Capítulo 6

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Jungkook se precipitó a abrir la puerta de Araminta antes de que se hubiera desvanecido el primer eco. Otros quejidos menos intensos lo guiaron por el laberinto de la mansión, por los pasillos pobremente iluminados, escaleras arriba y abajo que unían los desniveles. Siguió los gritos hasta el corredor situado en el área opuesta la de Araminta, un piso más arriba.

El origen de los chillidos era la señora Chadwick. Cuando llegó hasta ella estaba casi desmayada, apoyada contra una mesilla auxiliar y con una mano apretada contra su amplio seno.

—¡Un hombre! —Aferró la manga de Jungkook y señaló el pasillo—. Lleva una capa larga.... Lo he visto ahí de pie, justo enfrente de mi puerta.

La puerta en cuestión estaba envuelta en la oscuridad. El pasillo estaba alumbrado tan solo por una palmatoria que sostenía una única vela y proyectaba una débil claridad sobre la intersección que había a su espalda. Se oyeron unos pasos apresurados golpear sobre el suelo bruñido. Jungkook puso a la señora Chadwick detrás de él.

—Aguarde aquí.

Y se lanzó valientemente pasillo abajo.

No había nadie acechando en las sombras. Fue hasta el final, donde unas escaleras conducían tanto arriba como abajo. No se oía ruido alguno de pisadas que se alejarán. Jungkook volvió sobre sus pasos. La casa entera estaba reuniéndose en torno a la señora Chadwick: estaban allí Jimin y Gerrard, y también Edgar. Cuando llegó a la puerta de la señora Chadwick, la abrió de par en par y entró en la habitación.

Tampoco había nadie dentro del dormitorio.

Para cuando regresó junto a la señora Chadwick, ésta se hallaba bañada por la luz procedente de un candelabro que Jimin sostenía en alto, bebiendo agua de un vaso. Había mejorado de color.

—Acababa de volver de la habitación de Angela. —Lanzó una mirada fugaz a Jungkook; éste habría jurado que su rubor se acentuó—. Habíamos estado charlando un poco. —Tomó otro sorbo de agua y después continuó con voz más firme—: Venía hacia mi habitación cuando lo vi. —Señaló hacia el pasillo—. Justo ahí.

—¿De pie frente a la puerta?

La señora Chadwick afirmó con la cabeza.

—Con la mano en el picaporte.

Justo entrando. Teniendo en cuenta el tiempo que había tardado él en atravesar media casa, el ladrón, si de el se trataba, habría tenido tiempo de sobra para desaparecer. Jungkook frunció el ceño.

—Ha dicho usted algo de una capa.

La señora Chadwick asintió.

—Una capa larga.

O la falda de un vestido de mujer. Jungkook miró de nuevo el corredor. Aún con la luz añadida proveniente del candelabro, habría sido difícil estar seguro de si una figura era hombre o mujer.  Y un ladrón podría ser cualquiera de las dos cosas.

—¡Imagínense! ¡Podríamos ser asesinados en nuestra propia cama!

Todas las cabezas, y de verdad fueron todas, porque se hallaba allí  reunida la familia de Araminta en su totalidad, se volvieron en dirección a Angela.

Ella, con los ojos como platos, los miró a su vez.

—¡Tiene que tratarse de un loco!

—¿Por qué?

Jungkook abrió la boca para formular la pregunta, pero Jimin se le había adelantado.

—¿Por qué diablos iba a tomarse alguien la molestia de venir hasta aquí —prosiguió Jimin—, introducirse en esta casa en particular, acercarse hasta la puerta de tu madre y después esfumarse en cuanto ella lanzara un chillido? Si fuera un loco que intentaba cometer un asesinato, tuvo tiempo de sobra para cometerlo.

El corazón de un Jeon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora