Capítulo 50

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Dos días más tarde, Jungkook subió los escalones del número 22 de la calle Aldford en busca de Jimin. Si no estaba dispuesto a salir de paseo con él aquella mañana, habría problemas.

No estaba de buen humor.

Llevaba dos días sin estar de buen humor.

Desde que dejara a Jimin en la calle Aldford estaba que mordía, y había ido a buscar refugio en White's para calmarse y pensar. Había dado por hecho, teniendo en cuenta la proximidad entre ellos y lo mucho de sí mismo que ya le había revelado, que Jimin no podría de ninguna manera confundirlo con su padre. Pero era evidente que se había equivocado. Su actitud y sus comentarios dejaban bien claro que lo estaba juzgando por el mismo rasero que a Reginaldo Park, y que no percibía ninguna diferencia significativa.

Su reacción inicial le había infligido un violento dolor que ni siquiera ahora había llegado a suprimir del todo. Después de que la primera vez lo hiciera huir de Bellamy Hall, creyó haber superado todo dolor; pero también en eso se había equivocado.

Apartado en un rincón tranquilo de White's, pasó varias horas infructuosas componiendo discursos lacónicos y concisos para dilucidar exactamente cómo y de qué manera se diferenciaba él de su padre, un hombre para el que la familia no significaba nada. Los puntos y aparte fueron haciéndose cada vez más marcados; al final, sacrificó frases en favor de la acción. La acción, como bien sabían todos los Jeon, era mucho más elocuente que las palabras.

Tras llegar a la conclusión de que, a aquellas alturas, el daño dentro de la familia estaba hecho, se tragó su orgullo y fue a visitar a Minnie para pedirle, inocentemente, que pensara en la posibilidad de dar uno de sus bailes improvisados. Sólo para la familia y los amigos. Un baile así podría resultar una herramienta útil para su empeño: convencer a Jimin de que, para él como para todos los Jeon, la palabra familia significaba mucho.

Los ojos como platos que puso Minnie, junto con sus profundas reflexiones, le pusieron los nervios de punta; pero cuando se mostró de acuerdo en que un baile improvisado podría quizás ser una buena idea, su furia se aplacó un poco. Dejó al duque de Diablo con sus planes y se retiró para urdir los suyos. Y para cavilar con aire furibundo.

Para cuando amaneció el día siguiente y enfiló de nuevo sus caballos en dirección a la calle Aldford, ya había llegado a la conclusión de que allí tenía que haber algo más, tenía que ser algo más que un concepto equivocado lo que frenaba a Jimin para el matrimonio. Estaba totalmente seguro de que estilo de omega había escogido; sabía en lo más profundo de su alma que no se había equivocado al juzgarlo. Sólo una razón poderosa podía forzar a un omega como él, que poseía tanto afecto y devoción que dar, a contemplar el matrimonio como un riesgo inaceptable.

Había algo más... algo que aún no sabía del matrimonio de sus padres.

Había subido los escalones del número 22 decidido a averiguar que era aquello... pero le notificaron que el señorito Park no se encontraba disponible para salir a pasear con él. Por lo visto, había sido seducido por las modistas de la calle Bruton. Con lo cual, su estado de ánimo volvió a caer cuesta abajo.

Por suerte para Jimin, Araminta estaba atenta a su llegada. Con inesperada vitalidad, reclamó la compañía de Jungkook para el prometido paseo por los senderos de grava de Green Park. Por el camino informó a Jungkook en tono jovial de que, por algún golpe benigno del destino, Jimin se había topado con Minnie el día anterior en la calle Bruton y había insistido en presentarlo a su modista favorita, Celestine, y el resultado fue que Jimin había acudido a tomarse medidas para una serie de trajes, entre ellos, tal como Araminta tuvo gran placer en asegurarle, uno de noche absolutamente arrebatador.

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