Jimin parpadeó.
—Ah... Sí. —No sabía que los alfas pudieran moverse así, sobre todo los alfas como él. Era tan alto, tan grande, delgado pero musculoso, y sin embargo su coordinación fue impecable, con una fluida elegancia que impregnó la lánguida reverencia y le confirió un atractivo difícil de explicar. Sus palabras, pronunciadas con una voz tan profunda que podría haberlas confundido con el rugir de la tormenta, tardaron en hacer mella en su conciencia; luchó por dominar sus pensamientos y señaló la puerta que tenía a su derecha—: Ya han hecho la primera llamada.
Jungkook sostuvo la amplia mirada de Jimin y se las arregló para no esbozar una sonrisa lobuna; no había necesidad de asustar a la presa. La visión de la que disfrutaba en aquel momento —un cuerpo delicioso que llenaba un traje de seda color marfil de una manera que él aprobaba plenamente, era en todo tan tentador… las magníficas curvas de su trasero claramente delineadas bajo la tensión de la tela. Cuando el omega se movía, también se movían sus curvas. No recordaba una visión que lo hubiera paralizado de semejante modo, que hubiera excitado así su sentido de libertino.El joven omega era de estatura media, su frente quedaba a la altura del cuello de él. Tenía el cabello de color castaño intenso, muy brillante, del que escapaban varios mechones rebeldes que culebreaban alrededor de los oídos y la nuca. Sus delicadas cejas castañas enmarcaban unos grandes ojos de color avellana, cuya expresión resultaba difícil de discernir en medio de aquella oscuridad. Tenía la nariz recta, el cutis cremoso. Sus labios rosados simplemente suplicaban que los besaran. Sintió en su interior el intenso impulso de besarlos, pero probar a un omega desconocido antes de las debidas presentaciones, simplemente, no eran maneras adecuadas.
Su silencio le había permitido al omega aquietar la mente; el alfa notó como iba aumentando su resistencia, percibió el ceño que se iba frunciendo entre sus ojos. Jungkook dejó que se curvaran sus labios; sabía exactamente lo que quería hacer.. hacerle a él, con él; lo único que quedaba por preguntar era dónde y cuándo.
—¿Y usted es…?
El joven omega entrecerró los ojos de forma imperceptible. Luego se irguió y entrelazó las manos.
—Park Jimin.
La impresión lo golpeó igual que una bala de cañón, y lo dejó sin aliento, si mal no recordaba su vieja amiga tenía un línea de parentesco con los Park. Lo observó fijamente, y al hacerlo estalló un escalofrío en su pecho que rápidamente se le extendió por todo el cuerpo bloqueando un músculo tras otro, en una reacción de negación. Luego se abatió sobre él la incredulidad.Le miró la mano izquierda; no había anillo de ninguna clase que adornara el dedo anular.
No podía ser que estuviera soltero... Estaba a mitad de la veintena, ningun omega más joven poseía unas curvas tan maduras como las de él, de eso estaba seguro; había pasado la mitad de su vida estudiando las curvas de las omegas y en dicha materia era un experto. A lo mejor estaba viudo, lo cual potencialmente era aún mejor. El omega lo estudiaba de manera disimulada, recorriéndolo con la vista.
Jungkook sintió el contacto de su mirada, y también cómo el cazador que llevaba dentro se alzaba en respuesta a aquel gesto sin artificio; entonces recuperó su actitud prudente.
—¿Señorito Park?
El levantó la vista y afirmó con la cabeza, y Jungkook estuvo a punto de dejar escapar un gemido. Última posibilidad: un solterón, sin dinero y sin contactos. Podría tomarlo como amante.
El Omega debió de leerle el pensamiento, porque antes de que pudiera formular la pregunta, se la contestó:
—Soy el sobrino de lady Araminta.
Aquellas palabras estuvieron a punto de quedar ahogadas por una tremenda carcajada; amparándose en el ruido, Jungkook juró por lo bajo, para resistir a duras penas el impulso de dirigir su ira hacia el cielo.
El destino lo miraba a través de unos ojos de color avellana.Unos ojos de expresión reprobatoria.
—Si tiene la bondad de venir por aquí —Jimin indicó la puerta con un gesto de la mano y acto seguido se adelantó con aire altivo—, haré que el mayordomo informe a mi tía de su llegada.
Habiendo asimilado el estilo, y por lo tanto la categoría de la inesperada visita de Araminta, Jimin no hizo intento alguno de ocultar su opinión; su tono de voz adquirió un tinte de indiferencia y desdén:
—¿Lo está esperando mi tía?
—No… pero se alegrará de verme.
¿Era un sutil reproche lo que detectó Jimin en aquel tono demasiado suave? Reprimió una leve exclamación de señorito presumido y apretó el paso. Notaba su presencia, grande e intensamente masculina, su intenso aroma de alfa acechando a su espalda. Todos sus sentidos se pusieron en alerta; los dominó con firmeza y alzó la barbilla.
—Le ruego que aguarde en la salita... es la primera puerta a la derecha. Masters, el mayordomo, vendrá a buscarlo cuando mi tía esté lista para recibirlo. Como le he dicho, en este momento la familia está vistiéndose para cenar.
—Por supuesto.
Aquellas palabras, pronunciadas en tono manso, llegaron hasta el omega cuando se detuvo frente a la puerta; experimentó un leve escalofrío que le recorría la columna vertebral. Y también notó el contacto de la mirada gris del desconocido en la mejilla, en la sensible piel del cuello. Se puso tenso para resistir el impulso de inclinar la cabeza y mostrar su cuello en señal de sumisión, así que bajó la vista, decidido a no volverse y enfrentarse a su mirada. Con la mandíbula apretada, alzó una mano para asir la manilla de la puerta, pero él se le adelantó.
Jimin se quedó inmóvil . El alfa se había detenido justo detrás de él, y pasó la mano junto a su costado para agarrar la manilla; Jimin vio como sus largos dedos se cerraban despacio sobre el metal. Y se detenían.
Lo sentía a su espalda, a escasos centímetros de su cuerpo, notaba como lo rodeaba su fuerza y su aroma. Durante un instante se sintió atrapado. Luego aquellos largos dedos giraron y con un leve gesto, el desconocido abrió la puerta de par en par.
Con el corazón desbocado, Jimin respiró hondo y se internó en el pasillo en penumbra. Sin aminorar el paso, inclinó la cabeza en actitud regia y altanera.
—Yo mismo hablaré con el mayordomo, estoy seguro de que mi tía no lo hará esperar demasiado. —Y con eso, fue hasta el final del pasillo y entró en el oscuro vestíbulo que se abría más adelante.
De pie en el umbral, Jungkook observó con los ojos entornados. Había percibido la sensación que estalló al tocarlo, el estremecimiento que el omega no había podido ocultar; para alfas como él, aquello era una prueba suficiente de lo que podría ser.
Su mirada se posó en el pequeño gato gris que había abrazado las piernas de Jimin; ahora se hallaba sentado en la alfombra del pasillo, estudiándolo a él. Entonces se levantó, se volvió y, con la cola en alto, echó a andar por el corredor.... Pero se detuvo. Giró la cabeza y lo miró otra vez.
—¡Miau!A juzgar por su tono imperioso, Jungkook dedujo que era una hembra.
A su espalda chasqueó un relámpago. Volvió la vista hacia el cielo oscurecido. Los truenos retumbaban. Un segundo más tarde se abrieron los cielos y comenzó a llover con fuerza; una densa cortina de agua difuminó el paisaje.
El mensaje del destino no podía estar más claro: era imposible escapar.
Con expresión grave, Jungkook cerró la puerta… y siguió a la gata.
—¡Nada podría ser más fortuito! —Araminta, Lady Bellami, sonrió encantada a Jungkook al verlo. — Naturalmente que debes quedarte. Pero en cualquier momento sonará la segunda llamada, así que no perdamos tiempo. ¿Qué tal están todos?
Con los hombros apoyados contra la repisa de la chimenea, Jungkook sonrió. Envuelta en carísimos chales, su rotunda figura encorsetada en seda y encajes y rematada por un gorrito de viuda con volantes en lo alto de su cabellera blanca, Araminta lo observaba con unos ojos que brillaban de inteligencia en medio de un rostro blando y lleno de arrugas, entronada en su sillón frente a la chimenea de su dormitorio. Junto a ella estaba sentada Timms, una dama de edad indeterminada, devota compañera de Araminta. Sabía que la palabra «todos» se refería a los Jeon.
—A los jóvenes les va espléndidamente. Simón se ha convertido en un alfa fuerte. Amelia y Amanda, las gemelas, están arrasando en el mundillo social, destrozando corazones a diestra y siniestra. Los mayores se encuentran todos bien, muy ocupados en la ciudad, pero Diablo y Minnie están todavía en el Place.
—Demasiado entusiasmado con admirar a su heredero, diría yo. Estoy segura de que ese esposo suyo lo mantendrá a raya. —Araminta sonrió de oreja a oreja, y después se puso seria—. ¿Aún no se sabe nada de Charles?
El semblante de Jungkook se endureció.
—No. Su desaparición continúa siendo un misterio.
Araminta sacudió la cabeza en un gesto negativo.
—Pobre Arthur.
—En efecto.
Araminta suspiró, y a continuación dirigió una mirada valorativa de soslayo a Jungkook.
—¿Y qué sucede contigo y con esos primos tuyos? ¿Siguen teniendo de puntillas a las omegas?
Su tono era todo inocencia; con la cabeza inclinada sobre su labor de punto, Timms resopló.
—Mas bien las tienen de espaldas.Jungkook sonrió con un dulce encanto.
—Hacemos lo que buenamente podemos. —Los ojos de Araminta chispearon. Todavía sonriendo, Jungkook bajó la vista y se alisó la manga—. Más vale que vaya a cambiarme, pero dime, ¿A quién tienes de huésped en este momento?
—Hay un poco de todo —ofreció Timms.
Araminta dejó escapar una risita y sacó las manos de debajo del
chal para contarle quiénes eran sus huéspedes ahora.
*Crédito al creador de la imagen.
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El corazón de un Jeon
RomansaA diferencia de los demás alfas de la hermandad Jeon, Jeon Jungkook nunca quiso verse atado a ningún omega, ya sea hombre o mujer, por muy encantador que éste fuera, y la mansión de su amiga Amarinta le parecía el lugar perfecto para ocultarse de lo...