Unas cuatro horas más tarde, Jimin se sentó a la mesa del desayuno. Sonriente. Resplandeciente. Se había visto en el espejo, pero no había encontrado ninguna expresión capaz de disimular la dicha que sentía.
Al despertar se había encontrado a la criada limpiando la chimenea en silencio, y a Jungkook no se lo veía por ninguna parte. Lo cual, sin duda, era mucho mejor. La última visión que había tenido de él hubiera puesto histérica a la criada. Holgazaneando en la cama, que estaba como si la hubiera atravesado un huracán, estudió la posibilidad de ir a darle la noticia a Araminta, pero decidió no decirle nada hasta que hubiera hablado de los detalles con Jungkook. A juzgar por lo que había visto en los Jeon y lo que sabía de Araminta, en cuanto hicieran el anuncio las cosas sucederían, simplemente.
Así que holgazaneó un rato más, recordando la declaración de Jungkook, fijándose en cada una de sus palabras, de sus matices, para grabarlos en la memoria. Con recuerdos así, ya no podría asaltarlo ninguna duda respecto de la veracidad y la fuerza de sus sentimientos. En efecto, había empezado a preguntarse si su deseo de oír aquella tranquilizadora declaración expresada con palabras no sería, después de todo, demasiado pedir, una expectativa poco realista en un alfa como Jungkook. Los alfas como los Jeon no pronunciaban aquella palabra de cuatro letras a la ligera: el «amor» no era algo que ellos entregaran sin más, y, tal como le había advertido Araminta, incluso una vez que lo entregaban, no lo reconocían con facilidad.
Pero Jungkook, sí.
Jungkook lo había reconocido en palabras sencillas, tan cargadas de sentimiento que él no pudo dudar, no pudo cuestionarlas. Él deseaba aquello, lo necesitaba, de modo que él se lo había dado. Costara lo que costara.
¿Era de extrañar, entonces, que sintiera el corazón tan ligero, tan alegre?
Como contraste, el resto de la familia continuaba de un humor apagado. El sitio vacío de Gerrard extendía un sudario de silencio sobre las conversaciones. Tan sólo Araminta y Timms, sentadas al otro extremo de la mesa, parecían no estar afectadas. Jimin mostró una sonrisa de felicidad, y supo en el fondo de su corazón que Araminta lo comprendía.
Pero Araminta meneó la cabeza en dirección a él y lo miró ceñuda. Entonces recordó que se suponía que él era el angustiado hermano de un joven noble que había sido llevado ante la justicia, y se apresuró a disimular su expresión de alegría.
-¿Ha tenido alguna noticia? -El gesto que hizo Henry en dirección a la silla vacía de Gerrard terminó de aclarar su pregunta.
Jimin escondió la cara tras la taza de té.
-No he tenido noticia de que se haya presentado ninguna acusación.
-Seguro que la recibiremos esta tarde. -Whitticombe, con expresión fría y severa, asió la cafetera-. Apuesto que ayer el magistrado no tuvo tiempo de ocuparse del asunto. El robo, me temo, es un delito bastante común.
Edgar se movió nervioso en su asiento. Agatha Chadwick parecía perpleja. Pero nadie dijo nada.
Henry se aclaró la garganta y miró a Edmond.
-¿A dónde vamos a ir hoy?
Edmond soltó un bufido.
-Hoy no estoy precisamente de humor para ver más monumentos. Me parece que voy a desempolvar mi guión.
Henry asintió con aire taciturno.
Se hizo el silencio, un momento más tarde Whitticombe echó atrás su silla y se volvió hacia Araminta:
-Con tu permiso, prima, creo que Alice y yo debemos regresar a Bellamy Hall. -Se pasó ligeramente la servilleta por sus finos labios y la dejó sobre la mesa-. Como ya sabes, somos un tanto rígidos en nuestras convicciones. Anticuados, se podría decir. Pero ni mi querida hermana ni yo podemos tolerar una estrecha relación con personas que estamos convencidos de que transgreden los códigos morales aceptables. -Hizo una pausa lo bastante larga para que calasen sus palabras y después sonrió con aire empalagosamente paternal a Araminta-. Por supuesto, apreciamos tu postura, incluso aplaudimos tu devoción, pese a estar tristemente equivocada. No obstante, Alicia y yo solicitamos tu permiso para volver a Bellamy Hall y aguardar allí tu regreso.
ESTÁS LEYENDO
El corazón de un Jeon
RomanceA diferencia de los demás alfas de la hermandad Jeon, Jeon Jungkook nunca quiso verse atado a ningún omega, ya sea hombre o mujer, por muy encantador que éste fuera, y la mansión de su amiga Amarinta le parecía el lugar perfecto para ocultarse de lo...