Ya estaba totalmente oscuro cuando Jungkook desvió los caballos hacia el camino de atrás que conducía los establos de Bellamy Hall. La noche se había hecho gélida, de un frío glacial. El aliento de los caballos formaban nubes de vapor en el aire quieto.
—Esta noche la niebla va a ser muy densa —susurró Jungkook.
A su lado, apretado contra él, Jimin asintió.
Frente a ellos se irguió el granero de atrás, el segundo de los dos que había. Jungkook elevó una plegaria en silencio, pero no obtuvo respuesta. Al tiempo que detenía el carruaje, nada más entrar en el granero, vio a todos los miembros de la familia de Araminta pululando en la otra puerta, mirando hacia el granero principal, los establos y la casa. Estaban todos hasta Myst, como advirtió al vislumbrar una sombra gris que corría de un lado para otro. Se apeó de un salto y después ayudó a bajar a Jimin. Los demás se apresuraron hasta donde estaban ellos, con Myst a la cabeza.
Tras dejar que Jimin se encargara de Araminta y de los demás, ayudó a Duggan y a Gerrard a llevar los caballos a los establos. A continuación, con el semblante serio, se reunió con el grupo que atestaba el centro del granero.
Araminta declaró de inmediato:
—Si estás pensando en ordenarnos esperar en este granero lleno de corrientes de aire, puedes ahorrarte saliva.
Su beligerancia se reflejaba en su postura, que tenía su eco en la normalmente práctica Timms, que asintió con cara de pocos amigos. Hasta el último de los miembros de la extraña familia de Araminta estaba imbuido de idéntica determinación.
El general resumió el estado de ánimo común:
—Ese sujeto nos ha burlado a todos, y necesitamos verlo desenmascarado.
Jungkook escrutó sus rostros con expresión seria.
—Muy bien. —Habló con los dientes apretados—. Pero si alguno de ustedes hace el más ligero ruido, o comete la estupidez de alertar a Colby o a Alice de nuestra presencia antes de que hayamos reunido suficientes detalles para probar más allá de toda duda quiénes son el espectro y el ladrón... —dejó que se prolongará el silencio mientras escudriñaba sus caras— tendrá que responder ante mí. ¿Lo han entendido?
Como respuesta recibió un aleteo de cabezas que asentían a toda prisa.
—Tendrán que hacer exactamente lo que yo les diga. —Miro de forma especial a Edmond y Henry—. Nada de ideas brillantes, nada de súbitas complicaciones del plan.
—De acuerdo —convino Edmond.
—Desde luego —juró Henry.
Jungkook miró en derredor otra vez. Todos le devolvieron la mirada, sumisos y fervorosos. Él hizo rechinar los dientes y tomó la mano de Jimin.
—Entonces, vamos allá. Y no hablen.
Echó a andar a grandes zancadas hacia el granero principal. A mitad de camino, protegido de las miradas de la casa por la mole que formaban los establos, se detuvo y, con impaciencia, esperó a que lo alcanzaran los demás.
No pisen la grava ni los senderos —ordenó—. Caminen por la hierba. Hay niebla, y en la niebla se transmiten muy bien los sonidos. No podemos dar por sentado que se encuentran en la salita, pueden estar en la cocina, o incluso en el exterior.
Acto seguido se volvió y reanudó la marcha, sin pararse a pensar en cómo estaría soportando Araminta ahora todo aquello. Ella no iba a darle las gracias, y en aquel momento necesitaba concentrarse en otras cosas.
Como, por ejemplo, dónde estaba Grisham.
Con Jimin y Gerrard siguiéndolo de cerca, llegó a los establos. El alojamiento de Grisham se encontraba junto a ellos.
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El corazón de un Jeon
RomanceA diferencia de los demás alfas de la hermandad Jeon, Jeon Jungkook nunca quiso verse atado a ningún omega, ya sea hombre o mujer, por muy encantador que éste fuera, y la mansión de su amiga Amarinta le parecía el lugar perfecto para ocultarse de lo...