Aturdido, Whitticombe parpadeó para recobrar la plena conciencia. Mientras los demás se congregaban a su alrededor, se llevó una mano al mentón e hizo una mueca de dolor.
—¡Esto es un acto de agresión! — graznó.
—Que podría convertirse en agresión y violencia. —La advertencia, totalmente innecesaria desde el punto de vista de Jimin, provino de Jungkook. Una sola mirada a su rostro, duro como el granito igual de inflexible, habría informado de dicho detalle a cualquier persona en su sano juicio.
Whitticombe lo miró fijamente... y recorrió con la mirada el círculo que lo rodeaba.
—¡Me ha golpeado!
—¿Ah, sí? —Edmond abrió mucho los ojos—. Yo no lo he visto. —Miró a Jungkook—. ¿Le importaría repetirlo?
—¡No! —Whitticombe parecía alterado.
—¿Por qué no? —inquirió el general—. No le vendría mal una buena paliza, puede que incluso le hiciera entrar un poco en razón. Vamos, todos haremos de observadores, para asegurarnos de que sea una pelea limpia y todo eso. Nada de golpes por debajo del cinturón, ¿de acuerdo?
La expresión de horror de Whitticombe al contemplar el círculo de caras y no encontrar ninguna que mostrara el menor resquicio de amistad hubiera sido cómica de haber estado alguien de humor para diversiones. Cuando su mirada volvió a posarse en Jungkook, tomó aire entrecortadamente y lloriqueó:
—No me pegue.
Jungkook lo observó con los ojos entornados y sacudió la cabeza en un gesto negativo. La tensión de su lobo aprestándose para la lucha cedio, y dio un paso atrás.
—Es un cobarde, hasta la médula de los huesos.
El veredicto fue recibido con gestos y exclamaciones de aprobación. Duggan se abrió paso y agarró a Whitticombe por el cuello de la camisa para levantar del suelo su mísera figura. Luego miró a Jungkook.
—Lo encerraré en el sótano, ¿le parece?
Jungkook miró a Araminta; ésta, con un gesto de determinación, asintió.
Alice, que lo había observado todo, con el semblante resplandeciente de rencorosa satisfacción, rió y lo despidió con la mano.
—¡Adiós hermano! ¿No querías todos estos meses para examinar un sótano? Pues disfrútalo mientras puedas. —Y, con una risotada, volvió a recostarse en el sillón.
Agatha Chadwick puso una mano sobre el brazo de Araminta.
—Permíteme. —Con considerables dignidad, se acercó a Alice—. Angela.
Por una vez, Angela no se hizo de rogar. Se reunió con su madre, con ademán de determinación, agarró el brazo de Alice y entre las dos la levantaron de su asiento.
—Vámonos. —La señora Chadwick se volvió hacia la puerta.
Alice miró alternativamente a una y a otra.
—¿Han traído mi elefante? Porque es mío, saben.
—Está de camino a Londres. — Agatha miró a Araminta—. Vamos a encerrarla en su habitación.
Aramista afirmó con la cabeza.
Todos contemplaron al trío atravesar la puerta. En el instante en que ésta volvió a cerrarse, la erecta espalda de Araminta durante las pasadas horas se disolvió. Se dejó caer contra Timms. Jungkook maldijo en voz baja y, sin pedir permiso, tomo a Araminta en brazos y la depositó con suavidad en el sillón que acababa de dejar vacante Alice.
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El corazón de un Jeon
RomantizmA diferencia de los demás alfas de la hermandad Jeon, Jeon Jungkook nunca quiso verse atado a ningún omega, ya sea hombre o mujer, por muy encantador que éste fuera, y la mansión de su amiga Amarinta le parecía el lugar perfecto para ocultarse de lo...