Capítulo 39

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Por un momento suspendido en el tiempo, Jimin estuvo seguro de que Jungkook lo había llevado demasiado lejos y que iba a morir... morir de la maravilla que se extendió por todos sus nervios, de la exquisita excitación que le recorrió las venas. Era demasiado... Como mínimo, perdería totalmente la razón.

La lengua de Jungkook se deslizó perezosamente por su carne vibrante… y donde antes hubo calor y tensión ahora el calor se volvió abrasador y la tensión se hizo insoportable. Como un hierro candente su miembro cobró vida, aquella lengua giró y giró, en constante ir y venir, y Jimin sintió licuarse sus extremidades, invadido por una oleada de calor cada vez más devoradora.

No murió, y tampoco se derrumbó en el suelo, perdida la razón; en lugar de eso, aferró a Jungkook contra sí y perdió toda esperanza de fingir que la verdad no era real: que no iba a ser suyo, que no iba a ser cualquier cosa que él quisiera que fuera.

Jungkook se llenó las manos de él, lo sostuvo, lo mantuvo firme mientras lo paladeaba. Lo exploró con la lengua, lo estimuló y atormentó hasta hacerlo sollozar.

Sollozar de urgencia, gemir de deseo.

Estaba hambriento, y él dejó que se hartara; tenía sed, y él lo instó a beber. Pidiera lo que pidiera, él se lo daba, aunque no empleara palabras, y se dejó guiar tan sólo por el instinto. Jungkook tomó todo lo que le ofrecía, y fue abriendo más puertas con paso seguro, penetrando en ellas y tomando todo como si tuviera todo el derecho del mundo. Mantuvo a Jimin allí, innegablemente suyo, en un mundo mareante de sensaciones puras, de descubrimientos emocionantes, de sobrecogedora intimidad.

Jimin, con los dedos enredados en su cabello y los ojos cerrados, flotando en un mar de maravillas, en una neblina dorada, se estremecía y se rendía... al calor devorador, a la culminación que lo llamaba.

Por fin, con un último movimiento, saboreando su gusto áspero, aquel sabor picante de indescriptible erotismo que le caló hasta los huesos, Jungkook se retiró. La mano que lo sujetaba bajo la curva rotunda de sus glúteos y la fuerza convulsiva con que se agarraba él al pelo de Jungkook mantuvieron al omega en pie. El alfa observó su rostro arrebolado y se apresuró a soltar los dos botones que le cerraban el pantalón.

Jimin ya estaba muy excitado, flotando, completamente lubricado, invadido por el placer; pero Jungkook tenía la intención de darle aún más.

La experiencia le permitió tardar apenas un minuto en estar preparado, entonces asió los muslos de Jimin y le subió las rodillas sobre el sillón, a uno y a otro lado de sus propias caderas. El sillón era viejo, mullido y cómodo, perfecto para lo que estaban haciendo.

Jimin, aturdido, siguió sus instrucciones tácitas, claramente inseguro pero deseoso de aprender. Sabía que su cuerpo estaba dispuesto, sintiendo un doloroso vacío, anhelando que él viniera a llenarlo. Cuando los muslos de Jimin se deslizaron sobre sus caderas, Jungkook lo aferró y lo atrajo hacia sí, y después hacia abajo.

Y se hundió dentro de él. Vio cómo cerraba los ojos, cómo caían sus párpados al tiempo que exhalaba el aire de sus pulmones en un suave y prolongado suspiro.  Jimin se estiró para acomodar su entrada a la dureza del alfa, y entonces cambio de postura y comenzó a presionar más hacia abajo para absorberlo más plenamente,  para empalarse más en él.

Por espacio de una fracción de segundo, Jungkook creyó estar a punto de perder la cordura.

Y, desde luego, todo el control. No ocurrió, pero tuvo que liberar una encarnizada batalla con su lobo, con sus demonios, que babeaban por tomarlo sin más. Los rechazó, los contuvo... y se aplicó a darle a su omega todo lo que pudiera.

Lo levantó en vilo y volvió a bajarlo; él aprendió el ritmo rápidamente, enseguida se dio cuenta de que podía moverse el mismo. Jungkook aflojó la fuerza con que le sujetaba las caderas y le permitió hacerse la ilusión de ser él quien estableciera el paso; en realidad no lo soltó en ningún momento, sino que fue contando cada embestida, midiendo la profundidad de cada penetración.

El corazón de un Jeon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora