Jimin intentó mentalmente agarrarse a algo: sorpresa, asombro, ira, incluso una tonta distracción, lo que fuera para hacer acopio de fuerzas y distanciarse de... aquello.
Del embriagador encanto de los besos de Jungkook, del anhelo que surgió de inmediato en su interior. Sabía con exactitud lo que estaba ocurriendo, adónde lo estaba conduciendo él, y se sentía impotente para evitarlo, pues todo su cuerpo -y todo su corazón- se encontraban locamente acelerado ante dicha perspectiva. Ni siquiera acudiría en su ayuda una actitud altanera. Abandonó toda resistencia y le devolvió el beso. Ávidamente. ¿Había sido aquella misma mañana cuando lo había saboreado por última vez? En tal caso, se había convertido en un adicto. Sin remisión.
Sus manos se alzaron hasta los hombros de Jungkook; sus dedos encontraron el camino hasta su tupido cabello. Notó que el pecho se le hinchaba y que los pezones se volvían sensibles a la dura pared de su pecho, y tuvo que echarse de repente hacia atrás para poder respirar.
Lanzó una exclamación y cuando los labios de Jungkook resbalaron por su cuello hasta detenerse sobre el lugar donde palpitaba el pulso. Jimin cerró los ojos.
-¿Por qué has venido?
Su voz sonó como un hilo de plata a la luz de la luna. La respuesta de Jungkook fue más profunda que las profundas sombras:
-Te has ofrecido a ser mi amante, ¿no te acuerdas?
Era tal como esperaba; no pensaba soltarlo todavía. No había terminado con él, aún no estaba lleno del todo. Con los ojos cerrados con fuerza, supo que debía luchar, pero, en vez de hacerlo, su perverso corazón saltaba de alegría.
-¿Para que has ido Bedford? -¿Habría ido en busca de información o porque...?
-Porque perdí la razón. Pero la hallé de nuevo y regresé.
Jimin se alegró mucho de que Jungkook, ocupado como estaba en ir dejando un rastro de fuego en la garganta con los labios, no pudiera ver la sonrisa que curvaba los suyos: suave, dulce completamente entontecida.
Aquella respuesta confirmó la idea que se había hecho del carácter de Jungkook, de sus reacciones; ciertamente se había sentido herido y furioso, lo bastante para abandonarlo. Habría tenido una opinión mucho peor de él si, después de todo lo que le dijo en el invernadero, no se hubiera sentido así. En cuanto a la necesidad que lo había devuelto a él -el deseo y la pasión que percibía corriendo por sus venas-, no podía por menos de estar agradecido por eso.
Jungkook levantó la cabeza y volvió a posar los labios sobre los de Jimin. El omega le acarició la mejilla para aceptarlo de nuevo a su lado. El beso se hizo más hondo; el deseo y la pasión se fundieron el uno en el otro y se acrecentaron cuando Jungkook alzó la cabeza de nuevo, ambos ardían... muy conscientes de lo que vibraba entre ellos.
Se miraron a los ojos. Los dos tenían la respiración agitada, cada uno concentrado en el otro.
Entonces Jimin sintió un toque de aire más fresco por debajo de la garganta, y al bajar la vista observó los dedos de Jungkook que, rápidamente, con decisión, estaban desabrochando los diminutos botones de la pechera de su camisón. Durante unos momentos contempló aquellos dedos, consciente del fuerte latido de su corazón, que parecía reverberar en los cuerpos de ambos. Cuando los dedos rebasaron el centro de su torso y continuaron bajando, respiro hondo, cerró los ojos y dijo:
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El corazón de un Jeon
RomanceA diferencia de los demás alfas de la hermandad Jeon, Jeon Jungkook nunca quiso verse atado a ningún omega, ya sea hombre o mujer, por muy encantador que éste fuera, y la mansión de su amiga Amarinta le parecía el lugar perfecto para ocultarse de lo...