Las sombras comenzaban a alargarse cuando el camino terminó en la calle Alford, al oeste de la calle South Adley. Jungkook entregó las riendas a Duggan y se apeó de un salto. El carruaje de Araminta se detuvo despacio detrás del suyo, justo delante de los escalones de entrada del número 22. Discreta residencia de un alfa, el número 22 había sido alquilado con escasa antelación por un tal señor Montague, un hombre de negocios para muchos de los Jeon.
Jungkook abrió la portezuela de Araminta y ofreció su mano a Jimin para apearse. Detrás bajó Timms, y luego Araminta. Jungkook se guardó muy bien de intentar tomarla en brazos; en lugar de eso, con el apoyo de Jimin desde el otro lado, la ayudó a subir los empinados peldaños. El resto de la familia de Araminta empezó a descender de sus respectivos coches, lo cual atrajo la atención de los últimos paseantes. De la casa salió un ejército de lacayos para ayudar con el equipaje.
La puerta principal estaba abierta en lo alto de los escalones. Jimin, guiando a Araminta con cuidado, miró hacia arriba al llegar a la estrecha entrada… y descubrió un extraño personaje de pie en el vestíbulo, sosteniendo la puerta abierta. Cargado de hombros, enjuto y con una expresión que habría hecho justicia a un gato empapado, era el mayordomo más curioso que hubiera visto nunca.
Jungkook, sin embargo no pareció encontrar nada de particular en él; lo saludo con un breve gesto de cabeza al tiempo que ayudaba a Araminta a trasponer el umbral.
—Sligo.
Sligo se inclinó .
—Señor.
Araminta levantó la vista y sonrió.
—Vaya, Sligo, qué sorpresa tan agradable.
Jimin, que iba a la zaga de Araminta, hubiera Jurado que Sligo se ruborizó. Con aire de encontrarse incómodo, y se inclinó de nuevo.
—Señora.
En la confusión que siguió, mientras Araminta y Timms y después todos los demás, eran recibidos y conducidos hasta sus habitaciones, Jimin dispuso de tiempo de sobra para observar a Sligo y el mando absoluto que ejercía sobre los sirvientes más jóvenes. Tanto Masters como la señora Henderson, que habían venido acompañando su señora, reconocieron a Sligo y lo trataron como un respetado igual.
Para alivio de Jimin, Jungkook distrajo a Henry, Edmond y Gerrard para que no estuvieran pegados a todo el mundo mientras los demás miembros de la familia se acomodaban. Cuando los tres se fueron por fin a explorar su nuevo alojamiento en la hora que precedió la cena, Jimin exhaló un suspiro de cansancio y se dejó caer en un diván de la salita.
Y entonces miró a Jungkook, que estaba en su postura habitual, con un hombro apoyado contra la repisa de la chimenea.
—¿Quién es Sligo?
Los labios de Jungkook se curvaron levemente.
—El antiguo ordenanza de Diablo.
Jimin frunció el ceño.
—Diablo… ¿el duque de St. Jeon?
—El mismo. Sligo actúa como delegado de Diablo cuando éste está fuera de la ciudad. Precisamente Diablo y su duque regresaron ayer al campo, de modo que les he tomado prestado a Sligo.
—¿Por qué?
—Porque necesitamos una persona de confianza que conozca uno o dos trucos, aquí en la casa. Actualmente, Sligo está coordinando el registro de todo el equipaje que ha llegado. Es de total confianza y de absoluta seguridad. Si quieres algo, lo que sea, pídeselo a él y dispondrá lo necesario para que lo tengas.
ESTÁS LEYENDO
El corazón de un Jeon
RomanceA diferencia de los demás alfas de la hermandad Jeon, Jeon Jungkook nunca quiso verse atado a ningún omega, ya sea hombre o mujer, por muy encantador que éste fuera, y la mansión de su amiga Amarinta le parecía el lugar perfecto para ocultarse de lo...