Capítulo 19

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Jungkook avanzó con paso tranquilo. Su movimiento captó la atención de Jimin, que alzó la vista y parpadeó. El alfa capturó su mirada y no se detuvo hasta que estuvo situado junto a su silla. Entonces le tendió una mano. Como si fuera una orden. Él, sin dudarlo, puso los dedos en su palma.

Jungkook le apretó la mano con fuerza; Jimin experimentó un escalofrío y después notó un calor y una fuerza que fluían hacia el interior de su cuerpo. Su cólera, que casi había alcanzado el punto de fusión, comenzó a disminuir. Tomó aire nuevamente y volvió a recorrer con la mirada a todos los presentes.

Jungkook hizo lo mismo, escrutando todos los rostros con su mirada fría y gris.

—Espero —murmuró en un tono lánguido pero claramente audible— que, tras la prueba que sufrió usted anoche, nadie haya sido tan insensible como para trastornar su ánimo. —Aquellas palabras dichas en voz queda, y el frío acero que brillaba en sus ojos, bastaron para que todo el mundo se quedara totalmente inmóvil—. Como es natural —continuó con la misma tranquilidad—, sucesos como los de la noche pasada suelen dar lugar a especulaciones. Pero, por supuesto —le sonrió a todos—, no son más que especulaciones.

—Ah —intervino Edgar para preguntar-: ¿No ha hallado usted ninguna prueba, ninguna pista, respecto de la identidad del espectro?

La sonrisa de Jungkook se acentuó apenas.

—Ninguna. De manera que todo lo que se diga sobre la identidad del espectro es, como he dicho, pura fantasía. —Captó la mirada de Edgar—. Tiene menos base que una apuesta de caballos.

Edgar sonrío brevemente.

—Pero —interrumpió el general—, es racional pensar que alguien tiene que ser.

—Sin duda alguna —convino Jungkook en su tono más lánguido—, pero achacar la culpa a una persona concreta sin contar con una prueba razonable se me antoja... —Hizo una pausa para mirar al general a los ojos—. Una calumnia innecesaria.

—¡Bah! —El general se hundió en su silla.

—Y por supuesto -la mirada de Jungkook se posó esta vez en Henry—, siempre está la idea de lo necio que lo hace parecer a uno mostrar excesivo entusiasmo por afirmaciones que resultan ser erróneas.

Henry frunció el entrecejo y bajó los ojos hacia el mantel.

Jungkook miró a Jimin.

—¿Está ya listo para subir a su habitación?

Jimin lo miró y afirmó con la cabeza. Jungkook se inclinó y lo tomó en brazos. Ya acostumbrado a la sensación de que lo levantara en vilo con tanta facilidad, el omega se puso cómodo y rodeó el cuello de Jungkook con los brazos. Al instante, los alfas sentados a la mesa se pusieron todos de pie; Jimin los observó... Y estuvo a punto de sonreír. La expresión de Henry y de Edmond no tenía precio.

Jungkook dio media vuelta y se dirigió hacia la puerta. Edmond y Henry se apresuraron a ir tras ellos, casi tropezando con las prisas.

—Oh, esto... permítame que lo ayude —dijo Henry corriendo a sostenerle la puerta, que ya estaba abierta.

—¿Y qué tal si formáramos una silla con los brazos? —sugirió Edmond.

Jungkook se detuvo un momento cuando Edmond lo interceptó. Jimin dejó helado a Edmond con una mirada glacial.

—El señor Jeon es más que capaz de arreglárselas por sí solo. —Dejó que el hielo de su voz calara bien hondo antes de añadir, exactamente en el mismo tono—: Voy a descansar, y no quiero que nadie me moleste. Ni con más especulaciones, ni con más calumnias. Y por encima de todo —esta vez miró a Henry— no quiero que se me moleste con afirmaciones que en vez de ayudar agravan el asunto.

El corazón de un Jeon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora