Alcanzaron el final de la galería; frente a ellos se abría el corredor que llevaba a su habitación. Jimin se detuvo, apartó la mano del brazo de Jungkook y se volvió para mirarlo a la cara.
Él, con expresión suave y una leve chispa de diversión en los ojos, le sostuvo la mirada. Lo escrutó y, acto seguido, alzó una ceja invitándolo a preguntar.
—¿Por qué se ha quedado?
Jungkook permaneció inmóvil; una vez más, Jimin sintió que una red se cerraba a su alrededor, sintió la parálisis que le causaba el depredador que se cernía sobre él. Era como si el mundo dejara de dar vueltas, como si se cerrara sobre ellos un escudo impenetrable, de tal modo que no existía nada aparte de ellos dos y lo que fuera que había entre ambos.
Jimin buscó en los ojos de Jungkook, pero no logró leerle el pensamiento, a excepción de que lo estaba estudiando, sopesando que decirle. Entonces Jungkook levantó una mano. Jimin contuvo la respiración al ver que le deslizaba un dedo bajo la barbilla; la sensible piel de aquella zona revivió al percibir el contacto. Jungkook le alzó el rostro para clavar su mirada en él.
Lo estudio, estudió sus ojos, su cara, durante unos instantes más.
—Me he quedado para ayudar a Araminta, para ayudar a Gerrard… y para obtener una cosa que deseo.
Pronunció aquellas palabras con claridad, despacio, sin afectación.
Jimin leyó la verdad en sus ojos. La fuerza que los animaba golpeó sus sentidos. Era un conquistador mirándolo a través de unos fríos ojos grises.
Con una sensación de vértigo, luchó por encontrar fuerzas suficientes para liberar la barbilla del dedo. Después sin aliento, le volvió la espalda y se alejó camino de su habitación.
***
Aquella misma noche, Jimin se hallaba paseando arriba y abajo frente a la chimenea. A su alrededor la casa permanecía silenciosa, puesto que todos sus ocupantes se habían retirado a descansar. Él no podía; ni siquiera se había molestado en desvestirse. Le estaba produciendo un gran cansancio perder tantas horas de sueño, pero...
No podía apartar de su mente a Jeon Jungkook. Acaparaba toda su atención, llenaba sus pensamientos y no dejaba sitio para nada más. Se había olvidado de tomarse la sopa, y más tarde había intentado beber té de una taza vacía.
—Todo es culpa suya —le contó a Myst, sentada igual que una esfinge en el sillón—. ¿Cómo se supone que voy a comportarme con sensatez, con esas declaraciones que hace?
Había declarado que iban a ser amantes, que era así como quería tenerlo. Jimin se detuvo un momento.
—Amantes, dijo, no protector y querido. —Miró ceñudo a Myst—. ¿Hay alguna diferencia?
Myst le devolvió una mirada fija.
Jimin hizo una mueca de malestar.
—Probablemente no. —Se encogió de hombros y reanudó su paseo.
Después de todo lo que había dicho y hecho Jungkook, todos los preceptos que había aprendido en su vida afirmaban categóricamente que debía evitarlo. Ignorarlo de plano, si era necesario. Sin embargo… Hizo un alto y se quedó contemplando las llamas.
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El corazón de un Jeon
RomanceA diferencia de los demás alfas de la hermandad Jeon, Jeon Jungkook nunca quiso verse atado a ningún omega, ya sea hombre o mujer, por muy encantador que éste fuera, y la mansión de su amiga Amarinta le parecía el lugar perfecto para ocultarse de lo...