Capítulo 3

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El primer plato se sirvió en el mismo instante en que todos estuvieron sentados. La cocinera de Araminta era excelente; y Jungkook se aplicó a la colación con un entusiasmo sin disimulos.

Fue Edgar el que inició la conversación.

—He oído decir que todas las apuestas están a favor de Wippet para el Guineas.

Jungkook se encogió de hombros.

—Se ha apostado mucho por Blackamoor’s  Boy, y también es favorito Huntsman.

—¿Es cierto —inquirió Henry Chadwick— qué el club del Jockey está pensando en cambiar las normas?

La conversación que siguió incluso llegó a provocar un comentario jocoso de Edith Switings:

—Hay que ver qué nombres tan caprichosos les ponen ustedes a los caballos.  Nunca los llaman Bonito, Bizcocho o Negrito. 

Ni Jungkook ni Edgar ni Henry se sintieron cualificados para llevar la cuestión más lejos.

—Ha llegado mis oídos —dijo Jungkook recalcando las palabras— que el príncipe regente está otra vez combatiendo los morosos.

—¿Otra vez? —Henry sacudió la cabeza—. Es derrochador hasta la médula.

Bajo la sutil dirección de Jungkook, las charla se desvió hacia las últimas excentricidades del príncipe, sobre las cuales Henry, Edgar y Edith sostenían firmes opiniones.

Sin embargo, a la izquierda de Jungkook reinaba el silencio.

Un hecho que no hizo sino aumentar su determinación de hacer algo al respecto, al respecto de la inexorable actitud reprobatoria de Park Jimin. El impulso de pellizcarle la nariz, de pincharlo para que reaccionara, fue cobrando cada vez más fuerza. Pero mantuvo a raya su ímpetu; no estaban solos... todavía.

Los pocos minutos que había empleado en cambiarse de ropa y pasar a realizar una actividad habitual, habían aquietado su mente, aclarado su visión. El mero hecho de que el destino hubiera conseguido atraparlo allí, bajo el mismo techo que el omega Park, no era motivo suficiente para dar la batalla por perdida. Pasaría allí la noche, se pondría al día con Araminta y Timms, averiguaría lo que quiera que fuese que tenía nerviosa Araminta y luego se marcharía. Probablemente la tormenta pasaría a lo largo de la noche; en el peor de los casos, se vería retenido un día o poco más.

El mero hecho de que el destino le hubiera mostrado el agua no significaba que tuviera que beber.

Por supuesto, antes de sacudirse las botas cuotas de la grava del camino de entrada de Bellamy Hall , tendría unas palabras con Park Jimin. Bastaría con una saludable sacudida o dos, sólo lo suficiente para hacerlo saber que, para él, su gélido desprecio era una fachada totalmente transparente.

Por descontado, él era demasiado juicioso para llevar las cosas más lejos.

Observando su presa, se fijó en la tersura de su cutis, suave y delicado, teñido de un ligero color. Lo vio tragar un bocado de bizcocho y a continuación,  pasarse la lengua por el lado inferior dejando reluciente su superficie suave y sonrosada.
Bruscamente, Jungkook bajó la vista.. hacia los grandes ojos azules de la gatita gris conocida como Myst. La gata y venía a su antojo y por lo general se abrazaba a las piernas de Jimin; en aquel momento se encontraba sentada junto a la silla de Jimin, mirando fijamente a Jungkook, sin pestañear.

En actitud arrogante, Jungkook enarcó una ceja.
Myst, con un silencioso maullido, se puso de pie, se estiró y acto seguido se acercó para enroscarse en su pierna. Jungkook bajó una mano y le frotó la cabeza, y después le pasó las uñas por el lomo. Myst se arqueó y enderezó la cola,  emitiendo un ronroneo que llegó hasta Jungkook.

El corazón de un Jeon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora