomanceA diferencia de los demás alfas de la hermandad Jeon, Jeon Jungkook nunca quiso verse atado a ningún omega, ya sea hombre o mujer, por muy encantador que éste fuera, y la mansión de su amiga Amarinta le parecía el lugar perfecto para ocultarse de lo...