Jimin se centró en su hermano y lo oyó reír. Edmond se volvió para sonreírle y luego regresó a su conversación con Gerrard. Éste hizo algún comentario y lo subrayó con el mismo gesto indolente de la mano que había utilizado antes. Jimin apretó los dientes. No había nada de malo, per se (por si mismo, por su naturaleza), en aquel gesto, aunque Jungkook lo hacía mejor. A sus diecisiete años, las manos de artista de Gerrard, aunque estaban bien formadas, aún tenían que adquirir la fuerza y la madurez que poseían las de Jeon Jungkook. Cuando él realizaba dicho gesto, exhibía un poder masculino que Gerrard todavía estaba por alcanzar.
Pero una cosa era copiar ademanes, y otra.... A Jimin le preocupaba que la emulación de Gerrard no se detuviera ahí. Con todo, razonó lanzando una mirada fugaz a Jungkook, que cabalgaba en silencio a su lado, se trataba solo de un gesto o dos. Pese a lo que opinaba Penwick , él no era un omega abrumado por absurdas debilidades, frágil o asustadizo. Tal vez tuviera una conciencia más aguda de Jeon Jungkook y de sus propensiones, tal vez estuviera más vigilante con él que con otros alfas; pero no parecía haber un motivo real para intervenir. Todavía.
En aquel momento Gerrard soltó una carcajada y se apartó de Edmond; espoleó su caballo y lo situó junto al de Jungkook.
—Tenía la intención de preguntarle —sus ojos centelleaban de entusiasmo al mirar a Jungkook a la cara— por esos caballos suyos.
Una distracción que tuvo lugar al otro lado obligó a Jimin a volver la vista hacia allí, de modo que no llegó a oír la contestación de Jungkook. Tenía una voz tan profunda, que cuando miraba hacia otro lado Jimin no lograba discernir lo que decía.
La distracción resultó ser Edmond, que se aprovechó de que Penwick estaba distraído con Henry para infiltrarse con su montura entre la de Penwick y Jimin.
—¡Por fin! —Edmond ignoró alegremente la mirada ofendida de Penwick—. Estaba esperando para poder solicitar su opinión sobre mi último poema. Es para la escena en la que el abad se dirige a los hermanos errantes.
Y procedió a declamar el producto más reciente de su inventiva.
Jimin hizo rechinar los dientes; literalmente, no sabía qué hacer. Edmond esperaba que le hiciera un comentario inteligente acerca de su trabajo, trabajo que se tomaba con toda la seriedad que no dedicaba a asuntos más mundanos. Por otra parte, estaba desesperado por saber que le estaba diciendo Jungkook a Gerrard. Mientras una parte de su cerebro escuchaba las rimas de Edmond, no dejaba de aguzar el oído para captar lo que decía Gerrard.
—¿Así que el pecho es importante? —preguntó el chico.
Retumbar, retumbar.
—Oh. —Gerrard hizo una pausa—. En realidad yo creía que una indicación bastante clara era el peso.
Como contestación, se oyó retumbar un poco más.
—Entiendo. De modo que si tiene un gran vitalidad...
Jimin miró a su derecha; Gerrard estaba ahora más cerca de Jungkook. Ni siquiera oía ya su mitad de la conversación.
—¡Y bien! —Edmond respiró hondo—. ¿Qué opina usted?
Jimin volvió la cabeza al instante y se topó con la mirada de Edmond.
—No ha captado mi atención. Tal vez necesite retocarlo un poco.
—Oh. —Edmond se quedó desinflado, pero no vencido. Frunció el ceño y dijo—: En realidad, creo que tiene usted razón.
Jimin no le hizo caso y acercó su yegua al caballo de Jungkook. Éste lo miró; tanto sus ojos como sus labios mostraron una atención ligeramente divertida. Jimin hizo caso omiso de aquello y se concentró en lo que decía.
ESTÁS LEYENDO
El corazón de un Jeon
RomanceA diferencia de los demás alfas de la hermandad Jeon, Jeon Jungkook nunca quiso verse atado a ningún omega, ya sea hombre o mujer, por muy encantador que éste fuera, y la mansión de su amiga Amarinta le parecía el lugar perfecto para ocultarse de lo...